Sencillamente hermoso, un andar en paz. Lleno de plazas y juegos inocentes, mas reuniones permanente con la familia. La casa de mi abuela Lila con un aljibe en el medio. Mi enterito de corderoy corriendo en el patio y mi primer grado en una escuela mixta -único año-, jugando en el patio de los varones. Luego y hasta al final del secundario, compañeras del colegio de Hermanas Carmelitas, uniforme con corbata, y empezar a caminar de la mano de mi madre en el camino de la Iglesia Católica. Conociendo más y más hasta llegar al padre Zini, Párroco de mi Parroquia Nuestra Señora de las Mercedes en aquellos años.
Qué me deparó la adolescencia con la identidad cultural ya definida
Formé parte del grupo de canto de dicha parroquia junto a Miguel Angel Sheridan -Michel- desaparecido en la tragedia de Bella Vista, Rosita Leiva -voz de Neike Chamigo-, Francisco Cerimele y otros muy arraigados ya a la obra que empezaba a surgir del Padre Zini. Comencé a tocar la armónica por decisión propia y sin profesores, solo de oído, y sumé los sonidos de la misma a la guitarra tocando al año y medio -1978- por primera vez en el Luna Park. Participaba de tooodos los actos de mi colegio del Carmen y la mayoría de los fogones criollos de los colegios de Mercedes.
Los referentes que signaron mi camino artístico
Tuve referentes muy cerca de mí como el gran Alberto Dionisio “Cambá” Castillo autor de “El Toro”, amigo y compañero de muchas noches de serenatas y hasta tocó en mis quince solo por ser mi amigo, digo “de onda” como dicen ahora los jóvenes. También el Padre Zini y por supuesto los amigos con los que nos reuníamos asiduamente a cantar y tocar como Michel y Gringo Sheridan, entre otros. Escuchaba muchísimo las grabaciones de Tarrago Ros padre y mucho folklore también junto a mamá y su máquina de coser en mi niñez y adolescencia.
Dónde descubrí la armónica y qué me cautivó de ese instrumento
La armónica descubrí en el ropero de mi papá, que por algún motivo él se la compró a un brasileño y por supuesto solo fue a parar al ropero porque no tocaba ningún instrumento nadie en mi familia. Yo tenía diez años más o menos, agarré esa armónica preciosa con tres tonalidades e inmediatamente saqué un tema que no tenía que ver con folklore, pero me entusiasmé, apoyé sobre la guitarra y seguí: allí salieron algunas notas que me acercaron a “Kilómetro 11” y así poco a poco todo de oído, saqué también “El Carau” que fue uno de los temas que interpreté en el Luna Park unos años después.
Llegar a Buenos Aires con la expectativa joven. Cómo fue ese acontecimiento
A Buenos Aires la primera vez solo fui a tocar a un lugar muy grande con músicos de mi tierra y para mí fue un escenario gigante con mucho público, muchísimas personas que me aplaudieron desde que empecé a tocar la primera nota hasta que me pidieron otra y tuve que tocar un enganchadito más porque la gente lo quería. Fue en 1978 en el Luna Park y yo solo me iba de paseo. No tenía idea de lo que iba a significar en mi vida. Hoy todavía hay personas que recuerdan esa presentación en Buenos Aires. Luego en 1982 fui a estudiar y con la esperanza de abrir algunas puertas en la ciudad de Buenos Aires pero no fue una buena época en nuestro país y salvo otra presentación en el Luna y alguna propuesta poco convincente volví al año siguiente a Corrientes Capital.
La presencia en grandes espacios que conmueven al artista más afirmado. Dónde se dio en mi caso
Tuve muchas oportunidades, también gracias a artistas valiosos que me tendieron la mano por motu proprio y desinteresadamente. Luna Park en dos oportunidades, luego Teatro Opera invitada de León Gieco y Víctor Heredia, más adelante con Teresa Parodi en Festival de Cosquín, siempre tocando armónica, y por supuesto en casi toda las ediciones de la Fiesta Nacional del Chamamé.
Los mejores momentos de mi carrera
Muchos son... El que más me gustó entre tantos es cuando Daniel Altamirano -a quien admiré y escuché por años- me invitó a que lo acompañe en la sala de Radio Nacional y tuvimos momentos fabulosos en los ensayos también, de mucho conocimiento y charlas. Y éste creo es un momento muy grandioso porque me han hecho un reconocimiento por mi trayectoria y aporte cultural desde la Cátedra Chamamé en la Universidad de Nordeste en 2017, y en esta edición de la Fiesta he recibido algo similar de parte de AADI y el Instituto de Cultura por cuarenta años con la música.
*El texto pertenece a la entrevista realizada por Raúl Vigini a Mirian Asuad
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