Saltar menú de navegación Teclas de acceso rápido
La Palabra Sábado 2 de Abril de 2016

En busca de… Maumy Isaes González Márquez, ingeniera y escritora

Todo por escrito Nació en Maracay, Estado Aragua, Venezuela en 1974 y se recibió de ingeniera metalúrgica en la Universidad Central de su país. Vive en Argentina desde el año 2005 y se desempeña como escritora, difusora y asesora literaria. Trabaja con libros propios y ajenos, promueve revistas de la especialidad y se entusiasma contando su vida a LA PALABRA en esta entrega.

Raul Vigini

Por Raul Vigini

LP - Contános lo primero que recuerdes de tu niñez.

M.G. - El primer recuerdo que tengo de chica es el comedor de nuestra primera casa, quedaba en el barrio de La Coromoto, en Maracay. Recuerdo estar mirando el techo que me parecía altísimo. También recuerdo la mesa de madera, creo que blanca. Lo demás es turbio, como una foto en la que haces foco en pocos detalles: el techo, la mesa, todo demasiado grande e inabarcable. Años después pasé por la misma casa y resultó ser diminuta.

LP - ¿Fueron las letras también un juego en tu infancia?

M.G. - Las letras siempre estuvieron presentes en mi vida. A los cinco años ya leía. Recitaba el abecedario a la carrera. Competía con mi papá para ver quién leía más rápido. Me encantaba iniciar el año escolar porque nos compraban un libro de lectura. Al primer mes ya me había leído el libro entero y después lo releía, una y otra vez.

LP - ¿Cómo sobrellevaste los cambios en la adolescencia?

M.G. - Siempre fui una chica introvertida. Prefería estar en casa a salir. Algunas veces hice travesuras pero fueron pocas, casi siempre estaba en casa. Sin embargo, tengo buenos recuerdos con mis amigos del secundario. Estudié en una escuela técnica, éramos pocas muchachas y los varones eran un desastre. Siempre fui muy cuidadosa y mis padres eran algo sobreprotectores. Supongo que la adolescencia pasó y yo casi ni me di cuenta. Qué aburrida.

LP - ¿Qué elegiste cuando ingresaste a la universidad? ¿Por qué?

M.G. - Como estudié el secundario en una escuela técnica decidí seguir la carrera de ingeniería. Al principio pensaba estudiar ingeniería eléctrica pero a medida que avanzaba en la carrera cambié de rama. Terminé estudiando metalúrgica porque, según nos habían contado, había pocos ingenieros metalúrgicos en el país. Al final me resultó fascinante, estudiar los metales abre puertas a mundos extraordinarios. Antes, muy al principio de la carrera, intenté cambiarme a la facultad de Artes, en especial me interesaba la difusión cultural. Por alguna razón me parecía que era más lo mío. Sin embargo, pensé en aquella época: si estudio arte me muero de hambre. Siempre fui bastante práctica. Entonces decidí terminar ingeniería, más tarde, me dije, tendría tiempo de ser artista.

LP - ¿Y lo literario desde qué lugar lo concebías mientras avanzabas en los estudios primarios, secundarios y superiores?

