Por REDACCION
Mientras la pandemia del coronavirus sigue dejando una secuela de muertes que no da tregua en los aproximadamente doscientos países que se ven afectados a raíz de la propagación del Covid-19, existe otro tema que está generando una marcada preocupación, que se verá reflejada en el cercano, mediano o largo plazo.
La referencia está relacionada a la economía, porque la crisis, en ese aspecto, también será lamentable. Los países más desarrollados, curiosamente, hoy encabezan las tristes estadísticas de infectados y fallecidos.
Estados Unidos, España, Italia o Francia, por citar solamente a los que pueden mencionarse entre los principales casos testigos, son los más afectados por la pandemia del coronavirus, que tuvo su origen, precisamente, en el "Gigante Asiático".
Esas naciones, que actualmente están padeciendo los cierres de industrias, las pérdidas de empleos y la caídas vertiginosas de sus operatorias comerciales, serán las primeras que se recuperarán una vez que superen la pandemia. Es lógico suponerlo, por sus potenciales y capacidad de reacción, que ya han demostrado en otros momentos de extrema dificultad.
Por citar apenas un par de ejemplos contundentes, todos esos países tuvieron la capacidad y actitud suficientes como para salir adelante de adversidades tan complejas, como las contiendas bélicas en las que se vieron involucrados.
Alemania, que renació de las cenizas, se recuperó de las terribles batallas y hoy conoce perfectamente los desastres que generan las confrontaciones armadas, que desde lo económico, podrían estar relacionadas con lo que provocaría el coronavirus.
Hoy, están preparados como para encontrar la solución más apropiada y en el menor tiempo posible, a la crisis económica. Pero tampoco está vez será una tarea sencilla. Eso está claro.
En cambio, será más compleja la recuperación en los países subdesarrollados o del tercer mundo, como habitualmente se los encuadra a los que no tienen un potencial que les permita afrontar estos coletazos con un buen respaldo.
Varios latinoamericanos y otros tantos africanos, lideran esa nómina. Que nadie quiere formar parte de la misma, es un deseo, más que una realidad. El futuro será testigo de una crisis de proporciones impensadas antes del inicio de la enfermedad que por ahora no hace diferencias entre ricos y pobres.
Las cifras que se están manejando encendieron todas las alarmas, incluso en la Argentina, donde se priorizó el tema de la salud por cuestiones humanitarias.
Una estrategia del Gobierno central, avalado por sus pares de las Provincias, que en ese aspecto hoy está dando buenos resultados, al margen de algunos cuestionamientos.
En especial de las economía regionales y de algunos productores de áreas muy específicas, que reclaman una apertura que por ahora no encuentra un apoyo concreto de parte de quienes están facultados para hacerlo.
Un país como el nuestro, en el que no siempre se aprovechó el viento de cola, cuando se dieron esas circunstancias, la recuperación económica podría ser claramente más larga que en otros, hasta en algunos vecinos, que estaban gozando de buena salud cuando la pademia los puso entre las cuerdas.
El coronavirus, nadie puede atraverse a discutirlo, impactará negativamente en una economía global ya debilitada. En algunos países, la crisis será tremenda; en otros, tal vez no alcance esa dimensión. Pero, está claro, que en todos, las secuelas serán alarmantes, de manera más significativas, en aquellos donde existen compromisos de pago de deudas, que están obligados a diseñar un esquema tentador para los acreedores, pero que no pueden garantizar una aceptación de los ofrecimientos.
Argentina ya formalizó su oferta, que tuvo el primer revés. No sorprendió que no haya consenso entre los bonistas, luego de la propuesta que dio a conocer oportunamente Martín Guzmán, el titular del Ministerio de Economía.
Desde el Gobierno se sostiene que en caso de aceptar los tres años de gracia, podría iniciarse una reactivación, que en las actuales condiciones es poco factible, habida cuenta de la evidente baja en la producción, que puede advertirse, claramente, en el reclamo de varios sectores.
Si le sumamos a esa dificultad un aspecto tan sensible como el de la inflación, la pobreza seguirá creciendo y no existen, hoy por hoy, las herramientas que puedan variar el curso de la historia.
Habrá que remarla, como lo hicimos en tantísimas ocasiones los argentinos. Una vez más, pero ahora con menos recursos y un enemigo invisible, como lo definió en forma reiterada el presidente Alberto Fernández.
Este capitán de un barco que sigue navegando contra la corriente y en medio de una tempestad que no nos permite visualizar todavía un horizonte despejado, necesita que lo iluminen los astros para llegar a buen puerto. No será muy simple, pero tampoco imposible.
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