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Editorial Viernes 28 de Enero de 2011

La pobreza oculta

La pobreza es aplanada por los datos oficiales y tal vez ampliada por datos privados. Queda así en medio de la disputa polìtica.

Redacción

Por Redacción

La pobreza oculta

La pobreza continúa siendo tironeada, pues por un lado tenemos las estadísticas oficiales del INDEC con el ocultamiento de siempre, mejor dicho desde enero de 2007 cuando Guillermo Moreno se hizo cargo del organismo, por el otro los datos de algunos organismos provinciales y de las consultorías privadas que distan diametralmente de aquellos, y finalmente, lo que nos muestra la realidad. Esto, justamente, lo único irrefutable y que está mucho más allá de números o juegos estadísticos que en lugar de esclarecer, tienen por objetivo confundir disimulando justamente la realidad que nos toca vivir.
Es que si tomamos el INDEC y los índices de sus canastas alimentarias, hoy en día en la Argentina hay 4,8 millones de personas pobres, pero si en cambio tomamos otras mediciones, y redondeando los números, tenemos que la cantidad de pobres se eleva a 9,3 millones con lo cual queda en clara evidencia que la diferencia es demasiado grande como para ocultarla, o bien tratar de disimularla con artilugios estadísticos. Es que se trata nada menos que de 4,5 millones de personas afectadas, casi tanto como la cifra reconocida oficialmente.
¿Cómo ocurre tan disparatada confrontación? Pues porque el INDEC mide la pobreza a partir de su canasta básica de 1.165,47 pesos tomada a valores de junio del año pasado, por lo cual con esa ínfima cantidad de ingresos debería tener que vivir y sin ser pobre un matrimonio con dos hijos menores. ¿Usted imagina una familia viviendo con ese irrisorio ingreso mensual?
Por su parte las mediciones de algunos organismos oficiales de provincias, junto a consultorías privadas, fijan la canasta básica con precios reales y por lo tanto para no caer en la pobreza se necesita un mínimo de 1.902,70 pesos mensuales de ingresos, que aún así -casi un 80% por sobre la suma oficial- sigue siendo muy estrecha en aspiraciones, ya que para subsistir con esa suma indudablemente se deberían hacer verdaderos malabares.
De tal manera, tomando la mucho más razonable estimación de la "canasta privada" de 1.902 pesos la cifra de pobres se eleva entonces a 23,3% que es prácticamente el doble que la del INDEC.
Hasta aquí lo relacionado con la pobreza, pero si tomamos la indigencia -el sector más bajo de la escala- las diferencias son todavía más amplias, pues mientras el INDEC admite 3,1% de la población, alrededor de 1,2 millones de personas, en cambio los privados coinciden en triplicar esa cifra con el 8,2% que representa 3,3 millones de individuos.
Desde fines de 2006 cuando comenzó la aceleración inflacionaria, que nunca se logró contener sino que por el contrario se alcanzaron picos bastante alarmantes, es justamente cuando la pobreza comenzó a expandirse, siempre claro en la realidad, no en los números del INDEC donde los índices fueron mejorándose sostenidamente.
Aunque aquí estemos hablando de promedios que hacen a la totalidad del país, un tema bien específico y concreto sobre la pobreza lo conforman los muy diferentes niveles que tiene según las regiones que se tomen. El norte argentino por ejemplo es la parte más castigada del país, pues allí aparecen en determinados casos tasas del orden del 40% de la población en ese estado.
Pero también el Conurbano bonaerense es otra de las áreas de gran concentración poblacional, donde la pobreza es muy grande, al punto que allí estaría afectando a unos 4 millones de personas.
Y aquí se hace inevitable mencionar que luego de casi 8 años de crecimiento económico a tasas muy altas -excepción hecha del lapso de afectación por la crisis financiera internacional-, la desigualdad continúa como siempre y que la tan mentada redistribución de la riqueza, por la cual se han generado tantos conflictos y confrontaciones, continúa siendo por ahora algo utópico.
Es que si bien en la emergencia es válido el asistencialismo, en cambio constituye un fracaso cuando se convierte en una metodología estable. Es que es válida la asignación universal por hijo y todo lo que se pueda ayudar a familias en el desamparo, pero mucho más importante sería procurarles trabajo, vivienda, educación, posibilidad de desarrollo.
La pobreza, y por supuesto la indigencia, constituyen el gran desafío que tiene la Argentina por delante, para ofrecer una solución en serio, que exceda lo que ofrece el asistencialismo.

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