Por REDACCION
El debate en torno al nivel de apertura de una economía nunca se va a terminar, mucho más cuando el mundo impulsa la globalización por un lado pero por el otro los países líderes abren y cierran sus fronteras de acuerdo al humor de un Presidente. En la Argentina, la agroindustria está en condiciones de jugar en las primeras ligas del comercio internacional puesto que ha alcanzado una elevada competitividad, principalmente por las ventajas comparativas que ofrecen grandes extensiones de tierra fértil y el desarrollo tecnológico que se ha alcanzado para maximizar los rendimientos para las cosechas. Pero después una buena parte de la industria corre en desventaja en relación al grado de desarrollo que han alcanzado en otros países y por tanto necesita cierta protección arancelaria.
El acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea, sellado este año como una expresión de deseos con documentos firmados, coloca a rubros de la industria argentina en la obligación de repensar el negocio para poder sobrevivir en un mercado más salvaje donde la competencia puede ser letal.
Un análisis de lo que ha pasado en el comercio regional ha salido a la luz en estos días desde la usina del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Tres décadas han pasado desde que América Latina y el Caribe se embarcó en su proyecto de liberalización y volvió a los mercados mundiales después de años de estrategias aislacionistas. Se eliminaron aranceles, se desmantelaron las barreras no arancelarias y los países –algunos de manera más activa que otros– firmaron ambiciosos tratados comerciales preferenciales, sostiene el documento. ¿Qué se puede decir de este experimento de política a gran escala? ¿Se han cumplido las expectativas de crecimiento, bienestar, empleo y lucha contra la desigualdad? ¿Hacia dónde debería ir la región a partir de aquí, sobre todo teniendo en cuenta una economía mundial muy cambiada y marcada por el auge de las mega-economías, las tecnologías disruptivas, las cadenas de valor cada vez más globales, las importantes preocupaciones a propósito de la sostenibilidad y los candentes conflictos en torno al comercio y la integración? plantea la nueva edición del informe "Desarrollo en las Américas" en una suerte de capítulo de preguntas incómodas.
Algunos países han fortalecido su compromiso con la liberalización mediante diversos tratados preferenciales que han ampliado sus oportunidades comerciales, mientras que algunas de las economías más grandes de la región han experimentado reacciones adversas de gran magnitud, en la mayoría de los casos con malos resultados económicos subraya por su parte el presidente del BID, Luis Alberto Moreno. Actualmente, algunas de las economías más grandes, ricas e integradas están sumidas en complejos conflictos relacionados con el comercio y la integración. La actual turbulencia comercial deja en claro que las instituciones sobre las que se sustenta la liberalización de las últimas décadas –el sistema comercial multilateral basado en reglas y los tratados comerciales preferenciales integrales– ya no se pueden dar por sentadas. ¿Cómo debería posicionarse la región en este período de gran incertidumbre? Una pregunta nada fácil de responder.
Por el lado positivo, la liberalización favoreció a la mayoría de los países gracias a notables aumentos de la productividad. Los resultados del crecimiento son espectaculares; sin la liberalización, el ingreso per cápita de la región habría aumentado, en promedio, un 30% a un 40% menos, resultado que rara vez se da en el caso de otras políticas públicas sintetiza Moreno en el prólogo del estudio. En una clave menos auspiciosa, los resultados de empleo y desigualdad se quedaron cortos en relación con las expectativas.
En este escenario, la llamada a la acción debería centrarse en mantener el comercio como motor del crecimiento, pero implementando una agenda complementaria urgente que abarque desde políticas del mercado laboral, institucionales, logísticas y productivas hasta los desafíos planteados por la tecnología. Tres décadas más tarde, se podría haber esperado que la política comercial se convirtiera en algo prácticamente irrelevante. Desafortunadamente, han surgido nuevos desafíos mientras que otros, antiguos, persistieron. Las amenazas actuales al libre comercio y al sistema comercial internacional basado en reglas exigen mejoras en la gobernanza del sistema, la resolución de conflictos y la cobertura de los subsidios.
El comercio difícilmente puede ser un instrumento para la prosperidad en un mundo de bloques balcanizados, regidos por el poder y no por las leyes. La automatización y las tecnologías digitales también plantean nuevos desafíos, que comprenden desde la eliminación de empleos no calificados hasta nuevos requisitos de infraestructura y dilemas regulatorios.
En este contexto, para Moreno la agenda de integración regional inacabada debería comenzar con la convergencia de al menos dos de los grandes bloques de la región, a saber, la Alianza del Pacífico y Mercosur. La consolidación podría dar un mayor peso al mercado regional de US$5 billones, y ofrecer una política de seguro contra futuras disrupciones en los mercados mundiales.
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