Por José Calero
Como
si se tratara de una mala película repetida, renacieron temores
entre los argentinos de que haya un nuevo cambio de reglas de
juego que incluya pesificar de facto y aplicar una devaluación,
"sensación" instalada que a esta altura sólo podría revertirse
normalizando de inmediato el mercado cambiario.
Pero Cristina Fernández parece haber quedado impedida de tomar
esa medida, porque necesita divisas para pagar deuda e importar
combustibles, y no tiene las necesarias.
Al goteo diario de dólares depositados en los bancos, que
explica la baja de reservas a pesar de las compras del Banco
Central, se suma que cada vez que el Gobierno abre el grifo para
adquirir divisas, los ahorristas compran todo lo que está a su
alcance.
Así, el país se enfrenta, como innumerables veces a lo largo de
su historia, a la encrucijada de caer en una "trampa cambiaria"
que se lleve puestos los ahorros, esfuerzos y sueños de millones.
El mejor escenario para el cristinismo sería lograr que la
economía se pesificara, de un día para el otro y como por arte de
magia.
Pero el problema que encierra esa mera expresión de deseos es
la historia de devaluaciones que pesa sobre las espaldas de los
argentinos y, como explicó el economista Juan Llach, el escenario
inflacionario que afronta el país.
A esta altura de los acontecimientos, no queda argentino sin
tener claro que el costo de vida al menos duplica al que informa
el INDEC, y esa es la principal razón por la que millones de
ciudadanos eligen al dólar como moneda de refugio.
Generaciones de argentinos vivieron en carne propia descalabros
provocados por devaluaciones hechas a las corridas, que
destruyeron economías completas y dejaron un tendal de
bancarrotas a su paso.
Ahora, la idea de que una devaluación esté dando vueltas por la
cabeza de algún funcionario será difícil de desinstalar, aunque la
propia presidenta Cristina Fernández y su elenco de colaboradores
la desmientan mil veces.
El mercado inmobiliario es una de las principales trabas para
avanzar en una pesificación.
El Gobierno alentó su crecimiento y lo convirtió en la estrella
del modelo, bien aceitado por los dólares de la soja.
De la mano de la construcción crecieron muchos otros sectores y
se crearon cientos de miles de empleos.
Pero casi la totalidad de las transacciones en ese mercado se
realiza en dólares, y hay cientos de miles de boletos de
compraventa firmados en esa moneda, que parecen imposibles de
pesificar a esta altura.
Los principales funcionarios del Gobierno salieron a rechazar
de plano que se esté pensando en una pesificación, pero en los
hechos las trabas para comprar dólares siguen funcionando a pleno
y no parece haber intención alguna de eliminarlas.
Así, el Gobierno cae en una nueva contradicción: asegura que no
hay problemas pero mantiene trabado el mercado cambiario.
En medio de ese escenario, la encrucijada para los inversores y
ahorristas está clara: quienes están endeudados en dólares deben
apelar al mercado negro, donde pagan entre 35 y 40 por ciento más
caro la divisa.
El principal problema del Gobierno es que carece de política
anti-inflacionaria, en primer lugar porque se niega a reconocer el
alza de precios, y en segundo término porque siempre se preocupó
más por alentar el consumo que en incentivar el ahorro.
Así, en este complicado 2012 se están pagando los platos rotos
de años de gasto y emisión desmesurada, que fueron centrales para
apuntalar la construcción de poder político pero dejaron exhausto
al Tesoro y a la Argentina en jaque.
En el viaje que unos 400 empresarios compartieron con Guillermo
Moreno a Angola, algunos pudieron escuchar de la propia boca del
influyente funcionario una frase que encendió alarmas.
"Se acabó la caja, nos quedamos sin plata", aseguraron haber
escuchado de boca de Moreno al menos dos empresarios PyMEs que
compartieron ese vuelo donde el funcionario arengó a vender y se
mantuvo ubicado estratégicamente en los últimos asientos del
charter con destino africano.
Con más voluntarismo que alguna idea de cómo hacerlo, el
politólogo y jefe de Gabinete, Juan Manuel Abal Medina, pidió
avanzar en una desdolarización y pensar en pesos.
Cristina también aseguró que "hay que hablar del peso y no del
dólar, porque viene un mundo nuevo".
El problema es que buena parte de ese mundo ni siquiera sabe
que el peso argentino existe, y se sigue manejando en dólares para
todas sus transacciones.
La Presidenta y su gabinete podrán hacer todos los malabarismos
posibles para disimular que no pasa nada, pero si continúa
paralizado el mercado cambiario y los bancos siguen perdiendo unos
150 millones de dólares semanales en depósitos, será muy difícil
salir de esta encrucijada.
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