Por Raúl Vigini
LP - Llegó el primer descendiente nacido en la nueva Colonia.
A.F. - Transcurría el mes de octubre, precisamente el día 7, el matrimonio compuesto por Don Francisco y Doña Marta, regala a Colonia Egusquiza, su pequeño Bartolomé, convirtiéndose éste en el primer hijo de nuestra Colonia. Mientras esperaban el tiempo de la cosecha, llegaron al lugar dos hermanos de Don Francisco y Don Angel, con sus respectivas familias, y el cuñado de ambos, todos ellos venían de la localidad de Irigoyen, provincia de Santa Fe. Una vez reunida toda la familia, deciden arriesgar sus escasos bienes para comprar un pedazo de tierra y poder trabajar así, en suelo de su propiedad. Se dirigieron entonces a Esperanza y convinieron con el señor Guillermo Lehmann la compra de dos concesiones de terreno cada uno, con el propósito de construir sus hogares, pero todos en la misma dirección. El señor Gentile resolvió adquirir un cuadrado entero, y construir su casa en la mitad del lote. El valor de cada concesión ascendía a cien pesos. Ya entrado 1.885, sus mentes apuntaban la proximidad de una nueva época de siembra, pero ésta, por primera vez, lo harían en tierras de su propiedad. Cuántas nuevas ilusiones, cuántas nuevas esperanzas, a las que sumaron el 29 de noviembre, la llegada de un nuevo hijo, del matrimonio formado por Francisco y Marta, que llamaron Francisco y, la llegada de otro hermano con su familia, Antonio, y el último de sus cuñados llamado José Boglione con su esposa Ana Fassi y su hijo Mateo. Estos últimos siguiendo la iniciativa de sus familiares ya residentes en el lugar, llegan a Esperanza y compran a Guillermo Lehmann dos lotes de terreno. Don Antonio compró en las mismas condiciones que sus hermanos, y Don José dos concesiones al norte de su cuñado Vicente, para estar más cerca de la familia. Como se repetía anualmente llega la época de la cosecha y, aunque ésta fuera regular, atan pacientemente su carro y se encaminan hacia Pilar, para proceder allí a su venta.
LP - Siguen los nacimientos pero acecha la enfermedad…
A.F. - Era el 31 de enero de 1.886, el matrimonio formado por Don Angel y Doña Ana reciben con regocijo la llegada de su pequeño Francisco. Al cabo de un breve tiempo la familia se agranda nuevamente con la llegada de Antonio, hijo de Don Vicente y Doña Catalina, y con el nacimiento de José, hijo de Don José y Doña Catalina. En 1.886… qué espanto!… El cólera, el terrible cólera, disminuyó considerablemente la población. Felizmente las familias, Fassi, Boglione y Gentile, no debieron llorar la pérdida de ninguno de sus miembros. Es que alguien los protegía, Dios y la Virgen Patrona de Morello. Ya entrado 1.887, el 18 de agosto, nace la pequeña Marta, del matrimonio que formaban Don Francisco y Doña Marta, y, un hecho importantísimo marca un nuevo rumbo en sus trabajos. Con el dinero ahorrado en la cosecha compran una máquina trilladora, pero con motor a vapor, la que debía ser trasladada de un lugar a otro, por bueyes.
LP - Las actividades laborales los acercan a Rafaela.
A.F. - En 1.888, la familia que formaban Francisco y Marta, se alegra nuevamente con la llegada de otro hijo, esta vez un varoncito. Era el 11 de octubre, y lo bautizaron con el nombre de José. En este nuevo año, la satisfacción de progreso acompañaba sus labores. Mientras éstas son realizadas, un desperfecto mecánico demoró sus tareas, entonces Don Angel ordena a la mayor de sus hijas, Dominga, llegarse, al día siguiente, a la casa de Don Faustino Ripamonti para efectuar la compra de los repuestos. Sin vacilar, muy de madrugada del nuevo día, la pequeña Dominga montada en su caballo que llamaban Pirincho, se encamina rumbo a la ciudad de Rafaela. Una gran helada cubría los campos pero, cuál no habría sido el asombro de Faustino, al ver cuando apenas despuntaba el alba, llegar en el patio de su casa, a una niñita muy pequeña aún, llevando en sus temblorosas manos una pieza de arado mancera. Sus labios no podían transmitir el mensaje de su padre, entonces, el señor Ripamonti, compadecido de la pequeña ordena a su esposa Doña Luisa, le calentara y le diera el desayuno, así como una copita de caña para reanimarla. Dominga, repuesta ya del frío y después de haber cumplido el encargue, monta nuevamente sobre su compañero de viaje, Pirincho, y, cuando ya eran las diez y media inicia su viaje de regreso. Cruzando campos solitarios, pero acompañada de un maravilloso sentido de responsabilidad y obediencia, llega a su hogar, con todos los encargues cumplidos y con una gran experiencia para transmitirles a sus padres, quienes, de inmediato se abocan a la tarea de reparar sus herramientas para poder continuar así su labor. A fines ya de 1.888 nace otro hijo, Bartolomé, del matrimonio que formaban Don Angel y Doña Ana; José y Catalina dan a luz a su pequeño Francisco, el 29 de noviembre.
LP - Y en aquellos años el agua también comenzó a ser un problema muy importante.
