Por REDACCION
El narcotráfico es uno de los mayores flagelos del mundo, un verdadero azote para la humanidad, con consecuencias que están a la vista de todo el mundo, y que aquí en nuestro país lo tenemos en etapa expansiva en todos los aspectos, habiéndose convertido en tema de permanente debate. Más que discusiones y polémicas, que incluso llegaron a darse entre funcionarios del mismo gobierno, lo que en realidad se requiere es una política de Estado para enfrentarlo y la coordinación de las fuerzas de seguridad de todos los niveles, actuando mancomunadamente con las autoridades gubernamentales y judiciales.
Mucho se ha comparado la situación argentina con otros países que hace tiempo se encuentran invadidos y penetrados por el narcotráfico, apareciendo las menciones de Colombia, Bolivia, Brasil y México, siendo justamente este último uno de los que ha sufrido las más violentas olas criminales producidas por los permanentes enfrentamientos entre narcotraficantes.
Para que cada lector pueda hacer su propia composición de lugar, es que difundiremos e iremos desgranando los principales contenidos de un informe sobre la denominada narcoguerra que viene azotando a México desde 2006, iniciada en el mes de diciembre poco después de la asunción del entonces presidente Felipe Calderón. No es que esa fecha produjo un abrupto cambio de condiciones, diciendo que hasta entonces no existía la droga y de ahí en más sí la hubo, comenzando la violencia. Droga y narcos había desde mucho antes, pero no menos ni más que en otros países, aunque la violencia sin límites se inició entonces, producto de una decisión del nuevo presidente, quien mediante un primer decreto aumentó los salarios de militares y policías, enviando a las fuerzas de seguridad encabezadas por el Ejército a combatir a los carteles -las organizaciones mafiosas que trafican y lucran con la droga- en el interior mexicano, iniciando la lucha en el conflictivo estado de Michoacán.
Otro de los objetivos fue cubrir la mayor parte posible de la frontera de 3.300 kilómetros con Estados Unidos, siendo este el país de mayor consumo de drogas en el mundo, por lo cual el tráfico hacia allí era y sigue siendo el más rentable.
Entre diciembre de 2006 y diciembre de 2012, según los registros existentes, hubo 70.000 muertos producto de enfrentamientos entre las propias organizaciones de narcotraficantes que se disputan el negocio y con las fuerzas militares y policiales. Además, las prisiones recibieron en ese período a 150.000 individuos de alguna manera relacionados con el narcotráfico, sosteniéndose que muchísimos de ellos aún encarcelados siguen trabajando para los carteles.
Es que la corrupción en México es un flagelo tan grande como el mismo narcotráfico, una actividad que por las millonarias sumas que mueve todo lo corrompe, ya que además de comprar voluntades, o mejor dicho personas que se desempeñan en funciones que son justamente para combatir la droga y no para favorecerla, también han logrado penetrar en la política, contando con magistrados permisivos para la rentable actividad. Gobernantes, funcionarios, jueces, militares y policías aparecieron en gran número involucrados y se sospecha que son muchos más, siendo el dinero en algunos casos el medio para cooptarlos, aunque en otros el temor por la propia vida y de sus familias, ya que las bandas narcos no trepidan en eliminar vidas humanas.
Este es el México de la droga, lo cual afortunadamente todavía no ha cobrado esta dimensión en nuestro país, pero ciertamente se deben ir adoptando las medidas que correspondan para que no lleguemos a eso. Rosario es una muestra aproximada, donde sólo en lo que va de este año ya hubo más de 60 muertes por enfrentamientos de grupos de narcos, aunque si bien el más impactante en volumen, no es el caso excluyente, ya que la droga avanza y muy fuerte en todo el territorio nacional, y también, según lo que se dice, con penetraciones en muchos de los ámbitos que son justamente los que deberían reprimirla.
En tierra azteca no se vislumbra la posibilidad de alguna solución en el cercano plazo, pues la fuerza y el poder que han cobrado las bandas es tanto, que algunas veces se cree que han superado a las fuerzas regulares del gobierno en equipamiento y capacidad de combate.
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