Por Raúl Vigini
LP - ¿Qué la motivó a organizar y proponer “Biorrelatos”?
A.P. - Lo atrapante que me resulta investigar la vida de los personajes. Digo que tengo algo de detective, me encanta investigar entonces voy descubriendo. Creo también porque se me junta con ser psicóloga. Entender las causales de muchos hechos a partir de la vida, incluso de la obra. Se entienden muchas cosas de la obra a partir de la vida. Mucho de eso me interesa y me sigue interesando muchísimo, es un trabajo muy apasionante. He encontrado que las vidas son tanto o más apasionantes. En el caso de Niní tuvo una buena vida, porque tuvo dificultades con las que luchar pero se repuso, salió adelante, salió airosa, tuvo mucho éxito. Una vida exitosa de trabajo, muy noble y de recompensa. Pero he contado otras vidas muy duras, la vida de Alfonsina Storni es durísima, la de Roberto Arlt, lo mismo. Me han llevado a investigar por otros caminos, y me resultó apasionante conocer en este cruce que se produce entre la vida y la obra.
LP - ¿Cómo eligió a los que iban a integrar el ciclo biográfico?
A.P. - Algunas porque conocía y sabía que tenían vidas interesantes para investigar. Otras porque alguna vez me pidieron. Hubo motivaciones diversas.
LP - ¿Podemos dar algunas características de cada uno de los que participan de “Biorrelatos”?
A.P. - Roberto Arlt era un personaje apasionante, un tipo loco si uno tuviera que decirlo en términos simplistas o actuales. Muy difícil fue Arlt, pero un genio, tenía múltiples capacidades, múltiples posibilidades, quería inventar cosas, escribía, desde cuentos, teatro, las aguafuertes, las pinturas que hizo de la sociedad de su época son realmente dignas de tenerse en cuenta hoy, creo que son la visión de la historia de Buenos Aires de aquella época.
LP - Alfonsina fue también de las elegidas.
A.P. - Fue otra vida dura, muy dura. De una mujer muy íntegra que tuvo muchas dificultades. Que se sobrepuso a ella con una dignidad notable para su época porque tuvo un hijo de soltera y llevó adelante. Y tuvo un hijo de una dignidad, un hombre pleno como fue. Su muerte incluso mezclada con el mito, porque no fue así como se conoce la muerte de Alfonsina. Murió con una enfermedad terminal y ella decidió no tener el final horroroso que le esperaba. Se suicidó no internándose en el mar sino que se arrojó de la escollera con una decisión, una lucidez y una integridad notables.
LP - Otra de las vidas narradas es la de Horacio Quiroga.
A.P. - Esa es una tragedia, signada por la muerte desde que nació. De él me interesó que era un personaje múltiple. Se lo conoce por sus muertes, por sus cuentos, pero tenía otras aristas, era un inventor. Otro de los locos. Además era amante de la música, antes de morir, con un cáncer terminal, pidió que le pusieran la Obertura de Tannhauser. Era un personaje riquísimo Quiroga. Enamorado de la naturaleza, de la música y de las jóvenes.
LP - ¿Por qué incluyó a las hermanas Ocampo?
A.P. - Las Ocampo, dos vidas muy distintas, con un origen común y sin embargo con destinos tan distintos las dos. Conectadas con las letras sin dudas, Silvina una gran escritora, Victoria también una gran escritora pero no de ficción, una testigo de su época que además hizo tanto por la cultura. Personaje notable, con su amor imposible, y en el espectáculo cuento esa historia de amor que tuvo en su juventud, que pinta una época en la que una mujer no podía hacer lo que quería porque estaba encorsetada por la sociedad, más la sociedad burguesa a la que pertenecía, rigurosos, eran la aristocracia de cuna, descendientes de los patricios.
LP - ¿Tiene pensado ampliar la cantidad de biografías selectas?
A.P. - Me encantaría si es que dan los tiempos. Otro que hice en otro contexto fue Charles Dickens. Otro amado escritor. Porque con Dickens en dos mil doce fue el centenario de su nacimiento y me convocó en British Council, estuve en Londres, visité la casa, de chica fui una enamorada de sus libros, sus novelas me acompañaron desde la infancia, de modo que ese David Copperfield para mí era un personaje entrañable. De modo que conté la vida de Dickens haciendo un reconocimiento a su obra.
LP - ¿Cómo es la realidad del relato oral en la actualidad?
