Por Raúl Vigini
LP - Es habitual escuchar que las organizaciones no gubernamentales no tienen recursos así como las entidades religiosas tienen pocas vocaciones. ¿Cómo es en el caso de Médicos Sin Fronteras?
D.C. - Médicos Sin Fronteras tiene una especificidad muy importante y es que nuestro principio humanitario de la independencia lo hemos mantenido de una manera muy estricta, y eso nos ha llevado a que más del noventa por ciento de nuestra financiación provenga del sector privado, que básicamente son personas en todo el mundo. Más de seis millones en el mundo y más de cien mil en Argentina. Estos socios o donadores regulares nos dan esa independencia de acción para actuar allá donde la organización cree que es necesario y sin ningún tipo de agenda política o de lo que fuera. Como digo es el más del noventa por ciento de nuestros fondos, la otra parte sí tenemos una serie de fondos que provienen de instituciones, pero siempre ha sido una porción muy reducida que conscientemente hemos querido mantener con un porcentaje muy, muy bajo precisamente para no tocar a nuestro principio de independencia. En cuanto a las vocaciones es verdad que nuestro cada vez mayor reconocimiento a nivel internacional nos ha dado que haya muchísima gente que quiera trabajar con nosotros, de hecho hasta demasiada gente. Lo que pasa es que no todo el mundo que quiere trabajar con Médicos Sin Fronteras es posible que así sea. Nosotros buscamos unos perfiles concretos, unas características concretas de las personas y eso no será en todos los casos, pero sí podemos decir que somos capaces de ser muy exigentes a la hora de reclutar a nuestro personal.
LP - Cuando hablamos de epidemia o de hambre, suponemos ausencia de políticas de gobierno en esas poblaciones. ¿Cómo se da la llegada de ustedes en esos casos?
D.C. - Lo primero que habría que aclarar es que cualquier trabajo que hace Médicos Sin Fronteras como organización no gubernamental siempre consiste en cubrir un agujero, un déficit que no ha cubierto un gobierno, absolutamente. Eso siempre es así. Una vez más, hay tantos casos como operaciones que tengamos hoy en día, en los diferentes países. Hay lugares que somos muy bienvenidos, y hay lugares en el que no lo somos. Hoy en día, depender en principio de la guerra en Siria, estamos intentando gestionar el acceso a las zonas controladas por el gobierno sirio, hoy es el día que todavía no hemos conseguido que nos den la luz verde para trabajar en esa áreas. Por otro lado lo estamos haciendo en zonas controladas por la oposición y lo conseguimos en su momento seguir trabajando en zonas controlados por el estado islámico. Hoy en día ya no es posible, después de un incidente grave que tuvimos y no hemos sido capaces de negociar ciertos mínimos de seguridad para nuestros equipos.
LP - En esos casos se combina el trabajo de quienes revisten en la base, los equipos de campo y también la labor del negociador.
D.C. - Los negociadores son los que están siempre, absolutamente siempre. El mayor reto que tienen todas las organizaciones humanitarias que trabajan en conflictos hoy en día es negociar el acceso para que la ayuda llegue a las poblaciones más necesitadas. He citado el caso de Siria pero habría muchos como ha pasado tal vez en Yemen, en Sudán y en muchos otros contextos.
LP - ¿El problema le llega a la organización o ustedes van en busca de la necesidad?
D.C. - Tenemos diferentes maneras. En caso de las catástrofes naturales muchas veces son los propios gobiernos los que hacen el pedido de ayuda internacional. Normalmente somos nosotros mismos los que constantemente estamos escaneando la situación. Si pensamos que estamos trabajando en setenta y un países en todo el mundo, es muy difícil que algo pase y no sea en algunos de esos países o en algún país vecino. Entonces nuestros equipos están constantemente monitoreando tanto en los proyectos, la situación alrededor, y luego los centros internacionales de todo el mundo. Y a partir de esa alarma, desplazamos nuestros equipos, hacemos nuestra propia evaluación de necesidades y decidimos si intervenir o no.
LP - Entonces, iniciar un proyecto es tener las garantías de que el mismo se puede desarrollar…
D.C. - Bueno, en muchos de los casos creo que las únicas garantías que tiene que haber son ciertas garantías mínimas de seguridad, y pensar que hay una viabilidad logística para que se pueda hacer. Digo pensar porque normalmente cuando llegamos a los lugares tenemos un conocimiento bastante limitado y por eso en el tipo de recursos humanos buscamos a gente muy adaptable y muy maleable. O sea, nos adaptamos, creemos que es posible, y si aun así creemos que es imposible en algunas ocasiones también seguimos intentando.
LP - En general los resultados de esos proyectos llevados a cabo ¿son los deseables?