M.G. - Siempre me gustó leer. Me fascinaban las historias. De niña podía leer cualquier cosa, desde Corín Tellado hasta el Nuevo Testamento, las historias bíblicas son realmente tremendas. Había pocos libros literarios en casa. Nuestra biblioteca se limitaba a unos cuantos tomos de enciclopedia, libros escolares que heredábamos de nuestros primos o vecinos y algunos libros religiosos que dejaban los Testigos de Jehová que pasaban los domingos con la idea de convertirnos. Incluso, cada tanto, caía alguna Cosmopolitan, de ahí leía los relatos de Corín Tellado. Me leía casi todo. Aunque las enciclopedias me aburrían, no había historias narradas ahí sino conceptos y yo quería leer cuentos, novelas, relatos, igual las leía. Lo que me fascinaba era cómo contar. Recuerdo haber pensado: pero si yo puedo escribir algo mejor que esto; en especial, cuando leía a Corín Tellado. Después de dos o tres relatos, me di cuenta de la formula: chica pobre, tipo rico, triangulo amoroso, etcétera. Entonces, comencé a aburrirme y a buscar otras cosas. Una vez fuimos a visitar a unos amigos a otra ciudad. En aquella casa preparaban una torta de bautismo. Yo me fastidié de las señoras en la cocina batiendo mantequilla y me fui a investigar por ahí. Encontré un libro: “El principito”. Comencé a leerlo enseguida y me quedé prendida. Como nos íbamos al día siguiente me dije: si no lo leo ahora, no lo leo más; así que me pasé el día entero con ese libro. Lo leí de un solo tirón, como un sediento.  De regreso a mi casa también comencé a hurgar, descubrí dos libritos que me encantaron: “El relato de un náufrago” y “Ojos de perro azul”, de Gabriel García Márquez. Digo libritos porque eran ediciones muy pequeñas que tenía mi papá guardadas en su mesita de noche. Eran libros vedados, vaya a saber porqué. Los leí a escondidas. Fue una especie de viaje de ida. Más tarde leí “Cien años de soledad” -lo leí tres veces- y de más grande, me regalaron un libro de cuentos de terror de donde leí “El Pozo y el péndulo” de Poe y “El aviador nocturno” de Stephen King, con esos dos cuentos terminé de corroborar que lo que me fascinaba de la lectura era la creación del  suspenso. Y así seguí. En algún momento escribí un par de cuentos pero eran simples experimentos y nadie, ni yo misma, se los tomó en serio. Al hacerme más grande y adquirir otras responsabilidades la inquietud de la escritura quedó guardada. Había que estudiar, había que trabajar. La lectura seguía como un entreteniendo pero la escritura quedó relegada a informes de trabajo, hasta mucho tiempo después.

LP - ¿Cuál es tu misión como facilitadora de la difusión de la obra de otros escritores?

M.G. - Al principio, cuando comencé a asistir a talleres de narrativa no tenía ni idea de que algún día publicaría. Lo vea lejanísimo.No me veía como escritora. La primera que me llamó así fue Alejandra Laurencich y me dio vergüenza. ¿Yo, escritora? Si soy ingeniera. Me costó asumir ese otro rol. No he dejado de ser ingeniera porque fue lo que estudie y me gusta, pero al mismo tiempo soy otras cosas. Al decidir dedicarme a la literatura asumí un nuevo rol: el de difusora. Fue algo extraño porque no lo busqué, simplemente se dio. Y con el paso de los años me di cuenta de que me gustaba. En el proceso publiqué un libro, he hecho prensa, conocí periodistas y medios, he participado en lecturas y presentaciones, no solo como escritora sino también como organizadora, coordino talleres de narrativa, clínicas de corrección, corrijo textos, asesoro y difundo autores, llevo adelante un blog sobre el oficio de escribir y así. He aprendido mucho y sigo aprendiendo. Lo que me interesa es poder colaborar con otros, allanarles el camino, por lo menos desde mi lugar, en especial si sé que son buenos, si son escritores de oficio, que trabajan con seriedad su obra.

LP - ¿Qué te gustaría que sucediera en poco tiempo más?

M.G. - Recién terminé un nuevo libro de cuentos. Me gustaría poder publicarlo. También reeditarTodas las mañanas un muerto” que tuvo una prensa excelente y del que quedan pocos ejemplares. Ahora estoy terminando una nouvelle de tema fantástico que comencé a escribir en paralelo a una novela sobre un mundo distópico, mucho más ambiciosa, que he preferido madurar más. La novela más chica terminó abarcando más espacio en mi cabeza que la más grande. Irónico, ¿no? Mientras tanto sigo escribiendo cuentos. Creo que en resumen me gustaría publicar más pero es algo complicado conseguir editorial.

LP - ¿Podés con la vida propia?

M.G. - Trato de poder con quien soy. Me peleo todos los días conmigo y me amigo también. Nunca terminamos de conocernos realmente. A veces me sorprendo de mí, de las cosas que hago. No sé cómo seguir y sigo, acá estoy. Creo que no sabrás de lo que eres capaz hasta que lo hagas. Tienes que accionar sino todo se queda en veremos.

por Raúl Vigini

[email protected]

Seguí a Diario La Opinión de Rafaela en google newa

Los comentarios de este artículo se encuentran deshabilitados.

Te puede interesar

Teclas de acceso