Nací en el setenta y dos. En mi familia no había psicólogos ni nada que se le parezca. Mi padre comerciante, mi madre ama de casa. Ellos son entrerrianos, mi padre de Diamante y mi madre de La Paz, se conocieron en Buenos Aires y yo soy porteña. A los diecinueve años fui mamá, cuando era muy chica, estudiaba licenciatura en Ciencias Políticas en la Universidad de Belgrano, y decidí seguir adelante con el embarazo y seguí estudiando, pero me di cuenta que no era mi vocación esa carrera. Y la verdad es que la asistencia que recibí desde el embarazo no fue la adecuada, y no sabía que no era la adecuada, pero me hacía ruido de que algo no estaba bien. Desde el trato hasta las explicaciones que me daban que era ninguna, tanto en el embarazo, en el parto como en la lactancia. Seguí estudiando, pero me parecía que algo no estaba funcionando, faltaba un engranaje de todo eso. Cuestión que empiezo a investigar, tampoco internet era lo que es hoy porque hablamos del noventa y dos, ni todos tenían computadora. Mi primer acercamiento fue con todo lo que era prevención de enfermedades de transmisión sexual. Eran épocas del HIV, de la promoción, me pareció muy importante. Siempre tuve la veta social, mi familia fue siempre muy consciente del otro, de que había otra persona del otro lado, mi padre toda la vida tuvo farmacia, siempre empleaba gente que lo necesitaba. Fui muy consciente de que mi realidad no era necesariamente la que todos tenían y me la hacían ver, y me quedó. De hecho, íbamos a almorzar los domingos, después íbamos a otro lugar o a llevar comida, o a algún cadete de la farmacia que eran chicos de nuestra edad los llevábamos a comer. Y esas cosas las mamás de chico. Así que tuve siempre esa cosa como social. Hasta tenían un departamento para prestarle a la gente que nunca se alquiló, siempre estuvo para prestárselo a alguien que lo necesite. Y no es que ellos fuesen millonarios ni nada que se les parezca porque vinieron literalmente con una mano atrás y otra adelante, pero se rompieron el alma trabajando. Y empiezo con lo de la prevención hasta que descubro una Asociación que se llama Dando a luz que trabajaban en la promoción de derechos en el embarazo, el parto y el nacimiento. Y se me abrió un mundo como un portal. No podía creer encontrar el marco para el malestar que yo sufrí durante todo mi proceso que era real. No estaba loca. Habían pasado cosas que no debían haber pasado. Y eso me dio por un lado mucha tranquilidad y por otro lado bronca porque pasó todo eso y no está bueno que les pase a las mujeres, ni a los bebés, ni a las personas que acompañan a las mujeres. Así que empecé a trabajar con ellas, estudié muchísimo tanto que en dos mil cinco hicimos una campaña audiovisual para televisión que está en la web sobre derechos del parto y del nacimiento, y trabajamos mucho para que salga la ley 25929 que es la ley nacional de derechos de padres e hijos durante el proceso del parto y el nacimiento. Mientras estudiaba.
Trabajaba y estudiaba
En realidad al principio me dediqué a criar a mi hija, ni a trabajar fuera de casa como digo yo. Y luego cuando mi hija estaba en el jardín empecé a estudiar psicología social de noche y trabajaba de día. Así lo que duró la carrera, pero siempre los trabajos de campo y de investigación estaban enfocados en la maternidad. Y el trabajo de grado fue la concepción social de la maternidad. Logramos que salga esta ley después de bastante tiempo y me doy cuenta que no sabía nada de lactancia porque casi no había amamantado. Porque a mí me dijeron que mi beba lloraba porque tenía hambre porque mi leche no era buena, y todo lo que les dicen a todas las madres. En realidad, mi beba lloraba todo el día sin parar. Como éramos muy jóvenes como padres lo podíamos referir a la inexperiencia. Como si los bebés no llorasen. Y no, mi beba tenía una hernia de ovario congénita y lloraba de dolor. La detectaron al mes. Un pediatra más grande cuando cambiamos de médico la tocó y ella dejó de llorar. La revisó un cirujano y mientras la revisaba me preguntó a qué hora había comido -ella tomaba teta y fórmula- él miró el reloj y me dijo a tal hora la operamos. Imaginate mi cara. Le pregunté de qué. Me explicó lo de la hernia que le generaba dolor. Cuando le pregunté si era una operación complicada, me respondió crudamente que para él era complicado cambiarle la rueda a un auto. Y seguía la violencia sin parar. Me fui llorando por los pasillos de la clínica con la beba en brazos. La operó ese cirujano que era una eminencia en bebés. Y tenía de los dos lados la hernia. Ella se recuperó de la mejor manera. Así seguimos. No recuerdo cómo me enteré de la tecnicatura que dictaba la Universidad de San Martín junto con Fundalam. Me interesó, disponía de tiempo, empecé a estudiar y me encantó. De golpe se me abrió un mundo nuevo. Mientras Lara estaba en la escuela primaria. Esa tecnicatura ya no existe. Eran unos docentes increíbles. Hice las prácticas en la Maternidad Sardá, donde nací. Trabajé un año más ahí porque sentía que debía devolver algo de lo que había recibido. Mi madre que había tenido a mis hermanos en lugares privados siempre me dijo que el lugar donde mejor la atendieron fue la Sardá. Y no paré nunca más.
