Los ochenta, fue el comienzo de una época de resurgimiento, tanto en lo deportivo como en la preservación de coches de colección.
Se funda el Club Argentino del Carruaje y muchos estancieros fueron desempolvando de sus galpones aquellos baluartes de una época pasada, volviendo a ver la luz después de varias décadas de olvido.
Fue en ese tiempo, que con el entusiasmo de un nuevo desafío, el conocimiento propio y heredado, empezamos con la gratificante tarea de restaurar. Pasaron ya muchos años y varios cientos de carruajes por el taller, teniendo la suerte de participar en la restauración y reparación de las mejores y más importantes cocheras de la Argentina; sus propietarios confiaron y siguen confiando en nosotros a la hora de devolverles su brillo y elegancia. Fuimos pioneros en la restauración y fabricación de faroles a vela, muchos de ellos integran colecciones en Europa y USA. Hoy podemos decir con orgullo, que todo se realiza en nuestra casa, poseemos cientos de repuestos originales y fabricamos todo aquel que sea necesario con absoluta fidelidad. En nuestro taller contamos con artesanos que han dedicado muchos años a este noble oficio, respetando la historia, volcando su capacidad creadora, fundada en el criterio de nuestra documentación y bibliografía así recuperamos todas las partes que componen un carruaje.
Las mejores marcas del mundo pasaron por nuestras manos, de ellos y de aquellos grandes maestros en la construcción de coches de caballos, maestros ebanistas, herreros, excelentes tapiceros, artistas y decoradores que nos dejaron señales y huellas claras de como se debe trabajar, por ellos y por el respeto que nos merecen, es que, quienes nos elijen ven satisfechas sus expectativas.
Nuestro desempeño como restauradores y fabricantes es avalado por nuestra experiencia y trayectoria, para quienes no nos conocen los invitamos a hacerlo. A quienes ya integran nuestra larga lista de amigos, nuestros cordiales saludos.
En el caso de la restauración, ¿cómo se logran los elementos que son difíciles de conseguir?
Hay coches que llegan y están totalmente originales y lo que tiene es deterioro, pero se conserva en el estado. Cuando ya son coches que están totalmente destruidos, por corrosión, polillas, la carrocería no existe, uno busca modelos iguales y sobre la línea del chasis, porque todos tienen un alma metálica que va por dentro, aproximadamente dibuja la forma. Y todo se va viendo, además con la experiencia que nos fue dando todos estos años de trabajo.
Los accesorios también son importantes en estos vehículos
Todo lo que no se consigue, lo fabricamos. Los faroles los hace un hermano mío que se dedica al tema. Hace muchos años compró toda la matricería de una antigua fábrica de faroles que estaba en San Telmo y de ahí también vinieron los bombitos, las cilindradoras, todo lo que se usa para doblar la chapa. Y después durante muchos años desarmamos faroles, en vez de un par conseguíamos uno roto. O sea que todo lo que hacemos son copias exactas de lo que veíamos antes. Es mucho más fácil copiar que inventar. Todo lo que hacemos son réplicas exactas. De todas maneras los faroles no eran para que alumbren demasiado sino para ser vistos, aunque los de huella proyectaban en la oscuridad de la noche. Los biselados de los vidrios no eran ornamentales sino que eran biseles para insertar el vidrio grueso en la ranura del metal.
Cómo se preservan los materiales
Todos utilizaron maderas de la zona. Los norteamericanos utilizaron mucho fresno y roble canadiense o americano, en Europa mucho nogal y acá en Buenos Aires vemos ruedas hechas con quebracho blanco o incienso. Lo que tiene a favor es que como los coches van pintados uno puede jugar con la mezcla de madera. En cuero en Argentina tenemos buenos, en tela es lo más difícil, se usó muchísimo el paño naval. En casi todos los interiores de los carruajes se usaba el famoso paño de lana inglés que después se utilizó mucho para los gabanes. Eso se consigue, más o menos, de menor calidad. Se pintaban originalmente con pinturas al aceite, con barnices, que protegían a la madera. La caja se hacía a mano, se usaba mucho el negro porque era el más barato por los pigmentos, y se preparaba sobre una base que se llamaba en barniz japonés. Nunca se utilizó el diluyente sino que se calentaba a baño maría para ablandar la pintura, entonces uno podía laquear con facilidad porque la pintura estaba caliente. Y en los pescantes de cuero, protectores de pescante o los guardabarros, en el charolado que tenían, uno los ve viejos y tienen como un corrugado, eso es el barniz deteriorado. El comienzo del charolado era una protección porque el guardabarros y pescante se cosía con hilo de algodón porque no existía el nylon. Como estaban expuestos a la humedad y el barro para protegerlos se laqueaba con muchas manos de barniz. Eso le daba un brillo que después se llamó charol. Hoy el charol no tiene nada que ver con eso.
*El texto pertenece a la entrevista realizada por Raúl Vigini a Carlos de Cabo
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