Ya mi abuelo era inventor en Hungría, que inventaba cosas, para su especialidad, porque era odontólogo.
Cómo se dio la llegada de los Biro a la Argentina
Mi papá vino en el año cuarenta. Mi mamá, mi tío, mi abuela y yo en el cuarenta y uno. Mi abuelo ya había fallecido. Mi papá dijo en Hungría: “Europa va a arder”. Siempre pensando en cosas raras: “somos húngaros, no nos va a pasar nada”. De hecho no nos pasó nada, pero al resto de la familia... Nosotros vinimos porque estaba mi papá, y como pensaba quedarse en la Argentina bastante tiempo, vinimos. El resto de la familia vino antes de los comunistas en el cuarenta y seis.
Mi recuerdo de los tiempos de los inventos
En mi casa siempre había tubos, no había plástico, había goma. Tubos colorados por todos lados, porque mi papá experimentaba con esto, con aquello, estando en Hungría cuando yo era chica, y me acuerdo que no tenía que pisarlos. La vida con mi papá era muy interesante porque era un hombre que le interesaban las cosas, entonces nunca sabíamos qué comíamos, porque en el momento del almuerzo o de la cena, decía “¿saben una cosa? hoy leí algo interesante, algo sobre la célula, que no tenía muy claro, pero ¿viste que vos te cortaste ayer el dedo? Y hay células de dedos, y hay células que no saben qué van a hacer, y cuando te cortás el dedo el dedo las llama y se transforman en células de dedo”. Lo contaba, según mi edad, con la complejidad del caso.
Un gran lector, un curioso
Sí, le interesaba muchísimo la vida de las hormigas. Se iba a estudiar la vida social de las hormigas, de noche. ¿Qué tenían que cuando se destruía el hormiguero, hacían otro camino porque ése ya no lo tenían? ¿Por qué el perro se para en la puerta cuando llega antes que el dueño? Y hablábamos muchísimo todas esas cosas y él decía cuántas cosas no tenemos decodificado. Teníamos muchas charlas y eran interesantes. No era estudioso de las cosas. El quería pensar en la forma nueva de encarar algo que le interesaba o que no funcionaba, y cuando tomaba esa decisión ahí sí estudiaba.
Cuánto trabajó para llegar al bolígrafo
Habitualmente, como mínimo son seis años. Porque una idea no es un invento, a la idea hay que desarrollarla, después ver si es posible, después hacer prototipos, después hacer pruebas, después conseguir el material. Con el bolígrafo era durante la guerra mundial, entonces había una sola fábrica mundial que hacía bolillas más grandes que era la sueca SKF y las hacían para cañones. Hasta que se logró conseguir bolillas en las que la esfera sea perfecta y pase bien la tinta.
El fue consciente hasta dónde llegó con su invento más conocido
Sí, porque fue algo mundial, y él se murió en el ochenta y cinco. Supo que no sé si era algo importante pero era algo muy popular. Lo que él hacía -supongo que los otros inventores también- era crear una idea, tomaba un formato, lo patentaba, y cuando le concedían la patente, él entendía que eso era posible. Después, decidía si quería fabricarlo o no. Por ejemplo el tren bala japonés, en el que él inventó el principio electromagnético. Estábamos en casa de mis padres y mi padre dijo: “mirá inventaron el tren bala, creo que eso lo inventé yo. Perecería que es el mismo principio”. Ahí quedó el tema, pero a la semana llegó de Hungría la fotocopia de la patente del invento que un amigo le envió. Cuando le pregunté por qué no lo había hecho me dijo: “el mundo no estaba listo, esto fue hace cincuenta años. Recién ahora está listo”. El bolígrafo le llevó años, porque además se llamaba birome, y siempre decía “es una de las tantas cosas que hice en mi vida, yo no soy la birome, soy una persona que ha hecho muchas cosas”.
Por qué se llamó birome
Porque son los apellidos de los inventores. “Biro” por mi padre y “me” por Meyne que fue su socio. Juan José Meyne era un amigo que había hecho en Francia. La birome es un invento húngaro, porque la primera patente es del año treinta y ocho en Hungría, después tuvo patente suiza, patente francesa. La primera patente que funcionó realmente bien fue la argentina. Por eso dicen que es invento argentino.
