Por REDACCION
b/n Pentecostés es la manifestación visible del Espíritu Santo sobre la naciente Iglesia de los apóstoles hace dos milenios y hoy se sigue manifestando.
Vivimos un tiempo de diferentes y complejos problemas sociales y políticos que afectan a nuestro país y el mundo; por momentos se puede perder la esperanza y la alegría del verdadero sentido de la vida, pero este fin de semana se celebra la fiesta de Pentecostés para los cristianos, tan importante como Navidad y Pascua.
¿Qué significa Pentecostés? Es la manifestación visible del Espíritu Santo sobre la naciente Iglesia de los apóstoles hace dos milenios y hoy se sigue manifestando. Por este motivo, la vocación eclesial es vida en comunión, la solidaridad con el mundo y el anuncio del evangelio a todos los hombres y mujeres, respetando y conociendo sus diversidades.
Así el Espíritu genera entre sus miembros una vida compartida, atenta, solidaria y que busca construirse desde el amor. En la sociedad hay diferencias sociales, pero en la Iglesia si bien hay roles y servicios distintos nadie es superior al otro.
Para no repetir las mismas marginalidades que genera la sociedad, es el mismo Espíritu Santo quien nos hace comunidad unida y solidaria. Si somos fieles al Espíritu no debería haber marginación en la Iglesia.
En distintos lugares se estuvo realizando la novena del Espíritu Santo, preparando a los participantes sobre los siete dones: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios, perteneciendo en plenitud a Cristo y llevan a su perfección las virtudes de quienes los reciben.
"Jesús les dijo a los discípulos: ´¡la paz esté con ustedes! Como el padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes´. Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: ´Reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen y serán retenidos a los que ustedes se los retengan´." (Jn 20, 21-23).
Al respecto, el ex obispo de El Salvador Oscar Romero (asesinado el 24 de marzo de 1980), quien fue beatificado ayer en la capital salvadoreña ante una multitud, expresó: "Hubo una nueva inteligencia en la conciencia de los apóstoles, simples hombres, cobardes, escondidos por el miedo a la persecución, cuando recibieron este espíritu de Cristo, ya que el evangelio de San Juan quiere unir en un solo acto de Cristo su resurrección y su Pentecostés porque las dos fiestas separadas por 50 días en nuestro año litúrgico no son más que una sola realidad. Esto es la glorificación de Cristo, es el hombre-Dios que está convertido en un creador, para crear de aquellos apóstoles el origen de una nueva creación" (homilía del 14 de mayo de 1978).
¿Cómo bajar este mensaje teológico al plano humano de todos los días?
La clave pasa por buscar la acogida y el diálogo entre los distintos sectores sociales, respetando las diferencias y las diversidades, pero priorizando la unidad y la búsqueda de soluciones que hagan hincapié en el bien común por encima de los intereses sectoriales a través de la verdad, en el contexto histórico de un nuevo aniversario de la Revolución de Mayo.
Uno de los problemas más graves que tiene la Argentina es la difícil convivencia y la falta de diálogo entre vastos sectores sociales, con enfrentamientos y rencores sobre el pasado reciente, a tal punto que todavía hoy no se cierran las heridas de la última dictadura militar y la cultura autoritaria sigue vigente.
Un ejemplo palpable lo constituye la sordera y falta de diálogo del gobierno nacional. A decir verdad, la presidenta Kirchner y sus funcionarios no tienen voluntad de atender reclamos de los trabajadores de aumentos salariales debido a la inflación, sumado el injusto impuesto a las Ganancias, que no pagan los jueces ni tampoco la renta financiera.
El rafaelino fallecido Hernán Pérez Etchepare (ex director de la revista “La liturgia cotidiana”) había expresado que “tenemos una nación sin proyectos claros, sin políticas públicas consensuadas, sin una infraestructura que nos permita el crecimiento, con instituciones burocráticas y con la violencia desatada”.
Sigue vigente la oración por la patria de los obispos: “Nos sentimos heridos y agobiados. Precisamos tu alivio y fortaleza. Queremos ser nación, una nación cuya identidad sea la pasión por la verdad y el compromiso por el bien común. Danos la valentía de la libertad de los hijos de Dios para amar a todos sin excluir a nadie, privilegiando a los pobres y perdonando a los que nos ofenden, aborreciendo el odio y construyendo la paz. Concédenos la sabiduría del diálogo y la alegría de la esperanza que no defrauda”.
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