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Sociales Martes 7 de Enero de 2025

Sensaciones y sentimientos: ser o no ser el personaje

“Quién es quién” era conducido amablemente por un presentador que hacía sentir cómodos a los participantes y, principalmente, a los que lo recibían en útiles y domiciliarias pantallas.

Agrandar imagen Guillermo Fernández Luro en la conducción del célebre espacio televisivo.
Guillermo Fernández Luro en la conducción del célebre espacio televisivo. Crédito: A24

Por Hugo Borgna

Si. Hay que reconocer que el tema tiene alto vuelo.

Sobre todo si se lee este material por la mañana, cuando todavía no se está del todo despierto.

Alguna vez se verá más debajo de la superficie la veracidad de fondo del “Ser o no ser” con que regó nuestro entendimiento el inquietante Shakespeare, y que dejó depositado sobre la mesa con total desparpajo como si todo el mundo hubiera -o podría ser- él mismo.

Ahora nos vamos o ocupar de un juego televisivo de 1968 que podríamos nombrar, siguiendo ya remotamente la línea del ser o no ser, como “Quién es quién”, un programa de entretenimiento interesante y ágil, ameno y profundo en todo su desarrollo. Siguiendo un paralelo desordenado y rebelde es por lo que pasa un escritor cuando elabora sus textos; debe ir cambiando de rol con atenta frecuencia. Piensa en un momento como autor y seguidamente como eventual lector.

“Quién es quién” era conducido amablemente por un presentador que hacía sentir cómodos a los participantes y, principalmente, a los que lo recibían en útiles y domiciliarias pantallas.

La mecánica del programa consistía en que tres personas corrientes se sentaran frente a otros tantos examinadores quienes, tratando de descubrir -con preguntas indirectas y no capciosas- cuál de los tres que tenía enfrente era verdaderamente quien decía ser y ejercía el oficio declarado. Los examinados debían dar respuestas claras y sintéticas que informaran y no generaran confusión engañosa.

¿Quiénes eran los que debían descubrir el auténtico y cuáles los simuladores? Figuras del ambiente artístico, de la televisión y del cine preferentemente, debidamente preparados por su oficio para la función inquisidora. Después de concretarse tres tandas de preguntas, el conductor (el eficaz Guillermo Fernández Luro) invitaba a la persona real a que se identifique, y éste se ponía de pie. Se revelaba así el necesario misterio, creado y alimentado para que también -o principalmente- los que están hacia acá de la pantalla demostraran la perspicacia que siempre se atribuyen los que son solo espectadores.

Independientemente de la enorme dosis de nostalgia que aporta mostrar el programa “Quién es quién”, surge como verdad la escasa información sobre temas generales que hay en las personas corrientes y aún en algunos que -se supone- tienen más alta capacitación. Parecía un juego fácil el televisivo (un nostálgico blanco y negro) y obligaba a un conocimiento básico de cada cuestión.

Saliendo ya de la tevé, autores literarios o cronistas especializados, pasan por esas las situaciones.

Como libre creativo que es, busca satisfacerse con un texto “digno”, al que ha aportado conceptos aptos para habilitar el pensamiento; es también, a continuación y sin límite divisorio, el que pasa ahora a ser lector tratando de establecer la llegada de sus palabras. Si lo satisfacen, se pone entonces en función de crítico severo: se preguntará sin anestesia si lo que ha escrito sirve para algo. En caso afirmativo, lo dará a conocer.

Después de todo ese proceso volverá a convertirse en el lector general que pone atención a lo que, intencionalmente o por ser solo accidente, le van a dar entrada sus ojos.

Puede parecer difícil de hacer, pero tanto los buscadores de textos como los escritores responsables de un estilo, no necesitan predisponerse especialmente para el acto de escribir.

Es el instinto informativo, que siempre está atento a ocupar un asiento frente a la pantalla viva.

Como en el juego motivador de Quién es quién, se hace con gusto: se ve asimismo como público de teatro y al mismo tiempo se ilusiona, ya que se ha imaginado en una apreciadora butaca habiendo hecho volar su mensaje sobre un escenario.

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