Por REDACCION
Entre los temas de gran preocupación que hoy sobran en la Argentina, y que anticipan un futuro lleno de sombras e incertidumbre, sobresale entre ellos el de la pobreza, que no es nuevo por cierto sino que justamente por su continuidad en el tiempo se ha convertido en estructural, perro que ahora es muy posible que alcance dimensiones y características insospechadas. Es que si la cifra de pobreza de 40,8% que existía antes de que nos alcanzara la pandemia del coronavirus ya era de por si alarmante, es incalculable hasta dónde puede trepar en estos meses, ya que justamente los pobres y aún más los indigentes, son quienes están más expuestos a sufrir los efectos de esta dura crisis que vivimos ahora, y que seguramente será aún más seria en el futuro inmediato.
Es que el país fue sorprendido por el Covid-19 -o quizás no tanto dado todo lo que venimos atravesando en las últimas décadas- muy debilitado en casi todos los aspectos, es decir, con inflación, elevados índices de pobreza, fuerte inestabilidad laboral y sin financiación internacional. Tal vez lo único rescatable y que se está viendo en la puja de contención del coronavirus, es el aspecto humanos, ese mismo constituido por todo el conjunto de personal de la salud, las fuerzas de seguridad en todos sus niveles como así también los encargados de recolección de residuos y limpieza, los que vale la pena destacar están siendo reconocidos y premiados con los aplausos de todas las noches por los argentinos.
Lo que se viene en este sentido, con una pobreza estructural de varias décadas y ahora absolutamente indefensa ante una economía en terapia intensiva, es imprevisible, pudiéndose destacar los esfuerzos del gobierno con estos bonos adicionales a los jubilados del haber mínimo, la suba de la asignación universal por hijo. el sostenimiento e incentivación de todos los planes sociales, la tarjeta alimentar, y este bono de 10.000 pesos para el cual ya hay más de millones de aspirantes. Eso sirve, aunque seguramente no alcance, para salir momentáneamente del paso, pero no puede quedar implementado como herramienta permanente, ya que los recursos del gobierno no darán para eso con una economía destruida en su máxima expresión que reducirá significativamente la recaudación. Salvo que se instrumenten algunos otros mecanismos para derivar ingresos hacia los sectores más carenciados, como podría ser por ejemplo la reducción del gasto político, absolutamente improductivo, si bien está por verse pues no existe buena predisposición en ese sentido, recurriéndose a las más enredadas justificaciones, como lo hizo nada menos que el propio presidente Fernández.
Lo que en realidad debe ocurrir, si es que de una buena vez se pretende alcanzar soluciones justas y sustentables en el tiempo, es ir dejando de lado el asistencialismo -ese mismo que siempre es proclamado como indispensable en todos los momentos-, para reemplazarlo por trabajo y de esta forma ofrecer la posibilidad de salir definitivamente de la pobreza. Claro que, una cosa es decirlo y otra llevarlo a cabo, pero también es cierto que que alguna vez habrá que empezar a hacerlo, ya que de otra manera estaremos siempre condenado al fracaso, como ha sucedido hasta ahora,a pesar de las cantinelas de los políticos, cualquiera haya sido su signo e ideología.
Lo que en cambio es mucho más complicado de tratar de establecer -aunque se diga "al virus lo tenemos controlado"- es hasta cuando se extenderá esta situación, aunque algunos indicios se vienen anticipando, como por ejemplo que luego del 12 de abril aunque se prolongue la cuarentena se dispondrían algunas mayores libertades para sacar a la economía de la inmovilidad actual. Aunque, debe puntualizarse, el tobogán descendente viene desde mucho antes de esta crisis sanitaria. Todo sin dudas, será muy difícil cualquiera sean las circunstancias que tengamos por delante.
De acuerdo las cifras que se conocían al momento de desatarse esta pandemia, el 55% de los trabajadores está en negro, con labores informales, changas y otras clases de rebusques diarios. Además, sólo un tercio de la actividad son trabajadores formales ligados al mercado nacional e internacional; otro tercio está vinculado al mercado interno donde hay baja productividad y totalmente expuesto a los procesos de crisis e inflación; el resto es el sector de la pobreza, que se nutre en el sube y baja del segundo de los tercios mencionados.
El panorama existente es sencillo de visualizar, como así también las perspectivas del momento y del futuro inmediato, quedando en interrogante los niveles alcanzará la pobreza una vez que la pandemia quede atrás.
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