Por Raúl Vigini
LP - ¿Quién incentivó tu pasión por la música desde pequeña?
M.A. - La música en sí misma, que llegaba a mis oídos y a mi vida de la mano de amigos de la familia que traían permanentemente “Serenata” -eso que extraño tanto- a mi casa.
LP - ¿Recordás aromas y sonidos de tu infancia?
M.A. - Aroma a Mbaypi -una comida típica- y sonido a acordeón mezclada con pájaros en mi ventana.
LP - ¿Cuál fue tu mensaje desde tu propuesta musical? ¿Sigue siendo el mismo?
M.A. - El mensaje de mi canto es el Amor -familia, docentes, amigos, ancianos- y la Igualdad. Eso, sueño con un mundo donde no existan tantas diferencias entre los seres humanos. Canto al trabajo y defiendo los derechos del trabajador, a veces con letras mías y otras letras de autores con los que me siento identificada como Parodi, Zini.
LP - ¿Cómo decidís qué temas incorporar al repertorio?
M.A. - Simplemente me tiene que gustar la letra, en lo posible también la música, pero apuesto a que la gente escuche al cantor, el mensaje, el contenido.
LP - Sos una embajadora como armoniquista. ¿Qué valor le das a ese gesto?
M.A. - Me llena de orgullo. Soy desde el año 1998 endoser en la Argentina de la marca de armónicas que ejecuto, que son las mismas que ejecutan Ciro, León, Cuomo, entre otros. Me siento feliz al llevar esta bandera. Pueden ver en la página http://armonicasleeoskar.com.ar/artistas/. Me gusta cuando la gente me dice sos la única mujer que toca chamamé con armónica y guitarra.
LP - Músicos consagrados te dieron espacio con ellos y destacaron tu lugar en escena como mujer que canta y toca instrumentos. ¿De qué manera recibís esos halagos?
M.A. - Soy muy agradecida a todos y cada uno de los que me invitaron y de los que me han ayudado a pasar algunas fronteras y por supuesto me hicieron muy feliz cada uno en su momento. Debo nombrarlos: Hermanas Vera, especialmente Boni que es desde hace veinte años una de mis mejores amigas. León Gieco al haber estado también como invitado en alguno de mis discos y haberme invitado a varias presentaciones también, en Baradero por ejemplo, más la presentación a los distribuidores de Armónicas Lee Oskar en la Argentina. Teresa Parodi también si pensarlo me ha ayudado con aquella invitación a su homenaje en Cosquín por los veinte años de consagración.
LP - Hablemos del milagrero Antonio Gil como mercedeña nata.
M.A. - Antonio Gil merece un capítulo aparte. Hay mucho por decir. Pero trataré de resumir, contando que Antonio Gil es un ícono de la “Religiosidad Popular” de nuestra tierra. Específicamente es de Mercedes Corrientes. Está a ocho kilómetros el “Oratorio” donde la gente deja sus ofrendas, hace sus oraciones, y placas en agradecimiento. Antes dejaban banderas rojas que flameaban y desde lejos se veía la presencia de este lugar. Es muy querido, respetado, y cuentan miles de casos que es muy milagroso. Para la Iglesia es un intercesor ante Dios, como puede ser cualquiera de nuestros muertos queridos. Para los católicos creyentes es así. No es un santo. Pero sí un intercesor a través del cual se ha realizado el milagro en mucha gente, especialmente salud y trabajo. Era un lugar de reflexión, a veces de baile y fiesta, hoy se tornó muy pero muy comercial. Alrededor y al frente pusieron puestos de venta. Ya no se ve al pasar el oratorio, lo taparon con “quioscos” por eso en este último tiempo la gente arraigada a las creencias y a la oración, decidió visitarlo en la tumba en el cementerio de la ciudad un poco más cerca de Mercedes. Igualmente cada 8 de enero, ese lugar está repleto de visitas, personas que vienen de otras provincias y países limítrofes. Es un “Icono de la Religiosidad Popular”. Lo pueden ver en mi video en YouTube ingresando a https://www.youtube.com/watch?v=3qcecT25x2E.
LP - ¿Un balance de tu camino recorrido con la vida artística?
M.A. - Balance: muy positivo. Siempre a pesar de haber manejado prácticamente sola mi carrera “sin representantes ni manager”, pasé por muchos escenarios y lugares maravillosos. También me ha costado y aun me cuesta por ejemplo llegar al Festival del Chamamé de Federal Entre Ríos. Nunca pude estar en ese escenario... Pero seguiré luchando para lograrlo. Conocí durante estos cuarenta años de trayectoria, lugares y personas maravillosas, tengo puertas abiertas en muchos pueblos del país y de Brasil donde también he actuado en varias oportunidades. Soy muy feliz con la guitarra y la armónica a cuestas como dice el Padre Zini, y cantando también chamamés y canciones de mi autoría. Tengo seis discos grabados y un DVD grabación de una actuación en vivo del Teatro Juan de Vera en 2015. Mucho que contar y mucho que agradecer a Dios y a la gente. También un programa de Radio “Nuestra Identidad” que el año pasado cumplió veinticinco años en el aire, de folklore, pero esencialmente la música que identifica a esta parte del país.
LP - Una anécdota de tu vida con final feliz.
M.A. - Viaje a Isla Apipe en Ituzaingó Corrientes. Terminamos de actuar y salíamos en grupo junto a los de Prefectura y “Trío Laurel” hacia la embarcación para volver a Ituzaingó, en julio y con mucho frío. Pasábamos por el destacamento de Prefectura y el acompañante de quien guiaba la embarcación me invita a pasar a saludar a sus camaradas y comer un asadito más un brindis. “Total no se puede ir sin ‘mí’” dice el Prefecto. Así fue nos quedamos unos quince minutos y cuando retomamos el camino y llegamos a la orilla del río, a lo lejos veíamos como se alejaba la embarcación. Tuvimos que esperar a que se comunique y nos vuelvan a buscar porque quedamos varados en la isla unas horas y nadie, ni su compañero, ni el músico que me acompañaba, notó nuestra ausencia hasta que estaban lejos… Regresamos y nos obsequiaron un vino para calmar los nervios en el Hotel. ¿¿¿Final feliz???
LP - Algo más que desees agregar.
M.A. - Gracias estimado amigo. Solo me faltaría cumplir algunos sueños pero tengo demasiado que agradecer, de hecho tengo ya mi legado, pues mi hija Cecilia Benítez, canta nuestra música, ya ha grabado su primer material después de haber salido revelación en la Peña Oficial de la Fiesta Nacional del Chamamé del año 2012. Hasta siempre.
por Raúl Vigini
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