Por REDACCION
A la política se le reconoce su génesis transformadora y una función de cambio social que aspira a lograr una meta tan simple de enunciar como compleja de materializar: mejorar la calidad de vida de las personas. Pero en la Argentina, tierra donde suelen fracasar las recetas que en otras geografías suelen tener éxito, la política fracasa una y otra vez como herramienta de transformación social y apenas mejora la situación patrimonial de los políticos. Así es difícil que el país enderece su destino marcado por los contrastes y las desigualdades.
Por eso no sorprende que el valor de la palabra se devalúe a la misma velocidad que nuestra moneda nacional, el peso. En especial el discurso que se produce en el escenario de la política y corre por cuenta y cargo de los políticos a los que cada vez es más complicado creerles. Llama la atención que sea la máxima autoridad de la Nación la que en forma reiterada cae en la nociva práctica de decir y desdecirse sin registrar ni hacerse cargo de esa contradicción, sin advertir que la consecuencia es la pérdida de credibilidad.
La errática secuencia del discurso presidencial en torno a las vacunas contra el Covid representa una inquietante prueba de las idas y venidas del Gobierno nacional en relación a una cuestión central de salud pública en medio de la pandemia, que no solo ha provocado una crisis sanitaria sino también una derivada que es la económica. Afirmar que antes de fin de año se dispondrían de millones de dosis para luego bajar las expectativas y decir que se comenzaría a aplicar la vacuna antes de fin de año constituye una mala praxis discursiva alarmante pues se genera en el mismo seno del poder que debe crear confianza, no dinamitarla. En cierta forma, se vacía de contenido a la palabra presidencial.
La última encuesta de opinión pública efectuada por la consultora Synopsis da cuenta de este proceso de caída de la imagen del presidente Alberto Fernández asociada a la falta de credibilidad de lo que dice. La historia presenta similitudes con aquella fábula del pastorcito mentiroso y el lobo, cuya moraleja sugiere que nunca digas mentiras si quieres que las personas crean en tu palabra.
Uno de los interrogantes directos a los encuestados fue si le creen al presidente Fernández. El estudio reveló que el 30 por ciento de los consultados le cree todo o la mayoría, un 10% a veces sí y a veces no mientras que un 59,4% respondió que no le cree la mayoría de las veces o nada. Si bien sobran ejemplos que reflejan la enorme distancia del dicho al hecho presidencial, se destaca la promesa de que los jubilados no perderían poder adquisitivo contra la inflación, lo cual sí ocurrió. En este punto se puede mencionar los desaciertos discursivos en el ámbito de lo sanitario, como haber expresado en el inicio de la pandemia que la Organización Mundial de la Salud recomendaba tomar bebidas calientes para combatir el Covid o que la Argentina estaba derrotando al virus para destacar las primeras medidas adoptadas por su Gobierno -la primera cuarentena-, una sentencia de finales de marzo cuando había muy pocos casos aún. Hoy día, con más de un millón y medio de contagios y más de 42 mil muertes, aquella frase revela un nivel de ingenuidad o de cinismo estremecedor.
Lucas Romero, director de Synopsis, explicó que a través de la encuesta se identificaron tres factores que permiten entender la pérdida de credibilidad: durante todo el año quedó en evidencia la contradicción entre Alberto Fernández de los archivos y el Alberto Fernández presidente. Además, en la medida que avanza su mandado asoman con nitidez las promesas incumplidas en relación a los compromisos tomados durante la campaña electoral del 2019. El tercer factor está relacionado al ejercicio de la función presidencial, en el que se muestra a un Presidente verborrágico que habla por encima de sus posibilidades de cumplir.
Por caso, en noviembre un 20% de los consultados estaba convencido que en diciembre comenzaría la vacunación contra el Covid, una posición que no estaba asociada a un enfoque optimista sino básicamente con las promesas del Presidente de la Nación que, está claro a esta altura, solo efectuó pronósticos con una liviandad preocupante dada su responsabilidad institucional. Con este recorrido se comprende fácilmente porque Alberto Fernández muestra hoy un 53% de imagen negativa y un 34% de imagen positiva, muy lejos de los inicios de la cuarentena cuando era el dirigente más encumbrando para la opinión pública.
La reiteración de dislates discursivos explica en parte el desencanto respecto a la figura del Presidente, que en nueve meses deberá enfrentar un proceso electoral que suele funcionar como una oportunidad para evaluar su gestión. A esta altura, según Synopsis se advierte una tendencia de voto opositor ya que un 57% asegura que votaría listas opositoras y un 31% a las oficialistas. Desde la comunicación política se podría sugerir al gobierno actual más hechos y menos palabras.
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