D.C. - Depende del tipo de proyecto, en algunos proyectos sí, por ejemplo en Mozambique donde están trabajando estos chicos con un proyecto de Sida durante muchos años. Son a medio y largo plazo, pero donde sí hemos podido ver con los años un avance increíble. Cuando llegamos allí no había casi personas en tratamiento antirretroviral y hoy son miles y miles los que estamos tratando, entonces en este tipo de proyectos creo que es más fácil ver los avances. Cuando trabajamos en situaciones de conflicto no es tan fácil y uno puede pensar un día que está avanzando y al día siguiente que está retrocediendo por lo que sea nuestro acceso a ciertos lugares o a ciertas poblaciones, se han venido abajo, entonces han sido más limitadas. Existe en casos un gran nivel de frustración, pero lo que no existe es darnos por vencido si pensamos que sigue habiendo necesidades vamos a hacer casi lo imposible para cubrirlas y no caer en el ánimo.
LP - ¿Cómo cuida su salud mental y física ese médico?
D.C. - En el ámbito físico, somos una organización médica con lo cual estamos rodeados de muy buenos médicos y cuidamos muchísimo nuestro personal. Y por el lado mental tenemos un grupo de apoyo psicosocial que monitorea el bienestar mental de todas estas personas que están muchas veces expuestas a grados de tensión y a situaciones fuera de lo normal o de su forma de confort. Le damos el apoyo necesario antes, durante y después del proyecto.
LP - En tu caso particular venís de la economía, ¿por qué elegiste Médicos Sin Fronteras?
D.C. - Estudié económicas pero rápidamente me di cuenta de que me había equivocado. No era eso lo que me gustaba. Pero es cierto que llevaba trabajando como voluntario de otras organizaciones no gubernamentales en los años noventa. Soy del norte de Castilla, de Burgos, y estaba estudiando en Bilbao en esos momentos y cuando empiezo a colaborar me doy cuenta que algunas de ellas que empiezan a manejar una cantidad de dinero muy significativo y eso fue el momento en que hice la unión entre lo que estaba estudiando y lo que podía ayudar a gestionar a las instituciones. Y me especialicé en eso. En el noventa y seis me involucré con Médicos Sin Fronteras.
LP - ¿Cómo se dio tu llegada a la Argentina?
D.C. - Después de trabajar con Médicos Sin Fronteras ya más de veinte años en diferentes contextos en diferentes lugares, mi último destino fue Marruecos con un proyecto de atención a población migrante. Salió esta vacante de una oficina que estaba creciendo y me pareció muy interesante ir a Buenos Aires.
LP - Alguna anécdota.
D.C. - Son incalculables. Te cuento una que explica de alguna manera a los retos a los que nos enfrentamos porque trabajamos en sociedades y en culturas que no conocemos. Creo que hacemos un gran esfuerzo por intentar conocerlas, pero siempre hay un nivel de choque cultural muy alto que uno tiene que llevar de la mejor manera posible. Recuerdo una anécdota en el norte de Kenia, trabajando en mi primera experiencia con población de refugiados somalí. Llegamos ahí, era muy joven, hacía mucho calor, y todos nos hacíamos pantalones con las telas africanas de colores que encontrábamos en el mercado, que eran muy vistosas, muy bonitas. Y un día, mi responsable de almacenes que era un somalí increíble, se acercó a mí y me dijo una frase que nunca se me olvidará, fue algo así como: “¿Por qué os empeñáis en haceros pantalones con las telas de los vestidos de nuestras mujeres?”. Me pareció fantástico, la síntesis que él hacía. Nosotros pensábamos que quizás así nos estábamos acercando a ellos, y evidentemente para ellos esta acción era completamente marciana. Esta historia me pareció divertida y es algo que siempre me guardo y llevo conmigo.
LP - Entre hacer un agujero en el agua, pensar en la piedra que Sísifo nunca llegar a detener en la cima… ¿cuánto hay de resiliencia en todo este trabajo que permite seguir pensando en hacer por los más necesitados aunque los problemas se sigan repitiendo?
D.C. - El balance no puede ser otro que el de seguir adelante por la mera esencia de la ayuda humanitaria que no es otra cosa más que un gesto de humanidad de persona a persona, de sociedad civil a sociedad civil. Un gesto que salva vidas o por lo menos alivia el sufrimiento, entonces esa esencia es la que nos hace seguir adelante. ¿Es una gota en el mar? seguramente sí, ¿es una curita? seguramente sí y lo sabemos, pero esa curita es bien importante para esa madre a la cual le están salvando el hijo. Como dijo nuestra expresidenta Paula que resume la esencia de la ayuda humanitaria para defendernos en contra de esas críticas como que “Ustedes son un parche”, y ella decía cuando sus fuerzas podían flaquear mientras estaba curando a un niño: “Hoy, tú, aquí, no te me mueres”. Eso es la ayuda humanitaria y creo que es lo que nos hace seguir adelante.
LP - ¿Qué nos falta en el mundo para superar lo que estamos viviendo?
D.C. - La clave es la empatía. Poder ponerse en la situación del otro y pensar cómo está sufriendo esa persona por el mero hecho de haber tenido la mala suerte de haber nacido en otra parte.
por Raúl Vigini
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