Al iniciar la carrera de medicina me apliqué muchísimo a mis estudios porque creía que debía saber todo y muy bien, para dar el mejor servicio a quien se acercara a mí. Pero como es de imaginar, la carrera de medicina no es sencilla, así que me esforcé y Dios hizo su parte. Poco a poco empecé a descubrir que la medicina me gustaba, me gustaba anatomía, me fascinaba el cuerpo humano y estudiarlo, la fisiología. Amaba la Facultad de Medicina, hasta hoy en día es un paseo más que placentero para mí, poder recorrer sus pasillos y aulas, me traen recuerdos muy gratos. Yo amé estudiar esta carrera en la Universidad de Buenos Aires, y si tuviese que volver a elegirlo, volvería a estudiar medicina. Con el tiempo, mientras realizaba la especialidad de Pediatría, en el Hospital Victorio Tetamanti, de Mar del Plata, en el año dos mil nueve, leyendo libros de salud muy antiguos, escritos hace mas de cien años por la escritora Elena de White, comprendí la importancia para la salud de la alimentación, y encontré que en la Biblia también estaban descriptos estos principios. Por ejemplo en Levíticos 11, donde se nos explica qué tipo de carnes son aptas para el consumo humano, y que se desaconseja comer sangre o grasa animal. Y yendo más al ideal, Dios nos había creado para alimentarnos de vegetales, frutas, verduras, legumbres, cereales, oleaginosas, y el beneficio que esto traía para nuestra salud. Comprendí que al amar tanto a Dios y El amarme tanto, no estaba más que diciéndome lo que era mejor para mí y para cada uno de los seres humanos, y que si yo emprendía ese camino de cambio alimentario iba a descubrir muchas cosas más. Y así fue, primero de manera gradual me hice vegetariana -actualmente ovo-vegetariana- y no me cansé de experimentar beneficios en mi salud. Por ejemplo, el hecho de jamás enfermarme, y ser de los que nunca faltaban a trabajar por ese motivo. También descubrí, por investigación propia que había muchas otras maneras de resolver problemas de salud que solo las más populares y de esa manera comencé a estudiar terapias de salud naturales como la Hidroterapia -tratamientos con agua-, Geoterapia -tratamientos por aplicación de cataplasmas de diversos minerales: arcilla, carbón, plantas medicinales, etcétera-, Alimentación, Dietas de limpieza, uso de Fermentados para potenciar la Flora bacteriana Intestinal -indispensable para una buena salud-, Plantas medicinales, y la importancia de otros remedios naturales como la actividad física, la exposición al sol diariamente, beber agua, descansar adecuadamente, tener confianza en Dios. Fui descubriendo con el correr de los años muchas cosas, y fue Dios el que me guió a muchas personas a las que les debo mucho al ayudarme a descubrir la medicina que más cura.
Los que favorecieron la elección de mis estudios superiores
Mi hermana tuvo mucho que ver en la elección de mi carrera, ella es médica también -no somos muy originales en nuestra familia, jaja-. Y ella me decía que en los tiempos que se avecinaban la profesión que iba a mantenerse en pie iba a ser la medicina, y así yo iba a poder llegar a muchas personas. Eso, sumado a la experiencia que relaté al comienzo de mi diálogo con Dios fue lo que me llevó a elegir la carrera de médica. En cuanto a la especialidad, inicialmente me gustó mucho la pediatría, me siento muy a gusto con los niños, creo que son especiales y sencillos, siempre me sentí más a gusto con ellos, como en su mundo. Pero debo confesar que también me gustaba la cirugía, aunque finalmente decidí una especialidad en la que una mujer pudiese pasar más tiempo con su familia que la de un cirujano. Así y todo, ambas especialidades, a mi criterio, comparten el hecho de poder resolver rápidamente al paciente, mucho más que con un paciente adulto, y eso me gustaba.
