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Notas de Opinión Martes 2 de Julio de 2024

Lágrimas que viralizan el alma

"Anoche me obnubiló desde la pequeña pantalla la imagen de un chamito flameando su bandera y logró quebrar mi caparazón al punto de dejar mi alma desnuda."

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Crédito: Captura del vídeo.

Si de redes sociales se trata, existen contadas ocasiones en que una emoción logra asaltarme sobremanera. Como conocedor de los ardides publicitarios y propagandísticos no soy animal fácil de roer por mensajes con encantos plagados de evidente retórica o perfumada sutil persuasión. Sin embargo, anoche me obnubiló desde la pequeña pantalla la imagen de un chamito flameando su bandera y logró quebrar mi caparazón al punto de dejar mi alma desnuda. Un niño venezolano en vedadas andas y entre una multitud borrosa batía los colores de su patria a la vez que con su mano con su corazón. No pude abstraerme del hipnótico encanto de un mensaje tan íntegro como lacerante.

La mirada acristalada del niño abandonada en un horizonte de búsqueda por lo perdido tal vez, o por aquellas oportunidades que nunca lo tuvieron como protagonista. Lágrimas sinceras que escurrían hacia ambos lados de su rostro con el encanto de los que no temen mostrarse por dentro con lo único que les queda bajo su hollejo: la esperanza. Emocionante conjunción entre aquella tristeza que rueda por mejillas sin arrugas de pesados almanaques y esa mágica sensación de posible cambio con halo de oportunidad sobre una piel púber que pese a un contexto agreste se atreve a soñar.

Un venezolanito que por momentos desangra historias de angustias y otros donde la sutil sonrisa del premio con aroma a alcanzable se hace carne entre sus manos. Y frota sus lágrimas. Y sus dedos las espabilan. Y sus puños las absorben humedeciendo su blandir tricolor a diestra y siniestra. Todo en un marco de ralentizado presenciar y con una escenografía musical que eriza la piel y seca la boca y corta el aliento.

Sin embargo, había un metamensaje por develar y tras una docena de veces que en boomerang cursé ese minuto y siete segundos de filoso cuchillo emocional, creo al fin haberlo podido detectar: No era tanto la evidente pureza de un niño mostrando la carne de sus emociones lo que me acicalaba el alma, sino el hacerlo sin perder la energía en el vaivén de esa pequeña bandera que no cansaba de flamear. Cada néctar que sus ojos borboteaban tenía el propósito de sembrar la esperanza de ocho estrellas con el ir y venir de un signo patrio deseoso de ser izado en un nuevo amanecer.

 

Lágrimas que viralizan el alma

Tal vez la madre que lo parió ya no esté en sus mañanas aunque sí en sus entrañas, o quizás sus hermanos debieron emigrar como tantos sembrados por toda Latinoamérica. Tal vez ve sufrir a su padre por no regalarle más que un presente de penurias forzadas y un futuro que se esfumó mucho antes de encontrarlo. Tal vez se dejó abrazar por los pesares de amigos caraqueños, apureños, barineses y de tantos rincones bolivarianos librados a una suerte fétida y sin mañana. Tal vez algo de eso o tal vez todo junto.

Lo cierto es que ese chamito que desde la altura de hombros nobles que no se resignan ni claudican, logró él mismo ser bandera y flamear a sentimiento puro hacia y por una última oportunidad. Y una madre postiza lo cobijó entre sus brazos, una aguerrida María como la del pesebre y tan coloquial como toda madraza venezolana que nunca osaría abandonar a su guijarro a la buena del falso profeta hablador de aves. Y fue “La María Corina” la depositaria de ese ramillete adjetivado de emociones. La madraza, ingeniera y profesora Machado que hipócritamente fuera vedada de participar del futuro proceso electoral frente al Régimen cautivador y forzador de voluntades. Inmadura tiranía que a ella no se atreve enfrentar porque bien sabe que bajo el yugo del pueblo soberano que hoy respira cambio, sin dudas un triste final se le avecinará.

Un niño. Sus lágrimas. Su pequeña bandera. Su madre del corazón. Y una mirada que busca luz y no oscuridad. Todo ello en clave viral. Venezuela merece gritar su verdad. Venezuela merece un nuevo mástil donde erigir el vuelo de un nuevo rugir. Venezuela merece que desde este rincón seamos también humildes hacedores de ese cambio compartiendo con propios y extraños este asalto de sensible humanidad. Compartamos el video y hagamos fuerzas para que este 28 de julio en la Tierra de Bolívar se vuelva a gritar ¡Libertad!

* El autor es Licenciado en Publicidad ( [email protected] )

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