Nací en Cafayate, provincia de Salta, localidad que queda al sur de la provincia casi en el límite con Tucumán, por la ruta nacional cuarenta. Muy conocido por el turismo, por los vinos y fue desde hace mucho tiempo, ya en mi adolescencia trabajaba tocando para turistas.
Uno se pregunta sabiendo lo que significa Cafayate para el turista. ¿Por qué el que está en ese sitio se va aun haciendo música del lugar?
Sí, Cafayate es un lugar que tiene poca gente que se va, con relación a otros lugares. Los motivos son siempre personales, en mi caso tocaba en Cafayate donde empecé con la guitarra a los trece años, no la largué nunca más, tuve la decisión en su momento a qué tipo de música dedicarme. Y siempre me fue llevando la vida, no fueron como decisiones tomadas a priori o con anterioridad de lo que después sucedió. Tocaba la guitarra y tocaba cumbia, música beat, folklore, de todo un poco cuando empecé a mostrarme y a tocar en distintos grupos, llegó la necesidad de definirme en ese sentido. Yo tocaba en los bailes, y a la vez me habían convocado de un trío de folklore histórico que son “Los de Cafayate” a mis dieciocho años. Eran épocas difíciles donde el folklore no estaba en su mejor momento, y se me superponían las actividades. Tuve que elegir con cuál de los dos iba a seguir y me decidí por el folklore. De ahí adelante terminé mi secundaria, donde había coordinado grupos, armábamos el coro, cantaba en los actos, y por supuesto tenía esa pasión por la música. Y decidí ir a estudiar a Buenos Aires, que conocí yendo de paseo con un amigo y me había quedado fascinado con los libros y discos que en mi pueblo no podía acceder. Me deslumbró todo lo que vi en Buenos Aires y no vamos a negar, que es una cuna de fenómenos artísticos diversos y muy interesantes. Llegué a la capital del país con el dinero que tenía buscando trabajo y para estudiar música. Ya tenía veintidós años.
Mi familia y la música
Mis familiares directos no lo eran, pero mi padre y mi madre sí gustaban mucho bailar y escuchar música en las fiestas, la radio siempre prendida con folklore y tango.
De quién aprendí la música
Tenía y tengo por suerte un tío, Ramón Guantay, que cuando yo era chiquito sabía ir mucho a la casa de mi abuela donde él siendo joven y soltero vivía con ellos y tocaba la guitarra, y estaban ensayando con un trío por ahí. En el campo, porque mi primera infancia fue casi en el cerro donde vivían mis abuelos que se llamaba “Loro Huasi”. Después nos mudamos al pueblo. La casa de mis abuelos era una finca que llegaba hasta el pie del cerro, ellos trabajaban en la finca con viñedos y bodega. Recuerdo que cuando iba le sacaba la guitarra a mi tío y tocaba siendo chico, y cuando mi tío vio que me interesaba me enseñó unos acordes, pero como yo no tenía instrumento, me quedé con eso. Al tiempo una de mis hermanas le pidió una guitarra a mi papá y él se la compró, y yo interpreté que era para mí, aunque nunca se la había pedido, entonces me apropié de la guitarra. Cuando se entera mi tío me siguió enseñando. Y de ahí adelante fue todo por mi cuenta. Entre las cosas que me había enseñado, además estaban los que guitarreaban sentados en las veredas, a quienes yo relojeaba, iba a mi casa y copiaba lo que había visto. En ese tiempo empezó a tener mayor fuerza la “Serenata Cafayateña” y era gratis. Me sentaba en primera fila del festival para ver a los músicos qué es lo que hacían. Así me fui armando un repertorio adecuado y después lo buscaba todo de oído. Fue emocionante la primera vez que vi a “Los Chalchaleros”, que fueron mis primeros favoritos. Hernán Figueroa Reyes, empecé a entender a “Los Fronterizos”, a “Los de Salta”, fui armándome un conocimiento hasta que en la secundaria me hablaron del “Dúo Salteño”, de Dino Saluzzi. Tenía esa perspectiva de mirar, y me atraía mucho lo novedoso. Había descubierto a “Les Luthiers” por el padre de una amiga, juntaba dinero y me iba a Salta a comprar discos. Un día llegó a mis manos una revista “Selecciones” y había una nota a Eduardo Falú, un músico que me conmovía mucho escucharlo tocar. Y ahí Falú habla de Paco de Lucía, que yo no conocía así que empecé a buscar. Como verás fui creciendo en escuchar. Escuchaba mucho las radios a la noche, llegaban las de Buenos Aires como “Radio El Mundo” y “Radio Nacional”. Empecé a escuchar a Astor Piazzolla.
Cómo me recibe la ciudad de Buenos Aires
Llegué a Buenos Aires en el ochenta y tres. Tenía una idealización del habitante porteño, pero la cotidianidad de la ciudad no es la misma, entonces eso fue duro para mí. De todas maneras, el ir a Buenos Aires lo viví como una aventura. Me alojé en la casa de la familia Pastrana que eran parientes del amigo con el que había conocido Buenos Aires. Por ellos conseguí un trabajo enseguida y tenía personas que había conocido en Cafayate cuando habían ido de turistas. Formé pareja y fui padre. Laboralmente me pude ubicar enseguida e ingresé en el Conservatorio “Manuel de Falla” en la cátedra de guitarra. Tuve muy buenas docentes ahí que me han dado distintas miradas de la música. Y me han hecho tomar conciencia de lo que significaba el folklore y de mirar un poco para atrás donde había un bagaje cultural que no estaba teniendo en cuenta, porque tenía una mirada para lo nuevo, pero que había algo fundamental y es donde terminé parándome como artista. Fue un momento de formación. Pero nunca dejé la guitarra, aunque no actuaba.
El conocimiento de mis antepasados
Mis antecedentes son de parte de mi madre que es Guantay, un vocablo originario y el apellido de mi abuela materna es Vilte. A su vez los relatos tanto de mi madre como de mi abuela, donde ellas describen donde vivían sus abuelos, siempre fueron en la misma zona. Así que es como que están en el lugar desde hace tiempo. En lugares donde hoy se encuentran muchos restos arqueológicos. De parte de mi padre vinieron desde Catamarca y ahí los apellidos son más españoles. Si bien él es Chocobar con raíz que parece americano, algo tiene de español. Y mi abuela paterna es de apellido Castillo y otra rama de Cisneros, aunque de ellos no hay mucho relato. Entiendo que las culturas no dependen de la raza, las culturas son lo que hacemos juntos para resolver ciertos problemas vitales, como el hambre. Y a la vez son culturas que no existen en otro lado como el tomar mate, que son gestos únicos en el mundo.
*El texto pertenece a la entrevista realizada por Raúl Vigini a Valentín Chocobar
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