Por mi abuelo, que se llamaba igual que yo. Mi abuelo fue caricaturista, pintor y Director de la Escuela Industrial. El falleció un año antes de que yo naciera pero cuando conocí su obra la revisé y eso me entusiasmó a tal punto que empecé a dibujar y nunca dejé. A los doce años publiqué mi primer dibujo en una revista escolar y a los quince en un diario uruguayo.
Pude desarrollar mi actividad desde que llegué a la Argentina
Entre otras publicaciones en Buenos Aires trabajé en La Opinión, que fue un diario muy importante en su calidad periodística, pero en tirada de ejemplares no podía competir con los demás como Clarín y La Nación, y me quedé hasta donde me resultó posible sin tener que enfrentarme al dueño que era Jacobo Timerman.
Pero además del trabajo periodístico le dediqué tiempo a la docencia
Mi padre fue literato, profesor e investigador del teatro. Llegó a ser Director General de la Enseñanza Secundaria del Uruguay. Al tiempo de mi llegada al país me interesó abrir un taller de dibujo que todavía está, fue en 1973 y para que pueda subsistir le di la forma de Fundación Artes Visuales. Allí concurren una veintena de alumnos a aprender.
Un día en mi vida
Me gusta lo que hago y ni se me ocurre pensar en dejar algo. Mi día de semana es casi siempre igual: a la mañana la dedico a la familia y escucho música, a la tarde voy a Clarín de lunes a viernes y hago el dibujo para el día siguiente, y el viernes dejo preparado para sábado y domingo. Martes de la media tarde a la noche y sábado a la mañana voy a dar clases de dibujo al taller. Y pinto, pero en mi casa, porque no me gusta hacerlo frente a los alumnos.
Cómo es dibujar todos los días una noticia política
El dibujo que publico diariamente en Clarín lo converso con los periodistas que desarrollan los temas y escriben los textos y allí acordamos qué hacer. Después lo desarrollo sin ningún tipo de limitaciones de nadie. Nunca me dijeron nada acerca de lo que tenía que hacer o no hacer. Y si bien un par de veces alguien del gobierno de turno se quejó con gente del diario, a mí personalmente nunca me dijeron nada acerca de lo que publiqué. Y mi estilo -cuando eso sucede- es no exponerme entonces la cuestión se diluye sin ocupar espacio público en los medios.
Qué puedo decir de mis dibujos
Mis dibujos siempre se caracterizaron por no tener ninguna palabra -ésa fue la condición que yo puse en La Opinión: no usar palabras, cuando empecé a hacerlos en ese diario, desde entonces no las uso-, entonces tienen menos ataque que los textos, porque cada lector pone lo suyo cuando lo interpreta. Y además ocupa un espacio muy pequeño en lo que significa el diario. Pero no hay códigos -y ésta es una palabra que no me gusta usarla- para hacer un dibujo político. Además estoy convencido que un dibujo no derroca a ningún gobierno.
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