Por Anahi Vigini
El Suplemento Cultural LA PALABRA que yo viví es un pedacito de familia. Son cientos de entrevistas de las cuales fui parte, como un simple lector o en brazos de los periodistas, que combinaban sus virtudes para entrevistar con su papel de mejores padres del mundo de una forma muy profesional.
El Suplemento Cultural LA PALABRA que yo viví creció a la par mía. Tuvimos una formación intelectual similar y somos recordados por muchos artistas por el hecho de haber sido creados por el mismo Señor.
En fin, soy un privilegiado. Ese momento del Sábado en el cual una doña tomando mates lee un artículo del Suplemento, o el momento en que una curiosidad se despierta a causa de haber aprendido algo nuevo en esta tierra llena de creaciones, ese momento, es parte de mí, es mi humilde familia hecha papel.
Nahuel Vigini
Desde que la memoria me habita, también lo hace LA PALABRA. Cierro los ojos y trato de rememorar alguna imagen sobre mis primeras vivencias del suplemento. Recuerdo entonces a mi papá, en el comedor, haciendo un boceto. Dibujaba sobre el margen superior izquierdo, dos figuras: un pequeño hombrecito y una oreja. Me imagino pequeñita, tal vez con seis años y los ojos bien abiertos y expectantes, preguntándole si realmente él los había inventado porque eran “perfectos” (ahora entiendo a mi hija Paz cuando idealiza mis dibujos). Reviso los ejemplares actuales y no comprendo por qué esa reminiscencia si los íconos no están.
Dicen por ahí que las casualidades existen, y más de lo que nos imaginamos. Debido a problemas con mi notebook, decidí terminar mi escrito en la computadora de mi mamá. Y ahí estaba, apoyado sobre el escritorio, añejo pero conservado, el primer número del suplemento. Y en su interior, sobre el margen superior izquierdo, las dos imágenes que mi memoria fielmente reflejaba, aunque ya no como bocetos.
“La memoria es una planta que florece hoy y que sembraron mañana” cantamos en la murguita de Estación Esperanza. Y así sucede con LA PALABRA en mi vida. Es semilla, sembrada por los afectos y pensamientos de quienes lo llevaron adelante, de quien soy hoy. LA PALABRA me da orgullo, me cuestiona, me enseña, me invita a pensar quiénes somos y cuánto nos falta por explorar y conocer de nuestra raigambre.
LA PALABRA es un proyecto de vida, ilusión, es alegría compartida, es la lucha por mantener viva la cultura: esa plural, autóctona, popular. Es llegar a cada rincón del país, a través de manos tejedoras, de pensamientos profundos, de cantos sutiles, de sensibles poéticas, de gloriosos carnavales.
Mil palabras, miles de voces antiguas haciéndose eco en cada ejemplar, miles de voces nuevas renaciendo en cada lector y lectora, miles de voces eternas plasmadas en papel y tinta y, conservadas en nuestra memoria.
Anahi Vigini
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