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La Palabra Sábado 26 de Marzo de 2016

Semblanza de la Mama Antula*

por Cintia Daniela Suárez - licenciada en periodismo (Buenos Aires)

Raúl Vigini

Por Raúl Vigini

Origen y Vocación

María Antonia de Paz y Figueroa nació en la actual provincia de  Santiago del Estero en 1730, circunscripta en ese entonces a Córdoba del Tucumán, perteneciente al Virreinato del Perú. Debido a diversos siniestros, entre ellos incendios y saqueos de archivos, no se   conocen los datos exactos sobre el lugar y fecha de su nacimiento, así como tampoco quiénes fueron sus padres. Tal fue su humildad y grandeza de espíritu  que se reservaba para sí sus orígenes. Cabe aclarar que a pesar de la ya mencionada falta de registros, el padre José María Blanco, sacerdote jesuita, en su obra documental sobre la vida de María Antonia, a la hora de  remitirse sobre su origen, cita fielmente el testamento. De esta manera quedan evidenciadas sus raíces santiagueñas. (…) A los 15 años María Antonia  realiza los votos simples de castidad y pobreza, tomando como nombre a partir de ese momento el de María Antonia de San José.

El destino de las mujeres de la época, dependientes de un patriarcado, no variaba entre  ingresar a un convento de clausura o casarse y dedicarse de lleno a las tareas de la casa. Los deseos más fervientes de María Antonia no se contentaban con esas opciones. Es por ello que de muy joven se consagra como beata, comienza a vestir una túnica negra y abandona toda relación con la vida mundana.

Tras los pasos de la Compañía de Jesús

María Antonia siguiendo la instrucción y enseñanza recibidas de los padres de la Compañía de Jesús en Santiago del Estero, a razón del vacío a nivel social y espiritual tras su expulsión en 1767, decidió seguir impartiendo la enseñanza de los Ejercicios en todo lugar donde hubiese un practicante dispuesto a aprender. Con pasos firmes emprendió el camino de la perseverancia y la enseñanza de los Ejercicios ignacianos sin importarle las distancias por recorrer. Al haber estado en contacto con los padres de la Compañía por más de 25 años podía ofrecer las tandas de Ejercicios tal como ellos lo hacían.

El peregrinar de la Beata comenzó por Santiago del Estero y Salta. Primero pasó por Silípica, Soconcho, Salavina, localidades santiagueñas. Siguió por Catamarca, La Rioja, Jujuy, Córdoba. La acompañaban los reverendos padres fray Joaquín Nis y Diego Toro, de la Orden de la Merced, con la prédica del Evangelio. Para sostener las tandas de Ejercicios y ofrecer todas las comidas a los ejercitantes pedía limosna, con el permiso previo de las autoridades. Resulta oportuno destacar que la duración de las tandas era de diez días y no había diferencia entre las que ofrecían los propios jesuitas.

Buenos Aires, destino ansiado

Luego de doce años con el emprendimiento en el Tucumán, el próximo destino de la beata sería llegar con los Ejercicios a Buenos Aires; por ello caminó a pie sin importarle los riesgos, siempre firme, teniendo como objetivo revivir y reivindicar a través de sus actos a su tan venerada Compañía de Jesús. La bienvenida no fue nada grata, pues era considerada “como ilusa y repudiada por las autoridades civiles y eclesiásticas”; esto sucedía en septiembre de 1779. Tras el desafortunado recibimiento, se refugió en la Iglesia de La Piedad, lugar que la cobijó hasta después de su  muerte. (…)

 El obispo de Buenos Aires, fray Sebastián Malvar, examinó minuciosamente  la actividad que pretendía desarrollar la Beata en Buenos Aires; consistía en  realizar lo mismo que en las otras provincias: impartir tandas de Ejercicios así como también pedir limosna para poder sostenerlos. Se mantuvo firme, valiente, convencida en sus objetivos   y pese a las negativas de sus pedidos de autorización, nunca flaqueó. (…) Finalmente  en agosto de 1780 fue otorgado el tan anhelado permiso para desarrollar los Ejercicios espirituales. (…)

             En 1788 aparecen los primeros indicios del estado delicado de salud que  atravesaba María Antonia, y que serían posteriormente el motivo de su falta de continuidad en los reportes al padre Gaspar Juárez, preocupación expresada en algunas cartas del sacerdote. Sin embargo, firme en sus convicciones como versa en la correspondencia a su querido padre Gaspar,  reporta la visita del obispo al Oratorio y la concesión de indulgencias, además de la novedad sobre los Ejercicios que se desarrollaban con una multitud de asistentes, estimando que en Buenos Aires 70.000 personas habían pasado por este magisterio. (…)

Casa de Ejercicios de Buenos Aires

De  regreso a Buenos Aires la Madre Beata decide continuar con la edificación de la Casa de Ejercicios, es por ello que a fines de 1794 pide autorización del “Cabildo, Justicia y Regimiento la mensura y amojonamiento  de los terrenos destinados a la obra”. Estos terrenos habían sido donados por vecinos de la ciudad con el único fin de construir  la Casa de Ejercicios y la fundación del beaterio, así pudo darle  lugar a la continuidad de su obra. Un año antes se le había otorgado la licencia para pedir limosna  y para costear la edificación.

El proyecto nació en 1790 al darse cuenta de la precariedad de las casas alquiladas. Seguramente con poca comodidad para recibir a los ejercitantes, la Señora Beata decide construir una casa. Como respuesta a esta iniciativa recibe escrituras de terreno como donación. (…)

El 17 de diciembre de 1794, finalmente el Honorable Cabildo aprobó la licencia para edificar la casa, para el solo fin de dar los Ejercicios, dejando a un lado cualquier otra función que no fuese ésta. El dinero para alzar la casa  provenía como donación del arzobispo de Santiago, don Sebastián Malvar, y de las limosnas provenientes de Córdoba a pedido de María Antonia; se recaudaron 70.000 pesos. Para lograr esta majestuosa obra tuvo que sortear obstáculos como fue el hecho de recibir solo parte del dinero enviado por el obispo Malvar y que estaba en manos del administrador del obispo, quien se resistió a entregar la totalidad del dinero destinado a la obra de la Beata.