La experiencia dentro de la universidad
Como comenté, mi experiencia en la Universidad fue hermosa, Dios me guió de una manera maravillosa, tengo hermosos testimonios de cómo me ayudó para no desaprobar ni siquiera un solo examen, y así terminar en tiempo y forma. Me ayudó a poder ser fiel, no asistir ni rendir exámenes en el día sábado -día que observo, como día apartado por Dios, para estar especialmente con El y no hacer ninguna otra cosa- sin tener ningún inconveniente. Teniendo en cuenta que se trataba de una Universidad estatal. Realmente disfruté mucho de mis estudios y agradezco haber tenido la oportunidad de haberlos cursado allí. Fue muy sacrificado ese tiempo, conseguí prácticamente todos los libros prestados, ya que no tenía cómo pagarlos, y el traslado a la Capital para cursar las materias era algo sacrificado, estudiando en trenes, colectivos y subtes, también caminando mucho para ahorrar en pasajes. Buscando las materias para cursar recorriendo muchos Hospitales de la Ciudad. Todo ese sacrificio, más las tareas del hogar donde vivía, valieron la pena.
Pensar en un proyecto como médica
Eso llegó después del año dos mil nueve. Habiendo iniciado mi búsqueda personal del autocuidado de la salud y buscando cómo ayudar a las personas de la manera más óptima, fui conociendo estas maneras distintas de curar y de alimentarse y vivir para prevenir la enfermedad y ser fiel a Dios. Una de las cosas que entendí es que el mejor lugar para vivir era fuera de las ciudades, allí no solamente uno respira aire puro, es transformado en su forma de ser por las cosas que contempla y escucha, sino que además tiene la oportunidad de plantar sus propios alimentos. Esto lo descubrimos junto a mi esposo Marcos, quien ama la vida en el campo, pero no había tenido la posibilidad de vivir en él hasta ahora. Entonces empezamos a soñar con poder salir de donde vivíamos y se nos dio la oportunidad en un campo prestado en Concordia, Entre Ríos. Allí estuvimos poco tiempo, renunciando previamente a trabajos y comodidades en Mar del Plata, nos mudamos a finales del año dos mil trece, pero permanecimos solo un mes en el lugar, y nos vimos en la necesidad de buscar otro lugar para estar. Mi hermana y mi cuñado nos ofrecen un lugar en Del Viso, Partido de Pilar, Buenos Aires y permanecimos un año allí. Ese año lo aproveché intensamente, realicé el Curso de Postgrado de Fitomedicina y conocí a un hombre llamado Nimer Simeon Montes, oriundo de Perú, de quien aprendí valiosas herramientas para tratar enfermedades, a través de la alimentación y uso de fermentados. Conocí el pan de masas madre, y sus propiedades medicinales, pan que mi marido prepara de manera maravillosa. Ese año decidimos viajar a Venezuela, a un Centro de Salud Naturista en el estado de Yaracuy, para aprender cómo montar un Centro de Salud fuera de las ciudades. Así es como, con la ayuda de Dios, Marcos y yo viajamos y permanecimos en “La Fundación las Delicias”, coordinada por las Doctoras Giovanna Bentivegna y Nelsy Restrepo, a quienes admiro y respeto muchísimo. Aprendimos muchísimas cosas, desde cómo hacer fomentos, hipertermias, cómo montar un Centro de Salud fuera de la Ciudad, hasta como ingeniárselas para lavar la ropa con frutos de un árbol llamado “Para-Para” que eliminan una sustancia jabonosa al contacto con el agua, o a fabricar lejía con Cenizas y agua, o una pasta dental con carbón vegetal. Todo esto producto de la escasez que se vive en este país. Fue una experiencia maravillosa, y de allí en el año dos mil quince, regresamos a la Argentina con el deseo de montar un lugar así, para ayudar a las personas a recuperar su salud y el rumbo de sus vidas, conociendo a Dios.
*El texto pertenece a la entrevista realizada por Raúl Vigini a Irene Pena médica matrícula provincial 94708/nacional 126061
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