Llegué a conocer los relatos de Angel Balzarino en uno de mis múltiples periplos por la literatura española e hispanoamericana. Es ahora, diez años más tarde, en el ocaso terrenal del autor, que vuelvo a reflexionar sobre uno de los temas que más me ha conmovido en sus cuentos. Mi evolución de adolescente a mujer, así como mi búsqueda continua por la esencia de las cosas me llevan a una nueva lectura de “El amor a través de la mirada”.
Nihil volitum quin praecognitum (no se quiere nada que no se haya conocido antes), decían en la Antigua Roma. Ello describe el círculo, uno de los múltiples que nuestra vida recorre para llegar más cerca de lo que realmente somos. Igual que el personaje de Angel Balzarino, yo había imaginado muchas veces (quizás conocido bajo otra ley cósmica) un amor esencial, pleno, hasta sinfónico. Un regalo fantástico de la vida me trajo esta gran oportunidad, cerrando así más y más círculos en mi existencia. Soñar, escribir, sonreír, regalar, dudar, temer, cambiar han sido todos recorridos en esta senda que la vida me ha ofrecido.
Todo son déjà-vus o déjà-vécus (ya vividos), decía yo hace diez años. Y sé que hay infinitesimales déjà-vécus como el nuestro. Quizás como el personaje de Angel Balzarino, que presencia una escena de amor que le sirve de magdalena de Proust para revivir su amor perdido, quiero vivir mi propio déjà-vécu. Aquello que el alma no ha y no puede ahogar en ningún efecto etílico ni de ninguna otra manera que induzca el olvido. ¿Hay más círculos que hayamos cerrado y que se parezca a éste que está a punto de cerrarse? Mi mente no lo encuentra, pero quizás hay que ahondar en nuestro ser y, ya sea a través de la mirada, del tacto o de las palabras, inventarnos nuestro propio círculo. Sí, un nuevo círculo a nuestra imagen y semejanza, fiel a nuestros sentires. Y así, las vías paralelas del tren se alcanzarán otra vez en el horizonte, transportando así más y más ilusiones.
¡Gracias, Angel Balzarino, por entregar un pedazo de su persona a la construcción de mi ser interior! Que sus relatos sigan nutriendo almas, desde donde sea que los esté escribiendo ahora.
El ave en tus manos
Has tenido alguna vez en tus manos
un ave del cielo?
Has sentido en su cuerpo ardiente
un corazón a punto de salirse?
Míralo con dulzura
y arrancarás el miedo de sus ojos;
Tócalo con ternura
y escucharás la sinfonía de sus latidos;
Háblale con afecto
y sentirás sus alas abrirse.
Déjame volar en lo más alto
Te quiero traer el reflejo de la luna, del sol
y volver…
Mihaela Puica (Oslo, Noruega)