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La Palabra Sábado 18 de Mayo de 2019

En busca de… Juan Alberto Pugliano, músico

Teclados, partituras y batuta Una niñez rodeada del ambiente artístico lo invitó a sumarse estudiando piano con maestros destacados que fueron sus mejores referentes en la vida profesional. La curiosidad por presenciar ensayos y conocer intérpretes consagrados le permitió desarrollar su trabajo y ser elegido para integrar orquestas y agrupaciones como pianista, director y arreglador. Acompañó desde los escenarios o desde los estudios de grabación a casi todos los cantantes argentinos. Reconocido por sus pares, también recibió honores por su vasta e importante trayectoria. De sus momentos más sobresalientes nos cuenta en esta entrevista con LA PALABRA.

Agrandar imagen archivo Laura Pierre
archivo Laura Pierre Crédito: En la platea: el director Juan Alberto Pugliano con el rafaelino Carlos Pierre -hermano de Hugo- y LA PALABRA presenciando el recital de Mistango
Raúl Vigini

Por Raúl Vigini

LP - ¿Hereda el gusto por la música?

J.P. - Mi papá era baterista, tenía muchísimo trabajo en los años cuarenta y cincuenta. Tocaba en boite, jazz, música española, había que leer partitura, y a mis siete años me llevaba de la mano un rato para estar con él, y hubo un tiempo que trabajó mucho con Osvaldo Fresedo tocando el vibrafón y la percusión. Y mi tío pianista, del Teatro Nacional que todavía existe. Me acuerdo que de muy chico, mi tío dirigía en reemplazo de Lino Vinci, me llevaba y me sentaba al lado del piano y yo veía todo.

LP - ¿Esa vivencia lo lleva a lo que después fue su profesión? ¿Influyeron, orientaron?

J.P. - Mi papá siempre quiso que yo fuera músico, me motivó, me llevó, me indujo, me empujó a que tocara el piano. Empecé a estudiar con un amigo a los ocho años, aprendí la técnica del piano y cuando consideró que era hora de cambiar y avanzar, me llevó a estudiar con Francisco Amicarelli, que es un primo de Dante Amicarelli. Era un concertista alumno de Vicente Scaramuzza, de esos que se tocaban la vida, y me acuerdo que era compañero de Locatelli y otros más.

LP - ¿Eran además de buenos maestros, bravos en la exigencia?

J.P. - Sí. Eran bravos. Me acuerdo que iba a la casa a mis dieciséis años y Amicarelli había tocado en la misma orquesta con mi abuelo que dirigía y tocaba el bajo. El primer día que fui recuerdo que venía con el toscano y te decía con tono de tano que lo espere un poquito que iba a la feria a buscar la comida. Me hacía tocar y yo hacía Schubert por ejemplo, me escuchó diez compases y me dijo: “córrase, mire, esto se toca así”. Tocó y yo no lo podía creer. Se me iban los ojos. Y dice: “¿ve? Tengo cinco dedos acá y cinco acá son diez dedos”. Tengo todavía los libros con sus correcciones grandes en lápiz: “lento”, “cuidado acá”, “dedo mal”. No me olvidé más. Con él estuve un tiempo y salí de ahí y estudié con la señora de Dante, Carmen Scalcione que era una concertista.

LP - ¿Y el hecho de decidir que el piano fuera su trabajo?

J.P. - A mis doce o quince años inclusive estudiando, mi papá que tenía muchos amigos músicos y eso fue un gran beneficio para mí, me recomendó para tocar en los carnavales. O en fiestas y clubes. Así hice mis primeras armas. Después fueron algunos cambios profesionales en el Bajo famoso donde estaban los boliches con un piano solo. Era un trabajo terrible porque se tocaba media hora nomás, y el músico de acá después se cruzaba y tocaba media hora en el boliche de enfrente, y volvía a cruzarse con el musico del otro lado, y así toda la noche hasta las cuatro de la mañana. Fue una buena experiencia que a la lejanía digo qué tristeza, ahora no lo haría. Después apareció un amigo de mi papá que tocaba el violín y tocaba con Lucio Milena que era un italiano que falleció joven y era director y trabajaba mucho con música de películas, jingles, teatro, formaba orquestas, la orquesta de Canal Trece la formó él donde estaba el Gato Barbieri, Hugo Pierre, Pichi Mazzei, José Granata. Se había hecho en el sesenta la comedia musical Mi bella dama en el Nacional con Rosita Quintana que era una actriz mexicana y José Cibrián padre. Mi tío era el pianista. Al año siguiente Cibrián compra una comedia italiana y la orquesta la formó Lucio Milena. Como necesitaban un pianista de ensayo, el violinista amigo de mi papá me recomendó. Me aceptó, me explicó en su casa lo que tenía que hacer con las partes, y a la mañana iba a ensayar con los bailarines, con los actores, y con todos juntos la obra completa. Ahí ya había ingresado en el ambiente y me conocían. Después en ese estreno en el Teatro Astral que anduvo muy bien, con arreglos de Milena que era muy práctico. Yo también ensayaba con los músicos suplentes. Y me llamaba para algún jingle que eran mejor pagos que otros trabajos.

LP - Después vino el momento de arreglos y composición.

