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La Palabra Sábado 14 de Noviembre de 2015

Análisis de una vida dedicada a escribir aforismos*

por José Narosky - escritor (Buenos Aires)

Raúl Vigini

Por Raúl Vigini

Puedo decir que me cambió la vida. La repercusión que tuve fue tan inesperada que me alteró en todos los órdenes. Yo ejercía una profesión, soy escribano, no me iba mal, pero es muy materialista, quise hacer una pausa, no para escribir aforismos, sino incluso de racismo. Que es un sentimiento que siempre para mí es inentendible. El despreciar al otro diferente por diferente, sea su color, su religión, su raza, el desprecio ése no lo entiendo. Por eso al único que despreciaría es al racista, porque es despreciable para mi apreciación. Yo no sé despreciar a un ser humano salvo a ése que pone lupa a otro ser humano distinto. Me cambió la vida, sí. Me dio la posibilidad, tuve la suerte, quizás el mérito es el de la sensibilidad receptiva, en primera instancia del pueblo como el pueblo argentino que consume una literatura que -sería una falsa modestia decirlo- no sé si es buena pero escribo sobre el bien y de eso estoy seguro, y como escribo sobre el bien, compran los libros y lo consume buena gente, la gente sensible, la gente que siente. Y como buena gente hay mucha…

¿El aforista siempre escribe sus selectos pensamientos?

Bueno, tengo doce libros. El primero es “Si todos los hombres…”, el último es “Aforismos de Oro”, en el medio hay dos libros de Editorial Planeta. Uno se llama “Sembremos” y otro quizá “Ecos” que son de otras cosas. No, al contrario, tengo la sensación de que he escrito demasiados aforismos. Y cada vez que publico un libro de aforismos, digo ¿no habré aburrido a la gente, no habré llegado al tope de la posibilidad que tiene el lector de leer cosas? Mis reflexiones. No sé, pero ahora hace dos o tres años que no escribo. Escribo algunas columnas para algún diario, pero no escribo para algún libro. Pienso que no voy a publicar más, porque tendría que tener un porqué, perdóneseme la redundancia. ¿Para qué? Sí, se van a vender un poco, o mucho, pero no siento la necesidad interior de escribir. Con el primer libro, o los primeros tuve la ilusión de que -la ilusión torpe quizá- de que podría mejorar al hombre. Si no puedo mejorar al autor, tengo mucha más vanidad que antes, hace minutos me reconoció un mozo, también el taxi que me trajo hasta aquí. Bueno, eso me satisface interiormente un poco, esa vanidad  no la tenía. Así que si yo no mejoré, más bien empeoré, ¿a qué lector voy a mejorar? Mi aforismo preferido, el que más difusión tuvo, y vos lo recordarás dice “Hay quien arroja un vidrio roto sobre la playa, pero hay quien se agacha a recogerlo”. Y ese aforismo se da. Lo dicen bastante en los medios. Y una suerte adicional que tuve, eso sí, la cantidad de buena gente que encontré, desde Silvio Soldán que hacía un programa Matinata en Radio El Mundo, hasta Susana Giménez que la visité una sola vez y habla con cierta frecuencia, y hasta Mirtha Legrand donde estuve tres o cuatro veces en los almuerzos y me alude también. Beto Casella, Lionel Godoy con quien hace treinta y cinco años que voy a su programa, Alejandro Fantino a quien no vi personalmente y tiene su programa “Animales sueltos” a la medianoche me menciona con bastante frecuencia y no lo conozco, Matías Martin tiene una audición que se llama “Basta de todo” que ha ganado muchos Martín Fierro. Bueno, ese tipo de cosas me han ayudado mucho, lo que me da la pauta de la nobleza, del desinterés.

 

(PARA RECUADRO SIN FONDO)

La anécdota

Matías Martin hace veinticinco años estaba en Radio Splendid y mi primer libro “Si todos los hombres…” había llegado a una cifra equis. Un escritor nuevo como era había llegado a una equis cifra. Clarín me hizo una entrevista de una página y me llamaron de varias emisoras, claro, una de las cuales era Radio Splendid. Voy a la entrevista y Matías que tenía veinticinco años, me dice “No queremos hacerte una entrevista, vas a ser jurado de un concurso de aforismos”. Le dije ¿cómo no me dijiste? ¿cómo voy a ser jurado? yo no me recibí de escritor, soy un escritor con suerte. ¿qué autoridad tengo, y qué certeza tengo? Me dice que en gerencia los iban a rajar si yo no lo hacía pero que diga que no entendía la esencia. Así fue pasaron unos diez años -hace catorce años que hace una audición en la Metro FM- y me llama un día para decirme “Mirá, todos los que trabajaron conmigo -Alejandro Apo, el jugador de fútbol Latorre, Nancy Duplá- están invitados a los diez años del programa”. Pero yo no trabajé contigo, le dije, si bien me había hecho varias  entrevistas telefónicas. Y agrega “Pero vos sos invitado especial, y te hablé a vos solo, a los demás le avisó la producción, pero te quiero poner una condición”. Y acá me sale un aforismo: Cuando el hombre, el ser humano, se transforma en juez, es siempre para condenar. En esos diez segundos lo condené a Matías Martin, y siempre pensando mal le pregunté cuál era esa condición. Me dijo “No quiero que me traigas flores, bombones, ni una lapicera, ni un reloj, nada. Hago al aire lo que me gusta y si no fuera así, no lo haría por ningún dinero”. Fui, me dio un abrazo muy largo, había mucha gente, yo estaba en Radio Mitre en ese momento, siempre hago varias, cosas chicas pero varias. Entonces le dice a la gente “Acá el escritor tiene que ir a Radio Mitre” aunque yo trabajaba en otro horario pero lo dijo para que no perdiera tiempo. Tengo tanta gratitud por Matías Martin. Lo quise contar porque me gusta que se sepa.

*El texto pertenece a la entrevista realizada por Raúl Vigini a José Narosky

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