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Editorial Viernes 25 de Julio de 2014

Mal de la época

La corrupción es uno de los grandes males que afecta al mundo. Así lo dijo el Papa, quien apuntó a los políticos en especial.

REDACCION

Por REDACCION

Los temas más sensibles, es decir aquellos que en mayor medida afectan a las condiciones sociales de la gente, continúan siendo los preferidos del papa Francisco en sus alocuciones, que por suerte son bastante seguidas y siempre con muy fuerte repercusión en el mundo entero, incluso más allá de los 1.200 millones de católicos, ya que se trata de la palabra de un verdadero líder mundial, escuchado y respetado en todos los ámbitos.

Uno de esos temas que suele abordar con insistencia, es el relacionado con la corrupción, llegando a sostener que la política está devastada por ese flagelo, sosteniendo que si bien no cree que todos los políticos sean corruptos, se trata de un fenómeno de alcance mundial, cuyas consecuencias también afectan a otros sectores, no sólo los directamente relacionados con la gestión política. "Por desgracia es un fenómeno mundial", definió con muy pocas palabras la situación que advierte.

"Hay incluso jefes de Estado que se encuentran en la cárcel por ello. Me pregunté mucho al respecto y llegué a la conclusión de que tantos males crecen sobre todo durante los cambios epocales. Estamos viviendo no tanto una época de cambios sino un cambio de época que alimenta la decadencia moral no sólo en política sino en la vida financiera y social", sostuvo textualmente el Papa durante una entrevista que concedió al diario italia Il Messagero.

"El corrupto no tiene amigos, sólo cómplices", y aunque simultáneamente trató de reivindicar la función que le corresponde a la política, recordó aquello tan primario que "si no hay servicio en la base, no se puede entender la identidad de la política".

Una interpretación muy acertada del jefe de la Iglesia Católica, compartida seguramente por la mayoría, fue cuando dijo "no digo que sean todos corruptos, pero creo que es difícil permanecer honestos en la política. A veces es como si algunas personas estuvieran fagocitadas por un fenómeno endémicos, a diferentes niveles", para añadir "no porque esta sea la naturaleza de la política sino porque en un cambio de época los empujes hacia una cierta deriva moral se hacen mucho más fuertes". 

Es evidente, frente a la oleada de hechos de corrupción que se conocen con origen en todos los confines del mundo, que se está viviendo un tiempo en que la decadencia moral está muy bien alimentada, excediendo el estricto marco de la política, para proyectarse hacia todos los demás sectores.

El dinero de las arcas públicas que los corruptos llevan para sus bolsillos, es restado para los más humildes, quienes tienen menos atención de la salud, menos educación y menos seguridad, por sólo mencionar tres de las principales cuestiones, aunque se extiende hacia absolutamente todo el resto de cosas, ya que las obras públicas son menos y de inferior calidad, los servicios se deterioran y la infraestructura no se amplía ni se renueva. La gente, que es la que sostiene al Estado con sus impuestos, es entonces la perjudicada, siendo en cambio unos pocos los que tras cumplir muchas veces breves períodos  en la función pública terminan retirándose con el porvenir de ellos, sus hijos y posiblemente sus nietos, totalmente asegurado.

Cuando el Papa habla, aunque lo haga en sentido generalizado ya que su función es dirigirse hacia toda la feligresía del mundo a la cual se debe, no dudándose que efectivamente sea de esa manera, resulta poco menos que inevitable relacionar sus expresiones con lo que acontece en la Argentina, su país de origen al que tan bien conoce y en el que vivió hasta hace poco tiempo.

En nuestro país, además de otros flagelos gravísimos como la inseguridad y la inflación por ejemplo, la corrupción aparece como uno de los graves males por remediar, ya que resultará muy complicado afianzar las bases del futuro si no contamos con un fuerte respaldo ético y moral, dos valores que han estado en permanente desuso.

La corrupción es cierto, constituye un mal enquistado desde hace tiempo en nuestro país, aunque también debe reconocerse que ha tenido picos muy fuertes de expansión, como por ejemplo en estos últimos años, siendo un enorme déficit la escasa batalla que se ha librado contra un mal tan importante. Es que la existencia de impunidad dio la impresión de estar al servicio del desarrollo de la corrupción, con claros ejemplos que han servido para abonar ese pensamiento.

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