Por REDACCION
A medida que la economía avanza para dar respuestas al modelo de consumo que promueve el capitalismo a una población en incesante crecimiento, también aumentan los daños colaterales. La contaminación ambiental representa una de las problemáticas modernas que nos alarman al punto de haberse instalado en lo más alto de las agendas públicas de gobiernos de todos los niveles, instituciones de la sociedad civil y algunas familias. Sin embargo, ese alto grado de preocupación no se traduce en la planificación de acciones tendientes, primero a crear conciencia sobre los riesgos que implica no cuidar la casa común como ha calificado al planeta el Papa del fin del mundo, el argentino Francisco, y segundo a adoptar modos de hacer las cosas que sean menos agresivos para la tierra donde vivimos, el agua que bebemos y el aire que respiramos.
El desafío de alimentar a casi ocho mil millones de personas es central para la humanidad ahora y en el futuro. Pero lo que no se ha podido resolver la enorme brecha que se advierte -desde siempre- en la distribución del ingreso y de la riqueza. Así, los ricos continúan acumulando dinero hasta cantidades que no se pueden pesar en una sola vez y millones de personas no saben si comerán mañana en medio de una realidad adversa que le plantea la pobreza, el hambre y, peor aún, la falta de esperanza.
Se insiste en que la educación es el mejor camino para nivelar las posibilidades de desarrollo y de igualdad. Cuando nos educamos tenemos mayores competencias para acceder al mercado laboral y tener un empleo que permita ingresos suficientes para cubrir los gastos de alimentos, abrigo, salud y también del tiempo libre.
Así, para satisfacer las demandas, entre la cobertura de necesidades básicas y la fabricación de bienes suntuarios, la humanidad sobreexige al planeta. El cambio climático llegó para quedarse, ya ha provocado transformaciones negativas que quizás puedan mitigarse pero ya no se puede volver el tiempo atrás.
Crear conciencia ciudadana sobre la impostergable tarea de proteger la "casa común" es el deber de la hora. El mundo puede cambiar para bien con pequeñas acciones cada día, entre todos. Cuando un auto tiene un desperfecto y detiene su marcha, suele ser necesario empujar para que arranque. Si una persona debe asumir ese trabajo deberá hacer un enorme esfuerzo y quizás fracase. Pero si todos colaboran, es más fácil conseguir el objetivo.
En esto de generar conciencia ambiental, en los últimos días se registró una elogiable iniciativa cuando en más de 13 capitales del mundo se desarrolló el evento internacional "Run For The Oceans", en el que participaron 50 comunidades de corredores que recorrieron 12.4 millones de kilómetros con la consigna de alertar sobre la contaminación marítima con plásticos.
Suelen recorrer el mundo fotos de aves o animales que sufren las consecuencias de la basura plástica generada por el hombre y que contaminan los ríos, mares y océanos. Ese primer impacto de ver esas imágenes que nos degradan el alma, porque nos hacen sentir culpables y nos causan tristeza, se licua con el paso de los minutos, las horas y los días hasta transformarse en una perniciosa resignación.
En el caso de la carrera global de cuatro semanas "Run For The Oceans 2018", la empresa de ropa deportiva Adidas, en alianza con Parley for the Oceans, donó un millón de dólares a Parley Ocean Plastic Program por cada uno de los kilómetros recorridos. Durante la iniciativa, la marca movilizó atletas, creadores y miembros de sus comunidades de corredores que se registraron en Runtastic para inspirar a sus seguidores a que se unieran al movimiento.
La experiencia arroja un balance por demás de satisfactorio, ya que los 924.237 corredores participantes recorrieron 12.402.854 kilómetros, de los cuales 27.730 fueron aportados por la Ciudad de Buenos Aires -también se hizo en Los Angeles, New York, Londres, París y Sao Paulo-.
Según los organizadores, el dinero recaudado fue destinado a la iniciativa "Parley Ocean School", institución que educa y empodera a las futuras generaciones, guardianas del océano, a través de diferentes experiencias de formación, según se informó. En tal sentido, el objetivo es introducir a los jóvenes al cuidado del medioambiente y brindarles las herramientas y la inspiración necesaria para proteger el futuro.
No sólo debemos comprometernos por los océanos. También por lo que pasa en la esquina de nuestra casa, en nuestra ciudad y en nuestra región. Hacer los deberes como ciudadano responsable en la disposición de los residuos es un buen comienzo. Es necesario encadenar todo el tiempo actividades como esta en todos los órdenes, escuelas, universidades, lugares de trabajo, centros de jubilados o espacios públicos. Si todos aceptamos que debemos hacer algo por el planeta, el objetivo estará más cerca.
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