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Editorial Viernes 2 de Mayo de 2014

Población y alimentos

Aun cuando se descarta la posibilidad de una hambruna, hay coincidencia en que la capacidad de sustento tiene un límite y el mismo no está lejano.

REDACCION

Por REDACCION

El presagio de una hambruna en el mundo todavía podría llegar a cumplirse, aun cuando al momento los hechos lo desmientan. Para entrar en tema se debe regresar mucho tiempo atrás, cuando una década después de la Revolución Francesa de 1789, se pronosticaba que el crecimiento exponencial de la población mundial condenaría a la humanidad a los límites de su subsistencia, ya que la capacidad de la tierra nunca podría alcanzar la producción suficiente para abastecer a una población que se multiplicaba en forma acelerada. El planteo, hoy se sabe con exactitud, era equivocado, pues el negro pronóstico quedó sepultado por una avalancha de progreso que fue extendiéndose por el mundo.

Un dato revelador es que entre 1820 y 2000 la población mundial se multiplicó por 6, mientras que en cambio la producción económica en ese mismo período se multiplicó por 50.

De todas maneras, aquellos pronósticos que se hacían a fines del siglo XVII tendiendo dudas sobre el futuro de la humanidad, basado en la teoría que la capacidad de sustento del planeta tenía un límite, en realidad algo de razón tenía. Así acaba de confirmarlo a fines de marzo el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas, formulando una advertencia respecto a la velocidad con la cual nos acercamos a ese límite que tiene la tierra en su producción de alimentos. Es que la misma está siendo severamente afectada por los daños ambientales, como capas de hielo que se derriten con el consiguiente aumento del nivel del mar, suministros de agua a sus límites, olas de calor y fuertes precipitaciones, todo lo cual está yendo en aumento en el caso que la humanidad no encuentre la manera de reducir el consumo de combustibles fósiles.

Este reporte es uno de los más severos conocidos hasta ahora respecto al daño que está provocando en la tierra el recalentamiento global, con impacto central en la producción de alimentos y afectación de las fuentes de reserva de agua potable. Pero además, se muestra un tono pesimista sobre la posibilidad de producción adicional de granos en regiones templadas, donde la suba de dióxido de carbono en la atmósfera aumentaría el ritmo de la fotosíntesis, lo cual permitiría una mayor producción de las cosechas, y además el clima más cálido ampliaría considerablemente el ciclo de la temporada de cultivo.

Se sostiene en tal sentido que una mayor temperatura impactaría más en el crecimiento de las malezas que de los cereales, en tanto que la acumulación de ozono y las altas temperaturas reducirían la producción de granos en lugar de incentivarla.

Algunos informes sostenidos en las proyecciones del crecimiento demográfico y productivo, establecen que en 2050 para alimentar a 9.000 millones de personas se necesitará un 70% más de calorías de las que se consumen en la actualidad.

Aun cuando no existen precisiones en los pronósticos, en líneas generales se coincide que es muy probable que en las décadas por venir la producción de alimentos sea más volátil, y que -como siempre ha sucedido por otra parte- los más expuestos serán los pobres.

Aún así, con una perspectiva que se describe como muy complicada y llena de interrogantes, existen varias razones para tomar con escepticismo estas negras profecías, ya que la humanidad a través de la ciencia y la tecnología ha demostrado tener la capacidad inventiva para superar esta clase de desafíos, sea utilizando los recursos con mayor eficacia como así también cambiar de materias básicas escasas a otras más abundantes y que tal vez requieran menos nivel de exigencia para producirlas.

En ese Panel de las Naciones Unidas, además de todo lo expuesto, se sugirió a los países que vayan tratando de buscar la mejor adaptación posible al clima cambiante, y además, que los agricultores con el sostén de la ciencia podrían crear nuevas especies para resistir mejor el calor y la sequía, dos fenómenos naturales que están incrementando paulatinamente sus efectos negativos en desmedro de la producción de alimentos, además de estudiar una mejor rotación de cultivos para mejorar los rendimientos de las cosechas. También tendría un efecto positivo el mejor cuidado del transporte, que significa al menos la pérdida de una cuarta parte de los mismos, a la vez que el derroche de los consumidores en los países ricos.

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