Por REDACCION
Está claro que hacer proyecciones comprende la posibilidad de acertar pero también el riesgo de equivocarse. Sucede con los pronósticos del clima que realizan los organismos especializados, que si bien han reducido el margen de error a partir del avance de los recursos tecnológicos que utilizan para anticipar lo que sucederá con el tiempo están lejos de haber llegado a la perfección.
De todos modos, los informes meteorológicos son importantes no sólo para definir si debemos elegir una campera liviana o más gruesa o llevar el paraguas en el comienzo de un nuevo día o el contenido de una valija para iniciar un período de vacaciones o un viaje de trabajo, sino también para proyectar inversiones. La profesionalización de la actividad agrícola requiere conocer qué sucederá con el clima para definir estrategias de inversión y de acción.
Además, a medida que avanza una campaña agrícola las cotizaciones de tal o cual cultivo depende de las expectativas de la cosecha, es decir si se espera una producción récord los precios tienden a caer y viceversa, si los resultados son magros se pagarán valores más altos. Pero siempre en base a las estimaciones.
Algo similar ocurre con los economistas y sus cálculos para trazar escenarios posibles del rumbo que tendrá la economía de un país o incluso a nivel mundial. Si las perspectivas son alentadoras y se proyecta el crecimiento de la actividad económica, las empresas suelen tomar riesgos y poner en marcha planes de inversión, generando una suerte de círculo virtuoso. En cierta medida, a partir de una estimación optimista se genera confianza en el futuro y las empresas acompañan con sus propios planes de expansión, lo que ayuda a dinamizar la actividad.
Pero los pronósticos de los economistas, al igual que el de los meteorólogos, pueden fallar como acostumbraba a decir un popular mentalista argentino antes de iniciar arriesgados desafíos en televisión. Veamos: el presupuesto 2018 aprobado por el Congreso argentino a fines de diciembre del año pasado proyectaba un crecimiento del 3,5% del PBI y una inflación promedio del 15,7% mientras que la meta del Banco Central de la República Argentina oscilaba entre el 8 y el 12% anual. ¿Y el valor del dólar? La cotización promedio esperada para este año, hace apenas seis meses, era de 19,3 pesos.
Poco después de la aprobación de la Ley de Presupuesto el ministro de Economía, Nicolás Dujovne, corrigió las metas de inflación para este año. Curiosamente el jefe de Gabinete, Marcos Peña, el ministro de Economía, Nicolás Dujovne, el ministro de Finanzas, Luis Caputo y el presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger, brindaron una conferencia de prensa el 28 de diciembre, el Día de los Santos Inocentes en el que no pocos dedican a hacer bromas con la consigna "que la inocencia te valga", recalcularon la meta de inflación, que pasaba de una banda de entre 8% y 12% a 15% (en el presupuesto ya estaba en 15,7%). Ese día, los funcionarios se mostraron juntos incluso con sus colaboradores de segundas y terceras líneas para mostrar una imagen de coordinación de política económica, de que se trabajaba en equipo.
Seis meses después, las proyecciones oficiales quedaron reducidas a una expresión de deseo muy lejos de la realidad. Si el dólar promedio esperado para este año era de $ 19,30, los economistas del Gobierno no tuvieron la capacidad para estimar que antes de la mitad de este 2018 ya se vende a $ 26. La inflación proyectada por las diversas consultoras se acerca al 30%, el doble de la estimada por el Gobierno.
Con respecto al crecimiento de la actividad económica, un optimista Dujovne había planteado que a lo largo del 2018 un alza del 3,5% del PBI. La semana pasada, después de anunciar el acuerdo con el FMI por un crédito de 50.000 mil millones de dólares, el funcionario admitió que el crecimiento tendrá como piso un 0,4% y como techo un 1,4%. Al mismo tiempo, confirmó que ante la delicada situación de la economía nacional es necesario aplicar un fuerte ajuste para reducir el déficit del gasto público.
Así, nadie pone en duda que la economía se enfriará: en este contexto las empresas venderán menos por tanto producirán menos y se crearán menos puestos de trabajo. De aquellos cálculos optimistas de hace medio año a esta opaca realidad.
Este análisis refleja la precariedad que pueden tener las proyecciones en materia de la economía. Entonces, ¿a quién creer cuando se efectúan este tipo de proyecciones? ¿Al Gobierno o a una compleja red de consultoras, algunas de las cuales están contaminadas por los intereses de la política? Evidentemente hay que leer entre líneas y tamizar estimaciones.
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