Por REDACCION
Chile se destaca no solamente en la región, sino también en el mundo entero por su vertiginoso y eficiente ritmo de vacunación contra el Covid-19.
Así lo mencionan y reconocen desde la Organización Mundial de la Salud, pasando por la Universidad John Hopkins de Estados Unidos y los restantes países.
Sin embargo, la nación trasandina sigue padeciendo las consecuencias del virus, habiendo reportado en los últimos días un promedio superior a los cinco mil contagios y un centenar de muertos cada 24 horas.
Desde que el coronavirus fue declarado como pandemia, los infectados en el territorio chileno son poco menos de 900.000 y las personas fallecidas más de 21.000, en un país que no llega a los diecinueve millones de habitantes.
Esos números demuestran claramente que la segunda ola, surgida luego de las vacaciones del verano, de acuerdo con los profesionales, está lejos de ser controlada.
La preocupación es notoria entre las autoridades sanitarias del gobierno de Sebastián Piñera, teniendo en cuenta que los últimos registros no se veían en Chile desde junio, cuando el país atravesaba una situación crítica, con una red de salud al borde del colapso y una estricta cuarentena.
La virulencia del rebrote obligó a las autoridades a disponer nuevas cuarentenas totales en grandes ciudades, como Concepción, Valparaíso o La Serena, y el confinamiento durante los fines de semana en la Región Metropolitana de Santiago, en la que residen siete millones de personas.
A pesar de esos datos, que volvieron a encender las alarmas, Chile sigue con su exitoso programa de vacunación y se espera que durante la próxima semana estén inoculadas más de cinco millones de personas con la primera dosis.
De acuerdo con los informes que se reportan diariamente, Chile es el país que más rápido vacuna en todo el mundo, con 1,4 dosis diarias por cada 100 habitantes, seguido por Israel, con 1,04.
Funcionarios y expertos coinciden en señalar que la explicación está en las negociaciones tempranas y simultáneas con varios laboratorios, contactos con algunas compañías y un sólido sistema de vacunación que hoy cubre la totalidad de los 4.000 kilómetros de extensión de su territorio.
Vale la pena recordar que durante los primeros meses de la pandemia, en 2020, los titulares eran que Chile se había convertido en uno de los tres países más afectados por el virus en la región, sólo detrás de Brasil y Perú.
En aquel momento abundaban las críticas a las autoridades por ser incapaces de ubicar y mantener aislada a la gente para evitar la propagación del Covid-19.
En paralelo, sin embargo, se desarrollaba otra historia que casi nadie sabía y que había comenzado muchas semanas antes y que ayudaría a garantizar el acceso rápido a las vacunas.
Los contactos formales con las industrias farmacéuticas empezaron en abril, un mes después de que la Organización Mundial de la Salud declaró al Covid-19 como una pandemia.
En mayo, desde el Ministerio de Salud, ya le habían presentado al presidente Sebastián Piñera una hoja de ruta con algunos planes para adquirir las vacunas una vez que las mismas fuesen desarrolladas, agilizándose de esa manera, todas gestiones.
Otra parte de la historia para conseguir las vacunas se remonta a octubre de 2019, en China, dos meses antes de que la nación asiática anunciara los primeros casos del nuevo coronavirus.
Ese mes, el doctor Alexis Kalergis, bioquímico y director del Instituto Milenio en Inmunología e Inmunoterapia de la Universidad Católica, acudió con dos colegas chilenos a un Congreso Internacional de Inmunologia en Beijing.
Ahí se reunió con varios colegas expertos, incluidos con algunos de la empresa china Sinovac Biotech Ltd, que muy pronto sería clave para el desarrollo de la vacuna contra el Covid-19.
China anunció en enero de 2020 que había identificado un nuevo virus, siendo entonces cuando Kalergis pensó en los expertos de Sinovac a los que vio en Beijing y empezó a contactarlos, logrando finalmente el resultado que le permitió a Chile liderar en la actualidad el programa de vacunación.
Fue el principio de una serie de conversaciones que se fueron sucediendo, hasta que en abril se logró un avance significativo tras suscribirse el primero de los contratos.
Pero no solamente se llegó a un acuerdo con Sinovac, ya que se acordó hablar con todos los laboratorios, en una política de apertura que se refleja en los millones de dosis que arribaron a Chile.
Además, unos 2.300 voluntarios, en su mayoría personal de la salud, fueron parte de los ensayos clínicos, constatándose la eficacia de las vacunas.
Chile lleva compradas 14 millones de dosis a Sinovac, 10,1 millones a Pfizer, 4 millones a AstraZeneca y 7,8 millones a través del mecanismo Covax, con una inversión superior a los 200 millones de dólares.
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