La música llegó justamente a imperio de mi papá. El era militar. Era militar pero realmente era músico. Porque él tocaba el piano, y siempre tenía la prevención en sus destinos de buscar algún soldado que tocase algún instrumento, porque a él le encantaba en los tiempos libres, juntarse en el casino.
El aporte de mi padre
Era oficial de caballería, hasta el grado de coronel y en el año cincuenta y cinco, en la Revolución Libertadora, lo retiraron del Ejército. Pero era pianista, y si le acercaban una guitarra se las arreglaba para pergeñar algo con la guitarra, o con un bandoneón, con un acordeón, es más, en algún tiempo hubo un acordeón en casa y él sabía tocar. Entonces la música era cosa de todos los días en casa, y eso fue lo fue lo que hizo que tanto mis hermanos como yo, nos inclináramos a la música como una cosa normal, formaba parte de nuestra vida diaria. Día a día la música estaba presente permanentemente. Y después el gusto personal de cada uno. Un día vi cómo mi hermano se las estaba rebuscando con unos acordes con la guitarra y dije: ¿cómo es eso, a ver? Mi papá me mandó a mis ocho años a estudiar piano y siempre se lo voy a recriminar. Era una profesora horrible, mala, me tuvo meses haciendo solfeo, llegó un momento que me cansé y no quise estudiar más. En cambio mis hermanos fueron de buenos profesores que al mes ya los habían sentado en el piano haciendo cositas.
Integrar grupos vocales
Eso fue porque un día me llama Pedro Farías Gómez que quería reflotar Los Huanca Hua, en el setenta y ocho. Y siempre recordaba que le dije: “¿Por qué tardaste tanto?”. Porque musicalmente fue la etapa más linda que viví porque siempre me gustó cantar amuchado, en grupo, y esa experiencia con Los Huanca Hua fue sensacional. Hicimos un solo disco, que se llama Proyecciones, y es imperdible. La Argentina siempre fue un país difícil para vivir de la música, es más, para vivir del arte, muy difícil, es como que no se valora el talento, no sé… Me hacen la prueba de rigor. En una oportunidad lo probamos a Raúl Carnota para reemplazar a Juan Juncales que se iba, y lo rechazamos porque usaba anteojos… y no daba la imagen en el escenario. Qué imbéciles fuimos. Después lo escuchaba en el escenario a Carnota que era un tipo que lo admiro y me preguntaba cómo podíamos haber sido tan necios. Imaginate lo que se hubiera potenciado la capacidad de arreglar, de armonizar con Pedro si hubiesen podido trabajar en conjunto que esa es otra cuestión. Si sumo los años fueron como veinte, pero con altos y bajos. En una época éramos tres.
Irnos con Raúl Tomás del conjunto vocal para formar el Dúo Socavón
Hacía rato que Los Huanca Hua no estábamos trabajando, aunque seguíamos armados, ensayábamos. A principios de dos mil le digo en chiste a Rolo Tomás por qué no hacemos un dúo que es más fácil, y probamos. Armamos un par de temas y fuimos a un estudio de grabación cuyo técnico era Jorge Berén que también apoyó el proyecto. Armamos el repertorio del primer disco y así arrancamos. Estuvimos hasta que falleció Rolo hace dos años. Y eso es una cosa que no se lo voy a perdonar nunca a Raúl Tomás: haberme dejado solo, porque no se hace eso, y menos sin avisar.
Por qué llamamos Socavón al dúo
Ah… (risas) no sé por qué a todo tenemos que ponerle nombre, no?… Se dio así y empezamos a buscar algo que pegue. Tenía un diccionario quichua y empezamos a buscar palabras, algo que sonara. Y en un momento le digo a Rolo; nosotros no nomos santiagueños, y cuando nos pregunten no vamos saber el significado. Y creo que repasando una obra de Jaime Dávalos, apareció la palabra socavón. Y ahí quedó. Después armamos el versito: socavón. ¿Por qué? Y porque es tratar de penetrar en lo profundo de la tierra, en las entrañas, y ahí desde las raíces rescatar nuestra tradición y los mejores valores de nuestra cultura. ¿Qué te parece? Lo curioso y a veces un poco triste, es que hay poquísimas personas que saben lo que quiere decir la palabra socavón.
Cuando ocurrió el accidente fatal de Hernán Figueroa Reyes
Estaba en mi casa de Buenos Aires. Ya no lo acompañaba pero teníamos relación, habíamos estado hacía unos días en Cosquín en una peña donde actuaban Los Huanca Hua. Y a la semana llega la noticia del accidente. Manejaba Hernán y aparentemente fue una mala maniobra. Y eran épocas de giras donde viajabas de punta a punta. Trabajabas muy bien pero te jugabas la vida. Cuántos músicos murieron en las rutas.
Acompañar a varios cantores esos años
Al Chango Nieto, a Roberto Rimoldi Fraga, a María Helena, pero casi siempre en los discos.
Una anécdota de los escenarios
Lo acompañé al Chango Nieto porque no tenía guitarrista todavía, y Hernán lo quería llevar a Cosquín. Debutó en el festival mayor con Recuerdo salteño y después hizo un tema de baguala con coplas. Parece mentira cómo las coplas de bagualas cuando están bien cantadas pegan en la gente. Terminó el segundo tema, aplausos, bajamos, estaba guardando mi guitarra en el estuche en el camarín, y baja un tipo desesperado: “¡Suban, suban, suban, que la gente no para de pedir que vuelvan!”. Subimos y no sabía qué cantar. Habremos tocado cinco o seis temas más y nos tuvimos que bajar. Esa vez el Chango fue revelación, como la de Mercedes Sosa: revelaciones revelaciones. No lo conocía nadie y se comió la platea el tipo. Eso significa cantar algo con sentido. Otra sucedió con Los Huanca Hua. Estábamos cantando y veía que los de la platea se reían. Y no me daba cuenta de qué. Cuando miro al costado veo a mi hijo de cuatro años cantando con nosotros a mi lado, porque se sabía todas las letras del repertorio.
*El texto pertenece a la entrevista realizada por Raúl Vigini a Emilio Martínez Junor
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