J.P. - Siempre estudié con maestros particulares con los que también aprendí armonía. Pero considero que en cada uno de nosotros hay un poco de autodidacta. Uno toma todas las pautas de la armonía y el contrapunto, pero después hace lo que a uno le suene mejor. Cuando Milena forma la orquesta de Canal Trece empecé a ir y hacía arreglos para acompañar a los cantantes que llegaban. Con el tiempo fui convocado por Raúl Parentella. Me empezaron a conocer como arreglador y me llamaban para hacer trabajos. Recuerdo que estaba Mike Ribas que falleció fuera del país. Estaba La noche de Andrés con Percivale donde hacía arreglos, y recuerdo que él me habló de una mujer que cantaba muy bien y era María Graña.

LP - El escenario fue un lugar convocante para los arreglos en las comedias musicales.

J.P. - Estando en Canal Trece como estable en el año setenta y seis con Parentella como pianista, me llama María Herminia Avellaneda que estaba con Susana Rinaldi y me pregunta si sé tocar tango porque iba a hablar Juan Carlos Cuacci conmigo para debutar en París. Ensayé con ellos y debutamos en el teatro donde hoy es el Museo de Orsay. El dueño del Olympia se enteró del éxito de Susana y mandó a un emisario a escucharla y a comprobar lo que eran esas funciones. La convocan para hacer una publicidad del Olympia sin contratarla para cantar. Pero esa noche estaba Julio Iglesias con Jeanette en ese teatro y ella no podía actuar, entonces le ofrecieron a Susana y a ella no le parecía bien. La convencimos y cantó. Los franceses se quedaron absortos con ella. Una ovación que no se podía creer. Fue un arranque poderoso en París. En ese tiempo yo trabajaba en la orquesta del Maipo también todos los días menos los lunes.

LP - Nunca dejó de tener trabajo desde que empezó.

J.P. - No. Siempre estuve en actividad desde mis inicios. Y fui reconocido con el Premio Konex como arreglador. Actualmente estoy trabajando en Piazzolla Tango que está donde era un teatro en la Galería Güemes. Estuve también en el Polo bandoneón que es un proyecto cultural en los barrios. Tuve oportunidad de estar con todos, y de todos aprendí. Con Jairo, con Daniel Riolobos, con Nacha Guevara, y con Antonio Gasalla. Con una de las personas que aprendí mucho fue con Susana Rinaldi, que es una gran intérprete, sabía lo que quería, subía al escenario y yo estaba tranquilo en el aspecto de que conocía lo que iba a pasar porque ella ya me lo había dicho, y de Lucio Milena aprendí y me ha quedado información. Estuve trabajando como director pianista con Luis Rey que es el padre de Luis Miguel que cantaba baladas, porque Lucio Milena era el arreglador. En el sesenta y siete fui con él a Venezuela, Costa Rica y Panamá, antes de que naciera el hijo. Y al año siguiente estuve con Libertad Lamarque como pianista de ensayo en Hello Dolly, en el Teatro Odeón que ya no existe.

LP - ¿Cómo ingresa al proyecto del conjunto femenino Mistango?

J.P. - Ellas ya tenían armada la formación, el productor del grupo Ricardo Pald me propuso que aporte lo que les faltaba porque tenían un homenaje a Piazzolla y le faltaban algunos arreglos. Y a Piazzolla hay que tocarlo muy poquito porque él compuso con todo lo necesario. Había temas que no se venían haciendo y los arreglé para ese repertorio como Balada para él, le agregué algo en Yo soy María. Otros había que adaptarlos y algunos escribirlos.

LP - ¿Cómo vio el proyecto de Mistango dedicado a Astor Piazzolla?

J.P. - Es bárbaro, a mí me parece buenísimo. Las chicas tocan muy bien, son grandes músicas todas, la cantante lo hace muy bien, sabe estar en el escenario, sabe manejarse, sabe hablar. Están bien elegidos los temas, es una propuesta superinteresante, es una pena realmente que esté todavía sin ser conocida.

LP - ¿Qué lo convoca la actualidad?

J.P. - Estoy como músico y director del sexteto en Piazzolla Tango.

LP - ¿Qué le exige a un buen músico?

J.P. - Son pocas y muchas cosas. Me acuerdo de Jorge Calandrelli que es un gran amigo que está en Los Angeles que alguna oportunidad me dijo: “Mirá Pugliano, en Estados Unidos no basta con hacer un arreglo y que esté bien. Si la producción, el trabajo te dice sí está bien, no está bien. ¿Sabés cuando está bien? Cuando viene el productor y te dice esto es lo que yo quería. Eso es punto uno. Punto dos: si a vos te dicen a las tres de la tarde, tenés que estar a las tres menos cinco, no podés estar a las tres y cinco porque te hacen la cruz.” Esas cosas como saber escuchar, seguir estudiando siempre, siempre. La ciencia de la música no tiene fin me decía un gran maestro que tuve.Todos los días hay que estudiar, requiere disciplina, seguir informándose. A mí me gusta el jazz, por ejemplo, y es una asignatura pendiente, me quedó en el camino. Cuando mi papá me llevaba a los bailes, tocaban también los Swing Timers donde el pianista era Jorge Navarro y yo me sentaba a su lado. Porque se aprende mucho además escuchando y viendo. Un baterista aprende mucho también poniéndose atrás y mirando lo que toca. Mirar cómo se sienta al piano, y cómo lo toca. Son muchas cosas. Y tratamos de seguir haciéndolo que no es poco.

por Raúl Vigini

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