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Suplemento Economía Domingo 20 de Diciembre de 2020

Bioeconomía: ¿modelo de desarrollo alternativo?

En un contexto de pandemia y posterior crisis social, económica, cultural y ambiental, todos pensamos en nuevos paradigmas de desarrollo que nos permitan seguir adelante con un enfoque territorial, sostenible y con inclusión social. En este artículo nos permitimos reflexionar sobre el potencial de la bioeconomía como uno de esos caminos alternativos.

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FOTO MDT / UTN RAFAELA Crédito: ANA MARIA BARBOSA. Afirma que la bioeconomía busca dar respuesta a la seguridad alimentaria, a la gestión sustentable de los recursos naturales.
REDACCION

Por REDACCION

Por Ana María Barbosa *

En épocas de crisis la sociedad se toma un tiempo para analizar los hechos del pasado, siempre con la intención de poder comprender los nuevos y acuciantes acontecimientos, y repensar el futuro en su amplio abanico. La pandemia, que hoy nos sorprende, tiene una cuestión incontrolable, que impide que podamos confiar en los resultados que hemos obtenido hasta el momento y a la vez, nos abre nuevas perspectivas de análisis. La humanidad está expectante y desea que todo vuelva a como estaba, los más urgidos tal vez sean los sectores más excluidos que por su misma situación esperan soluciones a corto plazo. Sin embargo, difícilmente se vuelva a ser como antes luego de una pandemia de las características de la que hoy asola al conjunto de la población del planeta.
Muchos analistas coinciden en que el principal factor que ha incidido para que exista riesgo ambiental y porcentajes tan amplios de excluidos en la humanidad, ha sido el modelo productivo y la inequidad que él ha provocado. Todos los derechos de los sectores marginados, de grandes masas de trabajadores del planeta, de países no desarrollados, han sido vulnerados de una u otra forma, debido al modelo productivo y su perverso sistema de acumulación de riquezas en sectores muy reducidos y como consecuencia el crecimiento de la pobreza y la exclusión.
Por eso nos planteamos utopías o posibilidades reales, pero siempre la búsqueda tiene un signo positivo, de beneficio, como de sanación o cura de una terrible enfermedad de un cuerpo amorfo múltiple y diverso.
En muchos abordajes teóricos la bioeconomía aparece como una alternativa global capaz de articularse con la agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible que nos propone Naciones Unidas, y en otros lugares se la identifica como una buena alternativa para lugares particularmente vulnerables que desean aumentar su resiliencia. Después de un relevamiento bibliográfico podemos afirmar que es un concepto polisémico y que nos obliga a contrastarlo con otras construcciones teóricas y extraer conclusiones y aprendizajes sobre la implicancia del propio concepto y caracterizar la profundidad del cambio social involucrado. ¿Podría la humanidad estar enfrentada a una “societal transformation”?(1) , ¿será necesaria una transición hacia la producción verde y un consumo responsable?
La bioeconomía busca dar respuesta a la seguridad alimentaria, a la gestión sustentable de los recursos naturales, a la reducción del uso de recursos fósiles, a la mitigación y adaptación del cambio climático y contribuir a la creación de trabajo y desarrollo rural.
Quienes la postulan nos explican que la bioeconomía tiende al consumo y la producción de bienes y servicios derivados del uso directo y la transformación sostenible de los recursos biológicos, incluidos los residuos de biomasa generados en los procesos productivos. Se basa en el conocimiento de los sistemas biológicos y la aplicación de tecnologías relevantes para la transformación de recursos biológicos.
Hoy en el mundo se habla de la economía del decrecimiento, la construcción de sociedades sustentables, la deconstrucción de la racionalidad económica y su paulatina sustitución por otra economía fundada en la racionalidad ambiental, una resignificación de la naturaleza y hasta de nuevos posicionamientos existenciales para la construcción de un futuro sustentable.
Estamos en una época de transición de un paradigma de desarrollo casi agotado a fines del siglo XX que postulaba el crecimiento económico como un sinónimo de desarrollo y otros que surgen en los albores del siglo XXI donde el concepto de desarrollo se va transformando a medida que le agregamos la complejidad de la realidad, es decir, el factor humano, la equidad, lo local y el medio ambiente.
Se plantea el debate de la sustentabilidad como un concepto clave, central, que rompe con todas las linealidades existentes hasta ahora y obliga a una mirada más holística y muchísimo más compleja, en la cual además se compromete a toda la humanidad, a todo el planeta porque ahora están en juego bienes comunes como el agua, el aire y el clima.
Estos nuevos paradigmas transversalizan lo económico, lo social, lo político y desde esa diversidad se analiza e interpreta la realidad, no ya como única sino también particular, compleja, diversa, construida desde un path dependence (2)  y las nuevas visiones de un mundo globalizado.
