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Editorial Domingo 1 de Junio de 2014

Seguir en la élite

Atlético de Rafaela aseguró la continuidad en el círculo mayor del fútbol argentino. Un privilegio que tienen muy pocas ciudades de la Argentina.

REDACCION

Por REDACCION

A poco más de una semana de distancia, ya con los ánimos aplacados y la euforia desatada por el episodio lo suficientemente aquietada aunque transformada en una alegría que en muchos -especialmente la masa de simpatizantes de la entidad de barrio Alberdi- se prolongará por un largo tiempo, es momento para dejar algunas reflexiones que si bien corresponden al ámbito deportivo, se enmarcan dentro de otras circunstancias y características, es decir, relacionadas con lo que significa el continuar teniendo a la ciudad en el círculo mayor del fútbol argentino, merced a esta continuidad conseguida por Atlético de Rafaela, a la cual nos hemos estado acostumbrando.

Es cierto que el deporte en general y el fútbol muy en particular encienden pasiones que a veces exceden los límites de lo razonable, también que la Crema -tal como se identifica a la formación rafaelina- es sólo una de las partes en que se divide la totalidad del fútbol rafaelino, no sólo el correspondiente a la Liga que los nuclea, sino también en la generación de la adhesión de los simpatizantes ya que aquí los hay y en crecido número de otras divisas participantes en el certamen de la AFA, pero en este caso, y más todavía llevando la propia institución el nombre de la ciudad en el agregado de Atlético, es la que se gana el reconocimiento de gran parte de la ciudad, alineada y plenamente identificada con esta enorme experiencia que constituye estar participando en la categoría máxima del fútbol.

Si a ese ámbito nos remitimos, debemos tener en consideración las muchas ciudades de la Argentina que, incluso mucho más numerosas demográficamente que Rafaela, que nunca alcanzaron esa distinción, y otras que, como el caso que se da ahora para Santa Fe, haber resignado a sus dos clubes en la primera división. Es verdad que aunque a veces se tome de esa manera, el fútbol no es cuestión de tremendismos ni situaciones extremas, pero también es trascendente ubicarlo dentro del verdadero valor que tiene y el significado que alcanza para una ciudad el estar dentro de este nivel, y además, como sucedió ahora, asegurar la continuidad.

La performance deportiva, lo suficientemente analizada desde nuestras páginas en la sección correspondiente, estuvo a la altura de las circunstancias, sacando el equipo, los jugadores y su cuerpo técnico, una entereza que parecía haberse perdido durante un trecho del recorrido final del torneo propiamente dicho. En el momento que no quedaba otro camino, apareció nuevamente la contundencia y efectividad que unos meses antes, ante iguales adversarios, había permitido esperanzarse con luchar por el título hasta dos fechas antes del final. Tanta fue la supremacía de la formación rafaelina, que no dejó el mínimo margen de duda, incluso acallando las voces de la numerosa parcialidad sabalera que acompañó a su equipo, aceptando casi sin reclamos la derrota. Situación que, en fútbol, no es muy frecuente que suceda, provocada en este caso por la superioridad de juego, pero también por la hidalguía deportiva, ya que en ningún momento Atlético recurrió a la pérdida de tiempo, al juego brusco, o algunas de las artimañas que son frecuentes en finales de esta naturaleza. No existiendo tampoco absolutamente nada que hubiese podido interpretarse como parcial en su favor de parte del arbitraje, sino hasta podría llegar a decirse lo contrario. Eso produjo un final en el que no hubo discusión por el resultado, aún siendo tan pesada la cargo que suponía el sobrellevar una derrota en tales circunstancias.

La organización en cambio adoleció de algunas falencias, pudiendo remarcarse por ejemplo entre ellas, que debido a cierto exceso que habría existido en la cantidad de simpatizantes de Colón de acuerdo al número de entradas asignado previamente, se habilitó un sector de la tribuna en cercanías de la parcialidad rafaelina, la cual en determinados momentos sufrió agresiones consistentes en la caída de elementos contundentes arrojados desde el otro sector. Las consecuencias fueron varias personas heridas, muchas de ellas afortunadamente con lesiones leves, aunque no fue así para un joven que debió ser intervenido quirúrgicamente en Rosario por quedar incrustado en su cabeza un pedazo de un proyectil, afortunadamente ya recuperado en su estado.

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