Por Redacción
NATAL, BRASIL, 17 (AFP-NA). - Las autoridades brasileñas
seguían confrontadas el lunes a motines carcelarios, a atroces
ajustes de cuentas entre presos de bandas de narcotraficantes y a
fugas espectaculares, en una guerra que ya ha dejado al menos 115
muertos desde el inicio del año.
Poco después de que la policía controlara la rebelión que
concluyó con 26 reclusos brutalmente asesinados este fin de semana
en Natal (nordeste), decenas de presos ocuparon durante horas el
desvencijado techo de este centro penitenciario que, como muchos
en Brasil, opera corroído por la superpoblación y la ley de las
bandas.
En imágenes filmadas por AFPTV se podía ver a un grupo de
internos de la cárcel de Alcaçuz, la mayor del estado de Rio
Grande do Norte, enarbolando banderas y palos en el tejado bajo el
intenso sol de esta ciudad tropical.
Pasado el mediodía, policías y miembros del Grupo de
Operaciones Especiales entraron en este centro rodeado de dunas y
los presos descendieron a los pabellones, según constataron
periodistas de la AFP.
La mayoría se había encaramado al techo durante la noche,
después de que los agentes abandonaran la cárcel al estimar
controlada la rebelión de 14 horas, que derivó en la tercera gran
matanza del año en una cárcel brasileña.
Pero no hay descanso en la guerra feroz entre el Primer Comando
de la Capital (PCC) de Sao Paulo y el Comando Vermelho (CV) de Rio
de Janeiro, los dos mayores grupos criminales del gigante
sudamericano.
Con el dominio del narcotráfico en el estratégico mercado
brasileño en juego, las prisiones se han convertido en el centro
de una batalla por ahora descontrolada y donde ningún ataque queda
sin respuesta.
Mientras los forenses comenzaban a identificar los cuerpos
desmembrados de los fallecidos, internos de otro presidio de Natal
iniciaban un motín alrededor de las 03H00 de la madrugada,
quemando colchones en un tumulto que solo se sofocó tras la
llegada de la policía y las fuerzas especiales.
Según el gobierno del estado, este intento de rebelión en la
prisión Raimundo Nonato se saldó sin heridos ni fugas.
Desde que el Comando Vermelho y sus aliados de la Familia do
Norte dieran el primer golpe el pasado 1 de enero en Manaos, la
tensión bélica fraguada durante meses en los presidios de todo el
país se hizo insostenible.
Aquella noche, 56 reclusos fueron ejecutados en la segunda
mayor masacre registrada en una cárcel de Brasil. La mayoría eran
miembros del PCC, cuyo afán por controlar todas las rutas del
narcotráfico de este país continental había roto en junio su
frágil equilibrio con el Comando Vermelho.
La ostentación de la violencia y la ferocidad de los asesinatos
en la capital de Amazonas se replicaron cuatro días después en la
matanza de Roraima, que concluyó con la muerte de 33 internos
cuatro días después.
El sábado en la tarde, la llama prendió en Natal cuando reos
del PCC y del Sindicato do Crime -grupo disidente del PPC nacido
en las prisiones de Rio Grande do Norte- lograron salir de sus
pabellones para enfrentarse salvajemente en este penal, con
capacidad para 620 reclusos, pero que alberga a 1.083.
Las autoridades buscan bajar la tensión en las cárceles, al
tiempo que tratan de encontrar a los reclusos que están
aprovechando la confusión para huir.
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