 La idea de la fundación de la Santa Casa nació con la intención de perpetuar la actividad de la  continuidad de los Ejercicios ignacianos por parte de la beata María Antonia de San José; la estructura estuvo a cargo del experto en construcción, Juan Campos. La Santa Casa de Ejercicios Espirituales continúa en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, ubicada en Independencia 1190 entre las calles Estados Unidos, Salta y Lima. Actualmente a cargo de las Hijas del Divino Salvador.

 María Antonia solo llegó a conocer el beaterio y parte de la Casa de Ejercicios. Debido a su frágil estado de salud muere en santidad el 7 de marzo de 1799 a los 69 años. En su testamento, pronuncia su voluntad de ser enterrada en el campo santo de la  Iglesia parroquial de Nuestra Señora de La Piedad. El 12 de julio de ese mismo año se realizaron las honras consistentes en las solemnísimas exequias y la oración fúnebre a María Antonia a cargo del padre Prior Pedriel.

En 1942 la Comisión Nacional de Museos, Monumentos y Lugares históricos  declara a la Casa de Ejercicios como Monumento Histórico en la Capital Federal. Fundada en 1795 por María Antonia de San José, conserva su primer claustro y capilla, así como en las habitaciones contiguas, el característico estilo colonial. Hasta la actualidad se conserva a Jesús Nazareno como parte de las reliquias más preciadas de la Santa Casa de Ejercicios Espirituales de Buenos Aires. (…)

  Con el correr de los años, la Casa de Ejercicios seguía cumpliendo sus funciones espirituales y sociales para lo cual había sido creada. Supo ser testigo de grandes conversiones, espacio de reivindicación de actitudes y comportamientos. En ciertas ocasiones tambaleó su continuidad por decisiones de tinte políticas e ideológicas de las autoridades del momento, sin embargo la protección Providencial hizo posible que continúe hasta la actualidad. (…)

 Hallazgo y traslado de los restos

 En 1867 con motivo de la demolición de la antigua iglesia Nuestra Señora de La Piedad para la construcción del actual templo, se inició la búsqueda de los restos de la Beata, tras las gestiones de las Hermanas del Divino Salvador. Intervinieron el arzobispo Escalada y dos caballeros que tenían alta estima por María Antonia, don Eugenio Roballos y don José Portugués.

Transcurrieron cinco meses sin resultados en la búsqueda de los restos. Cavaron diferentes puntos del terreno sin lograr hallarlos. El 25 de mayo de 1867 tendría lugar un hecho prodigioso vinculado a María Antonia. Los obreros tenían la orden del capataz para retirarse del lugar, sin embargo por algún motivo no se fueron. Inesperadamente una niña pequeña de unos cinco a seis años aproximadamente, rubia, vestida de blanco se acercó al capataz y le preguntó ¿a quién buscaban? El contestó a la Madre Fundadora de los Ejercicios. Entonces ella señaló dónde debían cavar, a la pregunta de cómo ella lo sabía respondió: “Mi Madre me lo ha dicho”. Excavaron adonde la niña refería y encontraron la sepultura junto a un leño de ñandubay, que se conserva en la Casa de Ejercicios, junto con una cruz del rosario de Jerusalén que la Madre Beata llevaba en su cuello. Posteriormente la niña desapareció misteriosamente dejando la impresión de haber realizado la misión de un ángel, tal vez enviado por la Madre de la Piedad.

Actualmente los restos se encuentran en un sepulcro ubicado en  la nave lateral derecha de la Basílica de La Piedad de Buenos Aires. El episodio de la niña ha sido referenciado por vecinos de La Piedad, el sacerdote Larrosa, Hermanas como doña Toribia Rodríguez y por los mismos obreros que se hallaban impactados por la aparición.

Proceso de beatificación

El primer paso fue dado el 30 de septiembre de 1905, cuando los obispos de la República Argentina decidieron  realizar una petición colectiva para  presentar la causa de  beatificación de María Antonia de San José ante el Santo Padre. Se sumaron adhesiones con cartas postuladoras de autoridades eclesiásticas, políticas y congregaciones religiosas argentinas y de distintos países. (…)

El proceso canónico concluyó en 1906. El 8 de agosto de 1917 fue promulgado el decreto de la Causa de Beatificación y Canonización aprobado por Su Santidad, Benedicto XV. En 1934 las Damas Patricias Argentinas  recolectaron diez firmas de obispos argentinos que apoyaban la causa y 60.000 firmas que fueron llevadas al Santo Padre pidiendo por la beatificación de la Sierva de Dios. El encargado de  tal misión ante la Santa Sede fue el entonces obispo de Santiago del Estero, monseñor Audino Rodríguez Olmos. El 2 de julio de 2010 Benedicto XVI la declara “Venerable” probadas sus virtudes teologales y cardinales, que desarrollan grado heroico. De esta manera se abre paso a que se continúe con el proceso que podría llevar a su beatificación. Su Santidad, el papa Francisco, trabaja en la causa y se muestra entusiasmado en continuar el proceso de  beatificación, y según  sus declaraciones, se ocupó personalmente de realizar varias gestiones para promover la causa.

*El texto está seleccionado del libro “María Antonia de Paz y Figueroa La Peregrina de los Esteros” de Cintia Daniela Suárez, 2015

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