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Editorial Martes 20 de Marzo de 2018

La inseguridad

El tiempo pasa y la inseguridad crece a ritmo acelerado.

REDACCION

Por REDACCION

"En la casi totalidad de los casos de inseguridad que se registran en la ciudad, los delincuentes son menores de 30 años, y en algunas ocasiones también hubo niños de 10 y hasta 8 años, y son de aquí, radicados en Rafaela". La contundente definición respecto a la franja etaria de quienes cometen la mayoría de los delitos, fue expresada nada menos que por el jefe de la Unidad Regional V de Policía, Fabián Forni, al cabo de uno de los encuentros que viene sosteniendo en barrios de la ciudad, junto a vecinos, dirigentes barriales y autoridades ciudadanas.

Al fin y al cabo es nada más que una ratificación de algo que no es desconocido, pues casi siempre los aprehendidos tras cometer ilícitos de todo tipo, son menores, adolescentes y jóvenes que, también en gran parte de los casos tienen una estrecha vinculación con la droga, tanto consumiendo como distribuyéndola, siendo también en el último de los casos el disparador de enfrentamientos de bandas que se disputan los lugares de ventas. En cuanto al consumo, bien sabido es que la droga exacerba la violencia al límite y hace que los asaltos sean cada vez más cruentos, con presencia de armas de todo tipo, que ponen en máxima situación de riesgo la vida de las víctimas. Robos, hurtos, asaltos, arrebatos, toda la serie de episodios delincuenciales la tenemos hoy en las calles de la ciudad, sin importar lugares ni horarios. 

Por cierto que la inseguridad no es preocupación exclusiva de esta ciudad, se extiende por toda la Argentina, en forma proporcional a la cantidad de habitantes y también con niveles de violencia según sea la cantidad de droga que circule, pero también es verdad que cada lugar debe agudizar el ingenio y volcar todos los recursos posibles e incluso aún más que eso, para tratar de buscar soluciones que aunque no sean integrales ni definitivas, al menos reduzcan este desbordado nivel de inseguridad que nos afecta a todos por igual, sin excepciones.

Por algo las encuestas que vienen haciéndose desde hace largo tiempo, tanto en las grandes urbes como en las ciudades medianas o pequeñas localidades, incluso las zonas rurales que tampoco quedan al margen, tienen a la falta de seguridad encabezando las preocupaciones de los argentinos, más que la falta de trabajo, la inflación, la salud, la educación o la vivienda. Es que vivir seguros es el punto de partida de absolutamente todo el resto, pues de que vale disponer de mayor confort si existe la posibilidad cierta de terminar con un disparo en la cabeza.

Todo lo que sea relacionado a las fuerzas de seguridad, en equipamiento, cantidad de elementos y amplio respaldo, además de salarios dignos, es sin dudas indispensable como punto de partida. Aunque también se requiere de la Justicia de manera indispensable para poner punto final a "la puerta giratoria", como así también a la disparidad de criterios que existe entre los magistrados para un mismo caso; la ley es única y como tal debe aplicarse, ya que las interpretaciones dan lugar a situaciones como tener en la calle a delincuentes y criminales peligrosos, que indefectiblemente vuelven a reincidir con mayor crueldad que antes. También deben alinearse en primera fila los legisladores, para adecuar y actualizar aquellas leyes que hayan perdido vigencia frente a esta avalancha de violencia e inseguridad. La cuarta instancia la conforman los gobiernos en todos los niveles, que deben procurar las mejores condiciones de vida de la gente, para que tengan la oportunidad de emerger de situaciones sociales tan complicadas, que les niegan cualquier clase de oportunidad. Y simultáneamente avanzar en toda la infraestructura necesaria para que las sanciones y rehabilitaciones de los delincuentes puedan cumplirse de la mejor manera. Recordamos que hoy hay enorme cantidad de libertades condicionales por la incapacidad de los institutos carcelarios en recibir internos.

En cuanto a los menores, que son reintegrados a sus padres tras ser aprehendidos en un delito, queda claro que es una metodología sin resultados, pues todo suele seguir igual. Tal vez podría comenzar a cambiar si son los propios padres los que reciban la sanción que corresponde a sus hijos. Aunque muchísimas veces, esto sucede en hogares desmembrados, sin escalas de valores ni reglas de vida. Lo que también le corresponde al Estado mejorar.

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