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Suplemento Economía Domingo 24 de Marzo de 2013

Dólar: el riesgo ante la costumbre de disimular

El Gobierno no encuentra la forma de contener a la divisa estadounidense.

José Calero

Por José Calero

A

pesar del esfuerzo por incrementar la presencia del Estado en casi

todos los sectores de la economía, son cada vez más las variables

que escapan al radar de la Casa Rosada, como quedó demostrado esta

semana con el dólar paralelo.

Apenas llegada de Roma, donde presenció la asunción de Jorge

Bergoglio como primer Papa argentino de la historia, Cristina

Fernández debió dedicarse a pleno a abordar un problema que se

viene profundizando desde octubre de 2011, cuando se aplicó un

progresivo cepo cambiario para frenar la fuga de capitales.


El mismo miércoles, horas después de que se conociera la suba

del impuesto para la compra de paquetes turísticos para viajar al

exterior, quienes fijan la cotización del dólar "blue" quisieron

enviar una señal contundente y elevaron 50 centavos la divisa, a

8,75 pesos, un récord histórico. Tal embestida obligó a que la jefa de Estado convocara a

Olivos por primera vez en varios meses a sus principales "espadas"

en materia económica, aunque con la curiosidad de que nunca se

reconoció esa convocatoria.

El problema de esta hora es que el Gobierno tiene demasiados

mosqueteros pero ningún D´Artagnan con capacidad de influir sobre

la Presidenta, y menos fijar un criterio uniforme sobre una

política económica cada vez más errática.

El caso más emblemático es el secretario de Comercio Interior,

Guillermo Moreno, quien hace unos meses exigía que el paralelo

bajara a $ 5,50, luego se conformaba con $ 7 y ahora pide por favor

que no supere los $ 8,50 y que las cuevas le vendan sólo a clientes

vip. Eso sí, lo sigue exigiendo a los gritos.


Todo ocurre mientras ningún fiscal investiga si son ciertas las

versiones de que desde el propio Tesoro Nacional, es decir, con la

plata de todos los argentinos, el Gobierno estarían proveyendo

dólares a casas de cambio "amigas" para intervenir en el mercado

paralelo, algo que de comprobarse podría constituir una violación

de los deberes de funcionario público.

Encerrado en su lógica blindada, el Gobierno suele creer que

puede hacer y deshacer vía decretos o, peor aún, a través de los

llamados telefónicos de tono subido que suele hacer Moreno.

Ese estilo de gobierno -si fueran ciertas las anécdotas que

circulan de a decenas en el mercado- tendría la particularidad de

no dejar rastros, una irregularidad que sería inaceptable en un

Estado de Derecho.


Acuerdos de precios, restricciones a las importaciones,

pesificación de fantasía, cepo al dólar, media docena de tipos de

cambio, autorización discrecional de importaciones, todo se maneja

vía telefonazos y "gestiones" que generan inquietud en sus

destinatarios pero le restan formalidad, previsibilidad y

seguridad jurídica a la política económica.


En la Argentina no se sabe cuál es el precio lógico del dólar -

una moneda que encima no se puede adquirir legalmente-, como

tampoco cuál fue el resultado de las cuentas públicas -habría

arrojado déficit por primera vez en una década en el 2012-, a

cuánto llega la inflación, cuál es el criterio para autorizar la

venta de dólares para viajes al exterior, qué pasa con el empleo o

cuántos son los pobres.


Los principales indicadores son manipulados, su difusión

demorada o los signos negativos atenuados, porque se consideran

que las estadísticas son "secreto de Estado" y, en definitiva, que

todo índice negativo provoca en realidad una "psicosis colectiva"

que termina agravando los problemas.


Así, economistas, empresarios y consumidores carecen del insumo

básico de información creíble para adoptar las decisiones más

convenientes, y lo mismo le ocurre al Estado, que termina

desorientado y suele fallar a la hora de implementar sus

políticas públicas.


El cóctel que domina la escena económica es una pesadilla:

dólar oficial retrasado en perjuicio de la industria y el campo, y

divisa "blue" súper alta que acelera expectativas inflacionarias y

de devaluación.

El "secretismo" tiñe la acción política y le resta

transparencia a una economía que, día tras día, da nuevas y

alarmantes señales de deterioro.


Mientras la presidenta del Banco Central, Mercedes Marcó del

Pont, va quedando en el centro de la tormenta, algunos

ultrakirchneristas, en especial uno que ocupa una banca en el

Congreso, ya se imagina como la persona de recambio para hacerse

cargo de la autoridad monetaria.

El tiempo dirá si le habrá llegado la hora.

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