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Internacionales Domingo 9 de Diciembre de 2018

Turistas atrincherados

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REDACCION

Por REDACCION

PARIS, 9 (AFP-NA). - En la céntrica y lujosa plaza Vendôme de París, completamente desierta, un turista neoyorkino se fuma un puro y observa con fatalismo la enorme fila de furgones de policía que custodian los alrededores, en una nueva jornada de protestas en toda Francia.

Este largo fin de semana en la Ciudad de la Luz iba a ser una sorpresa de cumpleaños para su mujer Carmela, que cumple 59 años. "Efectivamente, será inolvidable", comenta esta última en tono irónico. 

Calles sin coches, museos y la Torre Eiffel cerrados, tiendas y cafés atrincherados: el centro turístico de la capital francesa parecía el sábado una ciudad fantasma teñida por dos colores dominantes, el amarillo de los chalecos de los manifestantes, emblema de las protestas, y el azul marino de la policía.

"Todo estaba cerrado. Así que celebramos mi cumpleaños con champán en el recibidor de nuestro hotel", el Westin, a solo unas decenas de metros de esta lujosa plaza, sonríe Carmela, que ha salido a "tomar el aire" con su marido después de un día encerrados.

Las escenas de guerrilla urbana que se vivieron el fin de semana pasado, cuyas imágenes dieron la vuelta al mundo, no dejaron indiferente a Livio. Antes de tomar el avión, llamó por teléfono al hotel. "Nos dijeron que todo había acabado, que no habría problemas. Una increíble mentira", se indigna este estadounidense, que vive en Long Island.


"ES UNA PENA POR

LA TORRE EIFFEL"

No muy lejos, dos turistas austriacos pasean delante de la pirámide del Museo del Louvre, con mucha menos gente que de costumbre. El mayor museo de París cerró sus puertas, como prácticamente todos los puntos turísticos de la capital.

A distancia se oyen las detonaciones de los lanzagranadas. La policía impide a los manifestantes acceder a la plaza de la Concordia, muy cerca del palacio presidencial y de la Asamblea Nacional.

"Todos parecen un poco tensos. Pero tenemos cuidado y si es necesario, nos movemos", explica Michael Klemm, de 36 años, que viene de Viena con su hija Rafaela de 16 años.

A dos pasos de los céntricos grandes almacenes del bulevar Haussmann, que tienen sus puertas cerradas, dos turistas belgas miran desconcertados un mapa de París. Quieren dirigirse a la estación del Norte pero el tráfico del metro y de los autobuses está interrumpido.

Belinda De Cuyper, de 46 años, empleada de una empresa estadounidense en Bruselas, y su pareja Franck van Poppel, de 54 años, que trabaja en el sector del turismo, llegaron el jueves por la mañana a París para una breve visita prevista desde hace tiempo. Se volverán por la noche a Bélgica.







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