¿De qué hablamos cuando hablamos de sustentabilidad? En 1987 desde el sistema de Naciones Unidas se lanzó al mundo el Informe Brundtland “Nuestro Futuro Común” donde se define al desarrollo sustentable como: “un desarrollo que satisface las necesidades de las generaciones presentes sin poner en peligro la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus necesidades y escoger su propio estilo de vida”. El valor de esta primera definición que fue duramente criticada, consiste en haber puesto sobre la mesa el debate de la sustentabilidad y por primera vez relacionar los conceptos de desarrollo y medio ambiente, la sustentabilidad ecológica y la sustentabilidad social, es decir, la reducción de la pobreza y las desigualdades sociales.
En el centro de estos modelos podemos ubicar a la bioeconomía. En muchos estudios se enfatiza en la idea de la bioeconomía como “una nueva epistemología del enfoque económico... una de las alternativas de futuro para que los sistemas de producción utilicen los recursos basados en los residuos (biomasa) generando un valor agregado amigable con el medio ambiente, contribuyendo de esta forma a una resiliencia a las variaciones del cambio climático”. Pero como “nueva epistemología” constituye un importante desafío a los supuestos y formas en que se produce el conocimiento y se legitima en términos sociales.
En nuestra región, América Latina y el Caribe, esta indagatoria reviste particular importancia por la compleja relación entre bioeconomía y agroecología y las tensiones emergentes de ello, tanto en el campo epistemológico como en el de la economía política, al momento de discutir modelos sustentables y los específicos “senderos productivos de la bioeconomía”.
Se plantean cuestiones clave como promover el desarrollo sostenible, de acuerdo con la Agenda 2030 (3); promover la acción climática, en el marco del Acuerdo de París (4); promover la inclusión social (agricultura familiar, jóvenes y mujeres, pueblos originarios) y la reducción de las brechas territoriales de desarrollo al interior de los países; promover procesos de innovación que contribuyan a la diversificación de las economías y a generar nuevas cadenas de valor, especialmente de aquellas que contribuyen al desarrollo regional, se ubican en segmentos de mercado de alto crecimiento, o brinden oportunidades a los jóvenes y a las mujeres.
Muchos países han planificado su estrategia en materia de bioeconomía contando con sus ventajas comparativas: autosuficiencia en energía, eficiencia energética y biocombustibles, transporte sostenible, uso eficiente de materias primas, reciclaje de residuos, oportunidades del sector químico, crecimiento verde, plan cero emisiones de gases invernadero, biotecnología enfocada a la agricultura, entre otras.
Por otro lado, los críticos de este modelo sostienen que es impensable un modelo bioeconómico separado del paradigma del capitalismo y sus consecuencias en las dimensiones económica, social y ambiental. A pesar de orientarse por un camino de desarrollo sostenible más amplio a través de la innovación científica, la bioeconomía cae en algunos aspectos como la manipulación genética en áreas como la de la industria alimentaria, los combustibles, la energía y los medicamentos, lo que a su vez supone un grado significativo de manipulación y control de los procesos reproductivos naturales de plantas y animales así como también, en el plano más social y político, el correspondiente control y privatización de las técnicas y prácticas que hacen posible estos procesos de innovación. Por otro lado, demanda casi en igual medida los factores tradicionales de producción: tierra, trabajo y capital. Por momento la bioeconomía parece alejarse de la naturaleza y tener un mayor control sobre ella a través de la ciencia, una tentación demasiado grande para que la puedan resistir el industrialismo capitalista e incluso los consumidores.
Las tecnologías biológicas seguirán desarrollándose porque permitirán mejores y más frecuentes cosechas en el sector agrícola, abundancia de biocombustibles y mejores condiciones para la vida humana a través de nuevas vacunas y avances en el sector de los medicamentos, el reemplazo de tejidos, entre otros. Científica y políticamente demasiadas tentaciones para que los seres humanos puedan resistir.
Volvemos a la pregunta inicial, ¿podrá ser la bioeconomía un modelo de desarrollo alternativo?, o ¿sólo será una forma más de mitigación de los efectos del modelo hegemónico dominante?


(1) Feola (2015), Patterson et. al (2017)
(2) Path dependence: dependencia de la trayectoria, del pasado. En los enfoques de desarrollo tiene que ver con la historia de las instituciones y la cultura de los países o regiones.
(3) ODS Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas 
(4) Acuerdo de París es un acuerdo dentro del marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático que establece medidas para la reducción de las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI), su aplicabilidad sería para el año 2020, cuando finaliza la vigencia del Protocolo de Kioto.


(*) El presente artículo forma parte de la nueva serie de aportes al debate y la reflexión que hacen a diario LA OPINION alumnos de la Maestría en Desarrollo Territorial, la cual se dicta desde hace 10 años en el ámbito de la Facultad Regional Rafaela de la Universidad Te

Referencias bibliográficas
(Horlings y Marsden, 2011)
(Feola, 2015; Patterson et al., 2017),
(Befort, 2020).
(Rodríguez, 2018, p. 9)
(Rodríguez, Rodríguez, & Sotomayor, 2019)
Carlson (2007)



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