Por REDACCION
Desde que asumió el nuevo Gobierno nacional, las cosas nunca fueron sencillas, pero en las actuales circunstancias, las dificultades alcanzaron un mayor grado de complejidad por obra y gracia de la bendita pandemia del Covid-19.
El escenario de este tiempo, seguramente nunca fue imaginado por el presidente Alberto Fernández, que sabía a qué se iba a exponer, pero nunca se le ocurrió pensar que el coronavirus provocaría una situación tan angustiante en una sociedad que debió cambiar abruptamente sus costumbres.
A partir del 20 de marzo, cuando el Gobierno decidió llevar adelante la primera cuarentena, nadie pensó, en su sano juicio, que podría tener una cantidad tan importante de réplicas.
Siempre se dijo que la prioridad era la salud. Y hoy continúa sosteniendo ese mismo argumento, que vale la pena aclararlo, no es una excusa, sino una realidad que nos preocupa a todos.
Cuando muchos imaginábamos que la curva se había aplanado definitivamente y que la situación estaba controlada, en buena medida, los casos empezaron a cambiar el panorama.
Los dos informes diarios entregados por el Ministerio de Salud de la Nación, engrosaron las cifras, particularmente desde hace algunos días, con nuevos récords, que fueron engrosando la triste estadística de personas muertas y contagiadas.
La preocupación fue creciendo en la misma medida que los reclamos de los diferentes sectores, para que la reactivación económica se ponga en marcha y las flexibilizaciones vayan incluyendo progresivamente a los más relegados, en un tire y afloje que no aportó tantas soluciones como las deseadas.
Mientras desde el Gobierno se evalúa la aplicación de una sexta cuarentena, a partir del 8 de junio, mucha gente está padeciendo la falta de ingresos, que son indispensables para hacer frente al pago de los servicios esenciales que necesita el comercio y la industria, por citar a las actividades más relevantes.
El pago de los salarios es otro tema complejo y tanto las suspensiones como los despidos, aparecen como recursos inevitables para los empresarios.
En este tipo de situaciones, cada medida que se adopta debe contemplar todos los intereses y es prudente no acelerar los tiempos.
Tampoco se considera oportuno realizar declaraciones que en esta dinámica tan particular, no resistirían ningún tipo de archivo en el corto o en el mediano plazo.
Fue desafortunada la afirmación inicial del ministro Ginés González García en el momento que ya eran cientos los muertos en Europa, cuando señaló que "el coronavirus no va a llegar tan pronto a la Argentina".
A partir de esa manifestación del titular del área de Salud de la Nación, se dio a conocer oficialmente, desde la misma cartera, que los primeros casos eran adjudicados a turistas que arribaron desde el exterior.
Tampoco fue oportuna la acotación del presidente Alberto Fernández, que con marcado optimismo señaló que "lo tenemos dominado al coronavirus".
Habrán tenido motivos para expresarse de la manera que lo hicieron, pero está claro, a la luz de lo ocurrido, que asumieron riesgos innecesarios, de los que hoy seguramente deben estar arrepintiéndose.
Por otro lado, también es justo decir que las prevenciones que se adoptaron han sido las correctas, porque tomando como referencia el comportamiento que adoptaron otros gobiernos, se reflejan en números contundentes.
Los caprichos de Jair Bolsonaro, presidente de nuestro vecino estratégico en materia económica, condujeron hacia una crisis evitable a Brasil.
La enorme cantidad de víctimas fatales y de contagios, hoy lo ubican al gigante sudamericano en el segundo lugar cantidad de enfermos y cuarto en el de los fallecidos. También es preocupante lo que se vive en Perú, Ecuador y Chile, otras tres naciones sudamericanas.
En esta tabla comparativa, Argentina está muy bien perfilaba y ese mérito debe reconocerse, por haberse dispuesto el primer aislamiento con la suficiente anticipación.
Para ser claros, desde el Gobierno se ganó tiempo. Pero en otras cuestiones, la estrategia no estuvo a la altura, incluso desde el mensaje, que insiste en un concepto que ya no se considera necesario: el Quedate en Casa.
Todos sabemos de qué se trata y por lo tanto es redundante seguir con algo que ya no hace falta repetir hasta el cansancio, porque en definitiva, la aplicación depende de la responsabilidad de cada uno.
La acelerada propagación del coronavirus, en especial en los barrios vulnerables de la Ciudad de Buenos Aires y en el Conurbano, despertó otros interrogantes que ya parecían archivados.
¿Se actuó en esos lugares con la misma firmeza que en otros? La respuesta, hoy con los datos a la vista, que son incontrastable, es no. ¿Era necesario esperar tanto para empezar a contabilizar la gran cantidad de infectados para dar soluciones? No serán las últimas preguntas que nos realizaremos.
Los comentarios de este artículo se encuentran deshabilitados.