Lo que heredamos de Ladislao Biro
Es difícil decirlo. No lo puedo comparar. He tenido un solo papá, haya inventado o no cosas muy interesantes como fue el termógrafo que se usó muchísimo y se colocaba en la muñeca o en el tobillo para medir la fiebre permanentemente. O la cerradura inviolable. Para mí era mi papá que venía con estas ideas interesantes, y si yo quería pensar en algo podía hablarlo con él. No perdía el tiempo en pensamientos inútiles. No sé cómo explicarlo. Yo llegué de Hungría y no hablaba una palabra de castellano, y me pusieron en una escuela internacional con el sistema americano, donde hablaban español e inglés, y yo ninguno de los dos. Tuve que aprender, me puse a nivel. Por ejemplo, le llevaba el boletín, él lo miraba. El hablaba francés, alemán, español, húngaro, pero no hablaba inglés. El boletín era en inglés. Y me decía: “¿qué es?”. Mi boletín, le respondía. “¿Vos estás contenta en la escuela?” Sí, me gusta, tengo muchos amigos. “Pero ¿estás feliz en la escuela?”. Sí. “Es lo que más me importa”. Y lo firmaba.
Promover la invención desde la escuela
Tenemos un programa que se llama “Programa Inventar” que hace años que lo estamos haciendo en la Escuela del Sol que enseñamos por proyecto y éste es uno que hacemos para el mes de setiembre. Originalmente era de tercer grado para arriba y los chicos dijeron hace unos años: “¿por qué los de primero y segundo grado no podemos inventar?” y se acopló preescolar y sala de cuatro años. Entre esos alumnos, algunos me preguntaron si podían y me vinieron a ver porque era algo muy importante. Uno me dijo señalando a otro: “él es inventor”. El inventor de sala de cuatro se sentó y le dije: contame bien cómo es eso de ser inventor. “Bueno -me dijo- mi tía me regaló un monstruo de plástico que no sirve para nada, y yo inventé un monstruo que sirve”. Eso es maravilloso, le dije. ¿Y cómo funciona?, pregunté. “Sí, sí -respondió- bueno vos estás sentada acá, yo estoy sentado acá, acá en el medio ponemos el monstruo, y el monstruo nos ayuda. ¿Viste que es útil?”. Es maravilloso, porque entendió que inventar es solucionar el problema, para uno y para el otro. Y bueno, eso es lo que los chicos están entendiendo. El famoso “nosotros”. Siempre digo, nosotros los argentinos, buena gente, gente solidaria, cero comunitaria. Entonces cuando un chico entra a los dos años a una escuela y se iba a los dieciocho, entra diciendo “yo yo, yo, yo” y tiene que salir diciendo “nosotros”. Y eso es lo que uno enseña además de todo lo otro. No pueden salir analfabetos, pero básicamente si un chico en realidad no se da cuenta que en este planeta, hoy por hoy, no podemos vivir solos, que necesitamos de los demás, y que lo que hay que aprender en la escuela, porque es un ejercicio, porque es el único lugar donde va a estar con veinte pares, ocho horas por día, ciento ochenta días al año, doce años. Entonces ahí él aprende que el dar, el recibir, el compartir, es bueno para nosotros. Muchas veces pregunto a los padres por qué mandan sus chicos a la escuela. “Para que aprendan”, me dicen. Pero que aprendan ¿qué? Y en eso tenemos que ponernos de acuerdo. Y nos ponemos a charlar. Preguntan cuál es la diferencia entre la Escuela del Sol y otras escuelas. Hay muchas diferencias, cada escuela es como es. Pero lo que siempre traigo de ejemplo es el “dos más dos es cuatro”. En general, en las escuelas es así. Pero nosotros decimos qué es cuatro. Y tuvimos un chico de segundo grado que me dijo: “te tengo que contar algo que es muy, muy importante”. Bueno, contáme, le dije. “Voy a vivir hasta los ciento cincuenta años”. Ah, eso sí que es muy importante, es un montón, le dije. “Sí, pero aunque viva hasta los ciento ochenta igual nunca te voy a terminar de decir todo lo que es cuatro”. Entonces ese enseñar en esta forma, en que una maestra -una buena enseña en tres niveles, una muy buena en cinco niveles- y poder decirle a los chicos lo que es un bolígrafo, pero que es solo una forma de un útil de escritura, pero hay muchas más formas. Piensen en qué otras formas ustedes pueden escribir. Esto es así pero puede ser de otra manera. ¿Cómo puede ser? Hablemos de esto. Ahí es donde el chico dice: “puedo pensar”. Y lo que hace falta para un chico es saber que puede pensar. La escuela tiene cincuenta y dos años, cuarenta y tres años tuvimos secundario.
*El texto pertenece a la entrevista realizada por Raúl Vigini a Mariana Biro
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