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Editorial Sábado 9 de Noviembre de 2019

Muros y grietas de la sinrazón

El 9 de noviembre de 1989 se produjo uno de los momentos clave de la historia del siglo XX: la caída del Muro de Berlín.

REDACCION

Por REDACCION

Se cumplen hoy 30 años de la caída del Muro de Berlín, ese paredón de cemento que en términos físicos dividió en dos a una ciudad alemana pero que en el plano simbólico partió en dos al mundo al menos durante una buena parte del siglo pasado. Su estructura separaba de un lado a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y sus países aliados por un lado y a lo que de denominaba el mundo libre liderado por los Estados Unidos, en el marco de un mundo bipolar en el que se acuñó el concepto de Guerra Fría, una lucha que si bien no fue frontal se desarrolló en distintos rincones de la aldea global o a través del oscuro universo del espionaje tan retratado por el cine. 

Entre 1961 y 1988, más de 100.000 ciudadanos de Berlín Oriental que vivían en la ex República Democrática Alemana intentaron huir a través de la frontera hacia la República Federal Alemana, en la que se levantaba el Muro de Berlín. Según las estadísticas, más de 600 personas fueron abatidas a tiros por soldados fronterizos o murieron de otra forma al intentar huir y tan sólo en el Muro de Berlín hubo, por lo menos, 140 muertos entre 1961 y 1989.

De 3,6 metros de altura y de una extensión de 45 kilómetros en la región de Berlín, aunque su longitud total superaba los 150 kilómetros, se transformó en la grieta que separaba una próspera Alemania del oeste de una estancada Alemania del este bajo control de Moscú. Para quienes vivían del lado del mundo libre, se trataba del muro de la vergüenza en tanto que en el bloque del este se lo denominaba el mundo antifascista. Todo era una cuestión de perspectiva. 

Cuenta la historia que entre 1949 y 1961, alrededor de 2,7 millones de personas habían abandonado la RDA y Berlín Oriental y alrededor de la mitad de esa corriente migratoria estaba compuesta por gente joven de menos de 25 años. El tránsito por la frontera en ambas direcciones permitía que los habitantes de uno y otro lado, pudiesen comparar las condiciones de vida y por consiguiente tomar la decisión de migrar hacia donde la situación era más favorable. En las primeras horas de la mañana del 13 de agosto de 1961, en la frontera del sector soviético hacia Berlín Oeste se erigieron barreras temporales y fueron arrancados los adoquines de las calles y las unidades de la Policía popular y de la Policía de transportes, así como los denominados grupos de combate de trabajadores prohibieron cualquier tipo de tráfico en las fronteras entre sectores.

Fue en los días siguientes cuando obreros de la construcción de Berlín Este sustituyeron, bajo la estricta vigilancia de los guardias fronterizos de la RDA, los rollos de alambre de púas que se habían estirado en la frontera con Berlín Oeste por un muro construido con paneles de hormigón y piedras de grandes dimensiones. Y de un día para otro, calles, plazas y casas quedaron divididas y, a causa de la construcción del Muro, quedó interrumpido el transporte urbano.

Tras 29 años de insoportable separación, el 9 de noviembre de 1989 Gunter Schabowski, vocero del gobierno de la República Democrática Alemana anunció "ahora, de inmediato" al responder a un periodista sobre la vigencia de una nueva normativa para que los alemanes del Este pudieran viajar a Occidente, se desató uno de los momentos clave de la historia del siglo 20: se asistía al comienzo de la caída del Muro de Berlín. Poco después de las 20, toda Alemania estaba clavada frente a los televisores o escuchando la radio. El punto de quiebre fue el título catástrofe del noticiero Tagesschau, el más visto, con un simple y contundente "La RDA abre la frontera".

Aquella noche, el pulso de Alemania y del mundo se detuvo aunque en los primeros momentos hubo dudas, desconfianza sobre las intenciones del gobierno, rápidamente miles de berlineses del Este se presentaron en los puestos de control para exigir pasar "al otro lado". En esos momentos de confusión y entusiasmo, ni las tropas de control de fronteras ni los funcionarios del ministerio encargados de regular la nueva disposición estaban informados. Es que Schabowski había cometido un error, quizás una mala pasada de su inconsciente: la medida debía comenzar a ejecutarse 24 horas después, a esta altura una anécdota de la historia. Es que aún sin una orden concreta, sólo bajo la presión de la gente, el punto de control de Bornholmerstrase fue el primero en abrirse a las 23, seguido de otros pasos tanto en Berlín como a lo largo de la frontera con la entonces República Federal Alemana. 

Fue el principio del fin de la Guerra Fría, la asunción de Estados Unidos como líder global y el inicio de una nueva etapa que seguiría, años después, con la reunificación alemana. Su desmoronamiento significó una grieta menos. 






 

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