A.F. - Año 1.889, una gran inundación perjudicó enormemente los campos. Una cosecha muy pobre recogieron de sus tierras, pues durante varios días las aguas permanecieron estancadas en el suelo. A partir de esta época, la venta de sus cosechas la hacían directamente en la localidad de Lehmann. Una de sus obligaciones era el trabajo, pero la otra sin dudas, aumentar su familia, y es así que en 1.890 nace el niñito Angel, del matrimonio que formaban Don Angel y Doña Ana; otro pequeño, al que llamaron también Angel, del hogar de los esposos José y Catalina, y el 3 de marzo la pequeña María Adelaida hija de Don Francisco y Doña Marta. Continuando con el manejo de sus explotaciones, los hermanos Angel y Francisco resuelven trabajar cada uno por su cuenta. Don Angel, en una decisión tal vez un poco apresurada, decide regalarle al señor Truco, su parte de la máquina trilladora a cambio de unas copas de caña. Al llegar a su hogar cuenta lo ocurrido a su esposa Ana, quien se muestra totalmente desconforme del negocio. Ordena a Don Angel atar el “tilburi” y, ambos, llegan hasta el domicilio del señor Truco y conviene la operación, adquiriéndole éste, la parte de Don Angel. Después de pasada la cosecha, los hermanos de Angel venden también sus partes, quedando la máquina en propiedad absoluta del señor Truco. Corría ya el año 1.891, el 31 de julio, nace el pequeño Bernardo, en el hogar de Don Francisco y Doña Marta.
LP - Llegó la hora de levantar la Capilla.
A.F. - Ya en el año 1.892, la situación era más favorable. Todos unidos, en ademán de hermandad resuelven radicarse definitivamente en Argentina, y levantar, como testimonio de fe y agradecimiento, una modesta gruta en honor a Nuestra Señora del Huerto; ayer Patrona de ellos en Morello; hoy Patrona de toda la familia en Capilla Fassi. La iniciativa fue comentada entre parientes y vecinos, quienes prometieron su pronta y desinteresada colaboración. Ante tanto apoyo de la gente del lugar, en vez de una gruta, comenzaron la construcción de una Capilla. Don Francisco donó un pedazo de su campo, Don Angel los primeros ladrillos que sirvieron para comenzar a levantar el templo. Ellos, los habían fabricado para su nuevo hogar, pero la iglesia era prioridad. El trabajo los unía, el esfuerzo los acercaba aún más y los deseos de cumplir con su promesa los impulsaba a la tarea silenciosa de levantar, paso a paso, las paredes de esa Capilla, que fuera a la postre lugar de oración y de sana espiritualidad, para toda la familia, para quienes habitaron y siguen habitando el lugar. El 29 de agosto de 1.892 daban por finalizada su obra. Qué inmensa alegría, habían alcanzado la estrella, se levantaba ya la primera cruz en Colonia Egusquiza. Fue éste un gran acontecimiento para todas las familias del lugar, hecho que celebraron todos unidos, un una gran fiesta, que duró varios días. Se plasmaba entonces una sola fuerza: tierra y hombres, y, mientras la parcela humífera brindaba sus riquezas inagotables, los hombres, de pie, a la vera de sus bueyes dóciles y con sus manos unidas sobre el pecho musitaban en las horas del “Angelus”, su honor a Nuestra Señora del Huerto, Patrona del lugar. Don Francisco y Doña Marta, dieron a esta tierra tres hijos más: Angel, que naciera el 12 de agosto de 1.893; Antonio, el 4 de agosto de 1.896 y Vicente, el 3 de marzo de 1.899. Se cumplían así, poco a poco, sus sueños: venir a “Mérica”, forjarse un porvenir, rendir homenaje a la Virgen Patrona de Morello, regalar a esta Argentina, su Patria por adopción, el fruto de su amor: sus hijos. Con ellos dieron a este lugar: brazos fuertes que supieron, en silencio y con fe, arrancar los primeros tesoros de nuestro suelo pródigo; mentes sanas y puras, dispuestas a sembrar las semillas del bien, del amor, de la paz; almas fuertes y nobles forjadas en el sacrificio, el desinterés, la ayuda al prójimo.
LP - Una reflexión familiar acerca del acontecimiento del centenario de la llegada al país.
F.F. - Quienes somos descendientes del árbol genealógico que comenzó a formarse con Don Francisco y Don Angel Fassi nos cabe hoy, la obligación moral de hacer un alto en nuestras tareas para tomarnos muy fuertes de nuestras manos en gesto de hermandad y elevar los ojos al Infinito en ademán de agradecimiento por haber iluminado a estos dos nobles hombres, con sus respectivas esposas, para que vinieran a radicarse en esta parte del Nuevo Mundo llamada Argentina, brindándonos así la oportunidad de ser, con orgullo, ciudadanos argentinos. A ellos precisamente, a Don Angel y Doña Ana, a Don Francisco y Doña Marta, nuestro silencioso pero sincero agradecimiento, junto a nuestro deseo ferviente de que la Divinidad siga iluminando sus almas por el camino que las conduce hacia la Eternidad. Sin duda su presencia espiritual sigue habitando en nuestras familias, en nuestros propios hogares y sus ejemplos siguen latentes en sus descendientes. Ojalá que nuestra admiración por todo lo realizado por ellos, se trasmita a las generaciones futuras, para que también como nosotros, puedan tomar sus ejemplos y seguir trabajando en pro de una Argentina grande y fuerte. Gracias a ellos; Gracias a la Providencia, que nos permite celebrar todos unidos, el primer siglo de vida, de este pedazo de nuestro suelo, pequeño pero muy querido por nosotros, al que todos seguimos llamando Capilla Fassi.
por Raúl Vigini
Los comentarios de este artículo se encuentran deshabilitados.