Sí, siempre con la historieta. Esta que hice ahora que se llama “Fin” la empecé hace como veinte años, con esa idea aunque fue mutando pero fundamentalmente ésa. Empezó llamándose “Polipolis”, después cambió a “Demiurgo”, la gente no entendía qué era demiurgo, entonces se llama “Fin” que tiene que ver con la muerte de un dios y termina con el principio. No ocupó ningún lugar desde lo laboral hasta ahora, que se está vendiendo. En la facultad, las entregas las hacía en forma de historieta. En esa época los profesores lo veían bien, no sé ahora cómo lo tomarían.
Cuál es el objetivo de pensar en esa historieta
Se me despertó esa idea cuando estudié a los utopistas que era un grupo de filósofos o arquitectos que pensaban ciudades, que nunca funcionaron, si bien diseñaron una ciudad que se llaman los falansterios. Owen, Cabet, son distintos filósofos que pensaron cómo tenían que funcionar las ciudades. Evidentemente el hombre no hace lo que le dicen, entonces esa ciudades no funcionaron, y yo pensé si la tengo que inventar en mi historieta la hago funcionar. La diseñé en base a estudios de arquitectura, con circulaciones horizontales y verticales, está estudiado el asoleamiento. Lo hice como un placer personal y después eso se transformó en historieta.
Una anécdota con todo este panorama tan amplio y a la vez diverso de actividades
Una con Tito Lectoure. Yo hacía los afiches para Pepito Cibrián que estaba de socio con Lectoure. Le hacía los diseños y cuando le llevaba los bocetos prácticamente terminados, Tito los agarraba, los movía y los miraba. Y le pregunté por qué lo hacía. Me respondió que era porque la gente que lo veía lo miraba desde el auto en marcha cuando pasaba. Y me dio una lección, porque después leí que un cartel es un grito. ¿Cuántas cosas se pueden decir entonces con un grito? Tiene que ser una visión dinámica.
Cómo se hace un museo del fútbol
El museo cambió hoy, ya no es más el lugar donde uno va a mirar una camiseta, un objeto histórico. Eso ya no mueve. Está bien, forma parte de la memorabilia del museo pero lo que mueve hoy es la emoción, no es la información. Trabajé con gente que me vinculó con el mundo del fútbol, que me enseñaron que los museos tienen que emocionar, si no, no funcionan. Por eso cuando dicen interactivo, es yo te propongo y vos emocionate. Es como una película, se establece un código de comunicación y ahí lo importante es la emoción. En Barcelona cuando estuvimos para hacer un 360 en el museo del Barsa el lugar más visitado -y ellos tienen de todo- pero la gente se agolpa en el televisor donde se ve el último partido. Porque eso emociona, pero si le proponés emocionarte con otra cosa, viendo a los fundadores del club en el momento que hacen el acta inaugural, y lo hacés a través de una técnica, donde por ejemplo, los jugadores salen del vestuario y hablan con la gente. Y te permite filmar cuatrocientas películas y que se dispare la que vos accionás.
Y con los vinos…
Hice algunas etiquetas, trabajé para Navarro Correas, para Trapiche, para Nieto Senetiner. Y museos, el Museo del Vino de Cafayate, muy lindo, con reconocimiento internacional, muy importante. Lo emocional está en un carpintero armando un barril, el vino te cuenta su historia a través de pantallas que están en los toneles, te metés adentro de un tonel y un recorrido. Hay una propuesta que tiene que ver con la emoción y no con la información.
Qué me queda por hacer en lo inmediato
Estoy haciendo la historieta que por ahora se llama “Memoria”, y es un poco la continuación de “Fin”, de ese hombre que casi se muere, va a un lugar donde él se da cuenta que es uno de las trescientos sesenta personas que contienen la memoria del mundo, que entre ellos se puede reconstruir la historia del mundo. Y hay un grupo que los quiere eliminar. La memoria contra el olvido, fundamentalmente.
Una síntesis desde lo reflexivo de acuerdo a todo lo que viví como experiencia
Hay una cosa que me queda en claro, y es que el cerebro, a medida que se va investigando sobre él cada día es más grande y más misterioso. Lo que se sabe hoy del cerebro hace diez años ni se sospechaba. Se pensaba que era un lugar donde se almacenaban datos, y resulta que una persona pierde medio cerebro y sigue funcionando, porque es una red. Una red neuronal, y seguramente se van a hacer más descubrimientos de esa red. Y como dice el periodista: Los recuerdos tienen vida propia.
*El texto pertenece a la entrevista realizada por Raúl Vigini a Daniel Brandimarte
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