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La Palabra Sábado 24 de Febrero de 2018

En busca de… Ernesto Acher, músico

Dispuesto a hacerlo sonar Una serie de instrumentos de viento lo identifican como intérprete según lo ha demostrado a lo largo de su trayectoria profesional. Pero el humor es parte de su propuesta. Integró Les Luthiers en los comienzos, generó La Banda Elástica con maestros destacados, homenajeó a George Gershwin con amigos, propuso “Los animales de la música” con casi cuarenta colegas en escena. Creativo, sagaz, eufórico, ameno, fervoroso, reflexivo, crítico, conversó largamente con LA PALABRA.

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archivo La Palabra Crédito: Charla: LA PALABRA con Ernesto Acher una mañana porteña Foto 1 de 2
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archivo Les Luthiers Crédito: Díscolo: Ernesto Acher asoma rompiendo… fila entre sus compañeros de Les Luthiers Foto 2 de 2
Raúl Vigini

Por Raúl Vigini

LP - Quienes vieron su trabajo en “Los animales de la música” encontraron a un grupo de pares cómplices del juego musical.

E.A. - Con el flautista Jorge de la Vega veníamos en contacto, un día me comentó que tenía un doble quinteto, y fui a un ensayo. Me encantó en la sonoridad, era una orquesta. Vamos a hacer un concierto, le dije. Entonces escribí el repertorio para ese conjunto: Dvorak, Piazzolla, de todo. Nos divertimos como locos, y por suerte se grabó. Pensamos en hacer algo para chicos, y jugando, un día salió la idea de hacer temas que tuvieran nombre de animales. Y el título salió enseguida, estaba servido. Conseguimos producción, se estrenó, se repitió. Sigo creyendo que hoy sería un bombazo pero nadie lo cree así.

LP - ¿Y el homenaje a Gershwin cómo nació?

E.A. - Pasó -cosa de la casualidad- que en un verano fui a Pinamar, Jorge Navarro tenía una casa y lo fui a visitar. De vuelta en Buenos Aires salíamos habitualmente, y un día me llaman para tres conciertos sinfónicos. La idea era tango, jazz y comedia musical. Aunque el proyecto no salió, me quedó lo de jazz. Un día me levanto y lo llamo a Jorge para decirle que tenía una idea sobre la Rhapsody in blue, y él me dice que estaban pensando lo mismo con Baby López Furst. Me propone hacer todo Gershwin. Estábamos felices, hasta el nombre estaba servido: “Gershwin, el hombre que amamos”. Conseguimos auspiciantes y nos ofrecieron el Teatro Avenida para dos martes, estuvimos dos meses. Se sostuvo hasta que se fue Baby.

LP - Se trataba de un repertorio siempre vigente…

E.A. - Un día andando por internet, veo la All American Orchestra, que hacía jazz sinfónico, relacionada con la Fundación de Henry Mancini y todos los años organizaban un festival. Y estrenaban obras de compositores americanos que transitaran por el jazz sinfónico. Le escribo un correo al director haciéndole saber de nuestro proyecto, y él muy amable me contesta que le parece muy interesante pero que envíe una grabación. Le mando los temas y me hace llegar una carta diciendo: “ah, ah, ha, esto es cosa seria, maravilloso el desempeño de la orquesta, y los pianistas, pero esto no encaja en el perfil de los conciertos de la All American, pero esto es tan bueno que voy a hacer la gestión para el año que viene a ver si puedo incluirlos”. Empezaron las cartas de ida y vuelta y en el medio se muere Baby.

LP - Después fue Chile…

E.A. - Cuando fue lo de la All Orchestra ya estaba bastante harto de Buenos Aires, tenía una casa en La Cumbrecita, Córdoba, y pasaba bastante tiempo ahí. A fines del dos mil me fui a vivir a La Cumbrecita, trabajaba en la capital provincial, tenía amigos en el Teatro Libertador, los directores de las orquestas. Un día me atreví a comentarle lo de Gershwin al director de la Sinfónica de la Provincia, Carlos Giraudo, un preparador espectacular, de quien aprendí muchísimo presenciando sus ensayos. Y me dijo que vaya a hacerlo ahí, y así fue. Lindísima la experiencia. A fines del dos mil uno. Y cuando vi la jura de Adolfo Rodríguez Saá tomando champán como si el país estuviera de fiesta dije: chau. Me habían invitado a Chile por segunda vez. Estuve quince años con una muy linda experiencia, muy bien recibido, me trataron muy bien, nunca tuve ningún problema. Hice unas cuantas cosas: empecé con un taller de creatividad, fui docente de literatura e historia del arte. También con la música.

LP - ¿Y el presente con la vuelta al país?

E.A. - Extrañaba mucho, y además Chile, país que quiero mucho, tiene un problema cultural muy serio. Tiene poco desarrollo cultural y sufre de “papelismo”. Nadie pregunta si sabe, lo importante es que tenga diplomas. Si nos quejamos de acá de las autoridades culturales, no te puedo explicar lo que es allá. Y eso es un agujero en el balde. Peleé mucho. Acepté un cargo apostando mucho a lo que podía renovar. No me dejaron sacar los pies del plato. No entienden nada. No vine con proyectos cuando regresé. Y cuando volví me pidieron que haga algo, hice “Humor a la carta”. Y tratando de reflotar con Esteban Morgado un espectáculo de tango.  Proyectos hay.

LP - ¿Cómo se aborda un proyecto artístico?

E.A. - Pienso que muchas veces la cultura argentina oscila entre “vamos a lo seguro” y “¿dale que éramos originales?”, que tampoco funciona. No es voluntario. Además es como en tantas otras cosas, uno tira un montón de tiros, y alguno sale bien...

LP - Puede mirar para atrás y ver un camino importante recorrido.

E.A. - ¿Sabés lo que pasa? No es voluntario. Estoy contento con lo que hice, pero con ganas de seguir haciendo.

LP - Con todo respeto le voy a hacer la última pregunta, después de haberlo visto hace treinta años: ¿Por qué la gallinita dijo Eureka?

E.A. - (Carcajadas espontáneas a alto nivel. Y con voz de niño inocente cual versión antológica de Les Luthiers con Los Honguitos cuando él mismo lo protagonizó) La verdad, no lo sé… (risas generalizadas).

Por Raúl Vigini

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