A.P. - Hay un resurgimiento porque aparece como una actividad profesional. La gente empieza a dedicarse a esto y lo toma como una profesión. No es un descubrimiento que esto de contar cuentos es tan antiguo como el hombre. Tengo mis particulares teorías sobre esto. Por un lado lo encontré en Europa antes que acá cuando viajé la primera vez y en Francia ya estaba desde finales de los años sesenta. En mayo del sesenta y ocho en París, en Londres también, con los inmigrantes africanos, haitianos, y de distintos orígenes, que traían sus historias ancestrales, y que empezaron a encontrar que la cultura europea rápidamente los absorbió y se constituyeron en objetos exóticos, entonces empezaron a contar en la biblioteca nacional, en los centros culturales, y les pagaban. Esta gente tenía un medio de vida que supongo ellos nunca se lo habían imaginado. Cuando llegué en aquellos años ya había publicaciones, festivales, guías de profesionales. Acá fue un poco más salvaje la cosa, creció pero no con ese nivel de institucionalización. Creció en los ochenta con otros narradores, no soy la única. Empezamos todos a contar, y a hacer un medio de vida de esto. Y el movimiento sigue creciendo y creciendo. Cada vez más gente cuenta, algunos por placer de estar para que alguien los vea en el escenario, otros por una manera fácil y accesible de entrar en lo teatral con menos exigencias de modo que acá encuentran una vertiente posible para el desarrollo de una veta artística.
LP - Las abuelas cuentacuentos también se suman.
A.P. - Está muy bien que haya gente que vaya a narrar. Hay espacios donde a la gente le viene muy bien que alguien le vaya a contar cuentos. Como decía Lewis Carroll: “Contar un cuento es un don de amor”. Porque se da tiempo, entonces quien da tiempo da amor. No es poco regalo recrear otro mundo con la fantasía, es una cosa que tiene amplio espectro.
LP - Vemos que el movimiento de la narración crece mientras que los chicos manejan un pequeño vocabulario acotado. ¿La oralidad puede mejorar esa situación?
A.P. - Los chicos siempre son cautivos con los cuentos. No le temo a la televisión, porque es otra cosa. Un chico al que se le crean las imágenes, las capta, crea su mundo imaginario también, se queda quieto y escucha, se lo cree y disfruta. Para mí basta con la atención, siempre digo que un chico atento escuchando un cuento es mucho más activo que uno que está en la computadora o escribiendo. No hay cosa más activa que un chico quieto escuchando un cuento, eso es como un lema. Es lo mismo que la lectura en el adulto, el que lee le pasan las imágenes por la cabeza.
LP - ¿Le interesaría que la profesión del narrador se incorpore a la currícula escolar?
A.P. - Ojalá. Estoy desarrollando un proyecto que se llama “Los chicos cuentan a los chicos” en la Feria del Libro. Capacito a docentes para que les enseñen a contar a los chicos que van a contar a los chicos que van a la Feria del Libro. Lo hago por mi cuenta en este espacio de la Feria donde lo hago desde hace muchos años. Hay muchas maestras que lo practican en las escuelas. Pero le temo a las formalidades, porque si esto un maestro lo hace porque está obligado no sirve, tiene que tener la posibilidad de practicarlo porque le gusta.
LP - ¿Le dedicó tiempo a la docencia?
A.P. - He formado, no tanto en este momento. Hice talleres, consultas, o hago algunos sobre algún tema específico. No lo tengo institucionalizado pero sí superviso a narradores.
LP - ¿Qué espera de su vida en lo mediato?
A.P. - Mmm… Tengo algunas pasiones que todavía no he desarrollado. Soy comediante del arte, lo tengo claro. Hice bastantes estudios sobre el tema. He trabajado algunos personajes de la comedia del arte en un espectáculo. Me gustaría desarrollar esto, conectado con la música, porque soy música, toco piano. Y la música está siempre conmigo.
LP - ¿Alguna anécdota de su profesión?
A.P. - Una cosa rara que me pasó una vez fue que iba a contar en un colegio de niñas y anuncié que iba a contar cuentos de terror. Para mi sorpresa se levantaron y pensé: “Dios mío se van, no quieren escucharme”. Fueron a cerrar todas las cortinas de las ventanas para oscurecer el salón y ambientarlo. Me quedé tan sorprendida... También haber contado en un festival de Necochea, en un anfiteatro como de dos mil personas con un flor de susto, y sin embargo el silencio, muy hermoso, una experiencia muy linda.
por Raúl Vigini
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