Por Raúl Vigini
LP - ¿Dónde naciste?
C.S. - Soy porteña.
LP - ¿Padeciste el trajín diario de la gran ciudad?
C.S. - Sí, el trajín diario es difícil. En una Capital Federal donde se concentran te diría la mayor manifestación de los conflictos que puede haber en nivel nacional, porque es la sede prácticamente de todos los ámbitos.
LP - ¿Cuál sería la válvula de escape para esa situación entonces?
C.S. - La seguridad social me lleva mucho tiempo de lo que es mi vida cotidiana, a veces me cuesta poner límites porque la verdad es que soy una apasionada de lo que hago realmente. Siento que desde muy chica tengo una vocación muy definida, pero la verdad es que cuando uno sale de esto como vía de escape, o acá paramos, más que nada es la familia, es la casa, son los hijos, lo que tiene que ver con la vida afectiva. Eso a mí me desenchufa bastante. Una vida afectiva, una vida familiar que también excede la familia primaria, de los hijos, hay hermanos, hay sobrinos, pero creo que ésa es la mejor vía de escape, porque, además, la familia o tus seres queridos que vos elijas, siempre te ponen en eje. Y te hacen tener otras miradas u otros análisis del resto de las cosas.
LP - ¿Qué momento fue el que te aseguró que lo tuyo iba a ser la comunicación?
C.S. - Estudié en el Normal N° 9 “Domingo Faustino Sarmiento”, una escuela de mujeres, una de mis mejores amigas, ésas de toda la vida, nos conocimos a los catorce años, María Celia Galloso, una entrerriana divina, siempre me recuerda y dice: “tenías quince años y había dos cuestiones que repetías en forma permanente: ‘Quiero ser periodista y quiero ser mamá’”. En realidad, creo que lo tuve a muy temprana edad muy definido el tema de la maternidad, y el de la vocación. Ahora si me preguntás en qué momento supe que me quería dedicar al tema social dentro de la comunicación o dentro de ese tema al de personas mayores, fue estudiando en la universidad. Había terminado la secundaria, había entrado a Instituto Superior de Enseñanza Radiofónica -ISER- donde me recibí de locutora, y allí mismo empalmé inmediatamente con la carrera de periodismo, después fui a la universidad para la Licenciatura en Comunicación Social. Y ahí empecé a observar el tema de lo que estaba ocurriendo con las personas mayores. Empecé a darme cuenta que las personas mayores como no tenían respuestas del Estado, de los organismos pertinentes, empezaban a ir a los medios de comunicación, a las radios, a los canales, pidiendo ayuda, pidiendo una respuesta que el Estado no les daba, porque era un Estado ausente, o le daba respuestas, pero muy complicadas. Fueron los años noventa. En cuanto al tema de seguridad social era todo un aprendizaje diario, los jubilados no entendían nada, les preguntaban a los hijos y a los nietos que tampoco entendían nada. Y ellos mismos instalan en la puerta de los medios de comunicación, esto de la aparición de los periodistas tradicionales. Nosotros somos consecuencia del reclamo de los jubilados. De hecho, tuve que hacer la tesis en la universidad y la hice sobre ese tema. Y cuando terminé la tesis después de elaborar, de trabajar, de investigar, me di cuenta que me quería dedicar a la comunicación social y concretamente en seguridad social.
LP - ¿Lo laboral empezó con tu egreso de la universidad?
C.S. - No, empecé a trabajar en los medios cuando recién había terminado las dos carreras terciarias y entro como periodista en el ámbito social, y estando en los medios rindo las equivalencias y retomo una carrera universitaria.
LP - ¿Cómo recibiste los reconocimientos?
C.S. - Me cuesta un poco convivir con ese tema porque como no trabajo para los reconocimientos... En realidad, trabajo para la gente, pero además por mí misma, es un tema de vocación, de ganas, me gusta estar en el lugar que estoy. Lo recibo con mucha emoción, pero poniéndole alegría. Un reconocimiento no determina que sos el mejor, ni que hacés las cosas supergeniales, sino que te está marcando que alguien reparó en vos, y que vio que vos hacías algo importante para la gente. Es un mimo al alma, una buena oportunidad para que te acompañen la familia, los amigos, que se destaque un equipo de producción, tus compañeros, las palabras cariñosas. El canal sigue confiando después de veinticuatro años en que el tema de la seguridad social tiene que estar entre los temas más destacados del contenido periodístico, y el equipo de producción que ha trabajado con mucha responsabilidad y con honestidad. Siempre traté de explicarles que estábamos haciendo un programa que tenía que ver con una parte muy sensible de la sociedad, y en muchos casos con sectores castigados y olvidados por los distintos gobiernos. Porque detrás de la cámara hay gente que no le alcanza para vivir, o un chico que no se alimenta bien, o una persona que perdió su trabajo. Y el jubilado que está bien y que cobra una jubilación que le alcanza para vivir pero que no le pagaron lo justo, y eso ya es una injusticia.
LP - ¿Qué te queda por hacer?
C.S. - Te diría: ¿qué queda por hacer? No lo que le queda por hacer a Clara. En seguridad social queda todo por hacer. Y así, aunque se crea que está todo hecho las medidas son inagotables para que la gente esté mejor. Hay mucho por hacer. La seguridad social es injusta, inequitativa, desordenada. Eso hace que tengamos una población que sienta a veces que algunos son ciudadanos de primera y otros se segunda. Que a veces son olvidados, que a veces no cuentan sus necesidades para las distintas gestiones de gobiernos. Toda esta desigualdad termina repercutiendo en la gente en enojo, en preocupación, en incertidumbre. No podemos vivir con ciudadanos enojados, que sienten que sus derechos permanentemente se violan, se olvidan, se postergan. Y para cerrar quiero decir: muchas veces me han preguntado si los jubilados son prioridad para los gobiernos. Creo que la pregunta no es ésa. No creo que un gobierno se plantee eso. Los gobiernos se quedan solo en este pensamiento: que los jubilados son un gasto. Se paran en el lugar equivocado.
por Raúl Vigini
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