Recuperar una palabra que se había dejado de escuchar: puericultura
Sentía que lo que faltó en mi asistencia fue un nexo entre lo médico y lo humano, y lo cuento en el libro Yo doy la teta. A mí nadie me miró a los ojos, nadie me llamó por mi nombre, nadie me preguntó cómo me sentía, qué me pasaba, qué quería. Nadie me lo preguntó. Nunca, jamás. De hecho, cuando está por nacer mi hija y estoy estudiando en la universidad, voy a pedir licencia y me dicen que no estaba contemplada. Le dije que no estaba enferma, que iba a tener un bebé. Me recomendaron que consiga un certificado por hepatitis o por mononucleosis que son enfermedades de largo reposo. Imaginate lo lejos que estamos que en el año noventa y dos no se concebía que una mujer quiera estudiar y decida tener un hijo. Cuando hoy es una locura pensarlo. Porque yo quería seguir estudiando.
El objetivo con los estudios logrados
Quería que a las mujeres no les pase lo mismo que a mí. Ese era mi objetivo. Muchas colegas mías puericultoras trabajan en instituciones, clínicas privadas, hospitales, pero no es lo que más me gusta en lo personal. Porque el ordenamiento del sistema te lleva a una velocidad de atención que no es la que yo quiera tener. Quizás algún día trabaje en una institución, pero prefiero dedicarme a lo privado por ahora. Empecé dando charlas, gratuitas, para una empresa de biberones que me llamaron cuando me recibí. Con el boca a boca se fue difundiendo y nunca paré. Atendía a domicilio, consultas pre y post natal. Ahora tengo mi consultorio porque no llegaba a atender la demanda que tenía a domicilio. Y había hecho mi formación como doula aunque no ejerzo como tal. Me encanta y veo que llega el mensaje, trato de hacerlo informal, siempre hablando de evidencias científicas que es lo importante, pero tratando de llegar. Y en mi caso, ésta es la manera de ejercer la profesión, fuera del fundamentalismo, porque trabajo con mujeres, no con bebés. Con mujeres en ocasión de ser madres, que tienen bebés. No son solo con madres.
Mi posición como profesional ante la lactancia materna
Por suerte, las redes y la democratización de la información, hicieron que llegue cada vez a más mujeres. De hecho, atiendo de manera presencial en el consultorio y de manera virtual a muchas también. Estos días atendí a una argentina que vive en Atlanta, Estados Unidos. Así como en otras provincias de manera virtual. Eso ha ayudado muchísimo. Por otro lado, el lugar que está teniendo la mujer en este momento hace que sepa que no le pueden vender cualquier cosa en general. Y se está haciendo cargo de sus propios procesos y de las decisiones sobre su cuerpo. Una mujer que está embarazada no está enferma, está embarazada, y va a parir, no es inferior, de hecho, todo lo contrario. Y va a amamantar, no es inferior, de hecho, todo lo contrario. Y si hemos llegado hasta dos mil dieciocho -depende del calendario que quieras registrar- como especie es porque las mujeres hemos parido y amamantado, no por otra cosa. Creo que falta muchísimo todavía, los números mejoraron un poco, no podría decirte exactamente cómo, pero han mejorado en cuanto a la práctica de la lactancia materna, pero falta. Porque la industria de la fórmula que es la leche modificada para bebés, mal llamada leche maternizada, mueve mucho dinero, es una de las industrias más grandes, entonces hay que trabajar mucho, pero mi mensaje alejado del fundamentalismo y mi abordaje para el trabajo es vos no sos mejor madre porque das la teta o porque no das la teta. Uno es la madre que puede en el contexto que tiene. Si accedés a la información tenés más posibilidades de amamantar con éxito, pero lo más importante es que el entorno colabore. Si el entorno no colabora para que esa mujer pueda amamantar con todo lo que demanda amamantar un bebé, es muy difícil, e injusto, por otro lado.
*El texto pertenece a la entrevista realizada por Raúl Vigini a Paola de los Santos
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