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Sociales Jueves 7 de Mayo de 2020

“El Elegido”, entre la agonía y la esperanza

La escritora Susana Merke acaba de sacar a la luz su nueva obra, “El elegido”, relato de amor, mística y fe, que tiene una simbología extra: se presentó vía digital a la espera que el interminable y noble papel lo haga más público. Una especial experiencia que se adhiere al misticismo de la novela misma y de los duros tiempos que corren. Las casualidades no existen.

Edgardo Peretti

Por Edgardo Peretti

Como parte de la intencionalidad que pondré de manifiesto en estas líneas y de las consideraciones que se emitan, me lleva a dejar en claro un breve, mínimo, detalle, que ruego se tenga en cuenta: el dicente no escribe sobre historia, escribe historias, que parece lo mismo pero es diferente.
Acceder a la obra de una persona a la cual contemos entre nuestros afectos es un camino complejo; nos deja ante la incierta posibilidad de dejarnos llevar por la sangre ante que el criterio. Por eso, como dije y afirmo, no hago críticas, simplemente, me dedicaré a contar las impresiones que me causa “El elegido”.
Hay que decir que ya el nombre supone un faro de atención. La portada gráfica es de atractivo llamado y ofrece un diseño acorde a la calidad de la obra, pero todos sabemos que es un punto de partida, apenas.
Luego de haber desmenuzado la lectura, que no es mínima, me encuentro ante la alternativa de suponer un cuadro de temas que sirvan como una definición de títulos. Esto es un trabajo literario que supone ingresar en cuatro puntos (para mí) básicos y conducentes:
La inmigración.
La Masonería
Un genocidio
Una historia de amor.
En todo hay un culto al detalle, a la escenificación del ámbito, del escenario, del sitio donde pasan las cosas, donde vivirán los personajes y una adjetivación tan variada como necesaria y rica. Como este es un aporte con muchas variantes, el recurso (perfectamente logrado) es contundente.
El estudio de material histórico y documental es inmenso. Cientos de horas dedicadas a buscar elementos que tengan conciencia comprobable (y la tienen) y la posibilidad de ficcionarlas en un camino orgánico y creíble que aparece como método, termina en un resultado óptimo.
El tema de la inmigración no es ajeno a la autora, que ya la ha explorado minuciosamente en otros trabajos. Conoce el ámbito, palpa el tiempo con sensibilidad y lo expone con claridad de pertenencia. Se necesita tránsito entre estas sensaciones para poder plasmar esa definición que considero contundente para definir el fenómeno en conceptos tales como “…no dudaron en improvisar acontecimientos menores para sumarlos como hazañas, y así ahuyentar el espanto de no tener que contar…”.
Quizás así lo habrían dicho plumas tales como Mario Vecchioli, Elda Massoni o José Pedroni, que supieron de esas cosas pero que las elevaron a otros estratos; Susana Merke trae la miseria –material y humana- y el dolor de la migración a la cotidianeidad de su relato casi medio siglo después que estos notorios creadores. No es un detalle a despreciar.
Ella tiene siempre una abuela a mano y le saca provecho con calidad. También incursiona en esa tentación que tenemos todos los escritores de contar con un Macondo propio, lo cual no molesta porque el mundo es todo un Macondo como el de García Márquez, incluso con gringos de los nuestros.
Citábamos la Masonería (que escribiré con mayúsculas como forma de respeto) y aquí aparece una investigación potente, sólida, contundente; pletórica en datos y citas reales que conforman un aporte muy fuerte que sustenta el punto básico de la historia. Son los cimientos del método y no exhiben fallas ni grietas.
La Forestal. Su sola mención aún hace temblar muchas almas en los cielos e infiernos del Chaco. El genocidio llevado a cabo por los ingleses y sus socios nacionales (no los puedo llamar argentinos) marcó a fuego una parte de la Patria y de varias provincias; como asegura con certeza SM la agonía ya superó el siglo, y no se detiene, aunque las máquinas ya no funcionen y no queden vidas para explotar. Pero han quedado las víctimas y a estos no hay almanaque les marque un final.
Los puristas del idioma de las leyes pondrán el grito en el clamor del derecho cuando escuchen la manera que tengo de referirme al accionar de estas organizaciones nefastas. ¿Acaso no acabaron con la vida mediante un plan sustentado, organizado y con un fin determinado? Mataron gente, arruinaron familias, se llevaron el monte milenario, dejaron pobreza y olvido, se apoderaron de ilusiones y futuro, y asesinaron el pasado; ¿qué es eso, sino un genocidio?
Uno, que conoce todo esto por relatos, que se interesa y se instruye con autores como Gastón Gori o Enrique Llopis ha visto en el pasar del tiempo que se canta, se describe y se sufre lo sucedido allí, pero nada cambiará. Sólo el almanaque.
Como síntesis, me quedo con una frase que aparece en el texto y que define el sentir de la gente con las huellas de su rostro, expresando que “mostraba todos los tiempos caminando por sus arrugas”. Excelsa.
Y también hay una historia de amor. Fátima, la protagonista, la cuenta en primera persona dejando jirones de su vida. Su esfuerzo, su sacrificio, su andar por este plano de vida no tiene otro objetivo que educar el fruto de un amor que fue tan intenso como breve; tan flamígero como doloroso, tan clandestino como triste. Sus cuadernos enfrentan una especie de “Rayuela”, aunque de final incierto, ya que nadie puede elegirlo. El hombre que genera la vértebra del relato seguirá estando en el limbo de los mártires sin tumba y sin final físico. Nada parece indicar, al menos por ahora, que algún día ocurra.
Entre tanto sufrimiento no puede faltar la magia. El encanto que la obra exhibe siempre como un fulgor huidizo, poco afecta a ser real o visible, pero que termina entregando cuando se arriba al final. No antes, si no la leyó con detenimiento.
Conclusión: me gustó. Me atrapó. Merece recomendarse y difundirse. Excelente.

(“El elegido”. Cien años de agonía en el Chaco. Susana Merke. Editorial Autores de Argentina, 404 págs. 2020)

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