Por REDACCIÓN
Por Hugo Borgna
Y ahora, señores y señoras asistentes al encuentro mediante el pensamiento, con ustedes: Borges. Va a interpretar “Milonga de dos hermanos”
“Traiga cuentos la guitarra / de cuando el fierro brillaba, / cuentos de truco y de taba / de cuadreras y de copas, /cuentos de la Costa Brava / y el Camino de las Tropas”
“Venga una historia de ayer / que apreciarán los más lerdos; / el destino no hace acuerdos / y nadie se lo reproche- / ya estoy viendo que esta noche / vienen del Sur los recuerdos”
“Velay, señores, la historia / de los hermanos Iberra, / hombres de amor y de guerra / y en el peligro primeros, / la flor de los cuchilleros / y ahora los tapa la tierra”.
“Suelen al hombre perder / la soberbia o la codicia;/ también el coraje envicia / a quien le da noche y día- / el que era menor debía / más muertes a la justicia
Cuando Juan Iberra vio / que el menor lo aventajaba, / la paciencia se le acaba / y le armó no sé qué lazo- / le dio muerte de un balazo / allá por la Costa Brava.”
Sin demora y sin apuro / lo fue tendiendo en la vía / para que el tren lo pisara. / El tren lo dejó sin cara / que es lo que el mayor quería.”
“Así de manera fiel / conté la historia hasta el fin / es la historia de Caín / que sigue matando a Abel”
Ahora me gustaría hablar de un tal Alonso Quijano, pareció decir una voz. Y siguió con esto:
“El hombre se despierta de un incierto / sueño de alfanjes y de campo llano / y se toca la barba con la mano / y se pregunta si está herido o muerto / ¿No lo perseguirán los hechiceros / que han jurado su mal bajo la luna” / Nada. Apenas el frío. Apenas una / dolencia de sus años postrímeros y / El hidalgo fue un sueño de Cervantes / y Don Quijote un sueño del hidalgo / el doble sueño los confunde y algo / está pasando que pasó mucho antes / Quijano duerme y sueña. Una batalla: / los mares de Lepanto y la metralla”
(Un silencio en la sala. Profundice, Borges, dice una voz (No se ve que haya público, pero está.) profundice, hable de usted.)
“Soy el que sabe que no es menos vano / que el vano observador que en el espejo / de silencio y cristal sigue el reflejo / o el cuerpo (da lo mismo) del hermano”
“Soy, tácitos amigos, el que sabe / que no hay otra venganza que el olvido / ni otro perdón. Un Dios ha concedido / al odio humano esta curiosa llave”
“Soy el que pese a tan ilustres modos / de errar, no ha descifrado el laberinto / singular y plural, arduo y distinto, / del tiempo, que es de uno y es de todos”
“Soy el que es nadie, el que no fue una espada en la guerra / Soy eco, olvido, nada”.
Sabemos de su calidad y mesura, Borges. También de su sentido de la oportunidad, y de que usted ha dicho que es necesario escapar de las generalizaciones, ya que son peligrosas; y que asimismo esa generalización es también peligrosa.
Debe usted estar acostumbrado, como todos los expositores brillantes, a que se pretenda algo más de su mensaje. Una especie de cierre circular, sin que ello suponga que se considere agotado un pensamiento.
¿Sabe? O, para ser más preciso, ¿lo presume con certeza”? En esta sala algunos asistentes nos han transmitido que les gustaría algo de usted parecido a un “bis”.
“Entiendo su mensaje, y perdone mi ignorancia, pero entiendo que esa unidad llamada vida es tan única, que no hay forma de repetirla del mismo modo.”