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Editorial Sábado 1 de Agosto de 2020

¿Una nueva Guerra Fría?

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REDACCION

Por REDACCION

Las dos superpotencias del actual escenario mundial, hoy parecen estar lanzadas hacia una nueva Guerra Fría.

Estados Unidos y China avanzan en una interminable sucesión de amenazas, sanciones y acusaciones de espionaje de consecuencias imprevisibles, no sólo para ellos mismos, sino también para el resto del mundo.

Desde la confrontación en los ámbitos comerciales y tecnológicos hasta la competición armamentística y la lucha por la influencia en los distintos continentes, los dos gigantes hoy protagonizan una lucha por la hegemonía global repleta de peligros y con un final incierto.

Un régimen autoritario contra una democracia, cargada de situaciones donde el espionaje, la propaganda y los símbolos ya se utilizan como moneda corriente.

La inquietante pregunta, hoy por hoy es demasiado inquietante: ¿la historia se repetirá? La Guerra Fría del siglo XX entre el Kremlin y la Casa Blanca amaga con regresar en el siglo XXI, entre el antiguo vencedor, Estados Unidos, y una nueva potencia en ascenso, China.

Los roces, choques y amenazas, crecieron en los últimos días, a partir de cierres de consulados y vetos de viajes, en el que el paso de uno se ha visto respondido por el otro con una naturalidad que enciende todas las alarmas.

El juego es tan peligroso, que podría terminar arrastrando a varios países, como había ocurrido en la primera Guerra Fría.

Hay, sin embargo, una diferencia radical con respecto a la que se desarrolló en la segunda mitad del siglo XX, toda vez que la antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) nunca fue la potencia económica que es China. Por lo tanto, ambas naciones, entonces, no se encontraban tan interconectadas financiera y productivamente como lo están ahora las dos mayores economías del mundo.

Los expertos aseguran que esta nueva versión de la Guerra Fría podría llegar a extenderse por un tiempo imposible de precisar, aunque coinciden en que será como mínimo tan larga como la anterior.

En caso de darse esa situación, que obviamente nadie desea, las dos potencias estarán ante la necesidad de buscar aliados, más del potencial que tienen por sí mismas.

Las fricciones son tales que ya nadie está en condiciones de poder minimizar su relevancia, considerando que desde el establecimiento de los lazos diplomáticos que se remonta al año 1979, la realización bilateral está en su peor momento.

El presidente estadounidense Donald Trump declaró en más de una oportunidad que "hoy estamos caminando por veredas opuestas y la convivencia está dañada en todos los aspectos, incluido el tema de la salud, por la irresponsabilidad que mostró China antes de declararse la pandemia por la aparición del Covid-19".

Paradójicamente, este grave deterioro se registra sólo algunos meses después de que los dos países firmaron -el 16 de enero- en el salón Este de la Casa Blanca, el acuerdo que debía poner fin a todos los conflictos entre ambos países y a una guerra comercial que se inició hace dos años y que ya no tendría vuelta atrás.

Las tensiones están basadas por estas horas en una enorme desconfianza mutua, de raíces históricas e ideológicas y que las recriminaciones en torno al origen y la gestión del virus han puesto de nuevo en el primer plano. La rivalidad, está claro, es sistémica y se extiende a las más variadas áreas.

La competencia es por la influencia mundial, por la innovación en áreas como la inteligencia artificial o los vehículos eléctricos; en la carrera espacial -ambos están lanzando misiones a Marte con días de diferencia- o en el armamento que no deja de ser una debilidad para las grandes potencias.

La primera estrategia de Seguridad Nacional de la Administración de Trump, presentada en diciembre de 2017, señalaba a China y Rusia como rivales que amenazaban la prosperidad y los valores de Estados Unidos.

Después de haber sido desacreditada por sus detractores, quienes entendían que era un fenómeno del siglo pasado, la competencia entre los más poderosos está de vuelta. Ahora, con protagonistas diferentes, pero con una preocupación muy alta para los países que no están involucrados y que sólo quieren vivir en paz.

Las relaciones están al rojo vivo y dejan en claro que un eventual acuerdo entre las partes es casi imposible en estos tiempos, donde son cada vez mayores esas distancias que no hace mucho tiempo parecieron acercarse.

El peligro está más latente que nunca, a tal punto que ambos están discutiendo por su armamento nuclear: la Casa Blanca desea que China recorte su arsenal, mientras que el gigante asiático le replica que se sentará a negociarlo solamente si Estados Unidos está dispuesto a reducir el suyo a su nivel, en una respuesta que pone de manifiesto el muy elevado grado de tirantez entre las dos naciones más poderosas de este convulsionado mundo.

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