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Editorial Viernes 3 de Octubre de 2014

La caja del Central

El Banco Central se ha convertido en una caja más del gobierno, de las pocas que le quedan con recursos. Ahora, van por el vaciamiento.

REDACCION

Por REDACCION

La ida de Juan Carlos Fábrega del Banco Central, visto desde el plano institucional, es solamente un cambio más de los muchos que se han venido dando dentro del gobierno en los últimos tiempos, haciendo visible el enorme avance que han tenido dentro del mismo, en este caso preciso el grupo que responde al ministro Axel Kicillof, como así también la organización La Cámpora que tiene como conductor al hijo presidencial Máximo Kirchner. Sin embargo, esta variante cantada luego de la acusación pública que había realizado la presidenta de la Nación contra Fábrega por la falta de controles en cuanto al manejo de divisa extranjera y los encajes de los bancos, supuestamente filtrando información reservada, constituye mucho más que un simple cambio, pues da cuenta de la forma en que se manejará Cristina Fernández en estos 15 meses que le restan de mandato, que habida cuenta las circunstancias existentes, se presenta como un período mucho más extenso que lo que establece el calendario.

Es que el alejamiento de Fábrega conforma una pésima señal, pues era uno de los pocos funcionarios que aún actuaba con razonabilidad, aunque muchas veces desbordado, sosteniendo una muy dura puja con Kicillof, hacia quien finalmente se inclinó la balanza, perdiendo entonces todo indicio de equilibrio, como trataba de otorgarle el ahora ex titular del Central. 

Los caminos y visiones de Kicillof y Fábrega eran y seguramente lo son más todavía en estos momentos, diametralmente diferentes, pues en tanto el ministro es partidario de emitir toda la moneda que sea necesario y que le reclame el gobierno para afrontar el pago de sus excesos del gasto público, para Fábrega eso constituía una acción claramente inflacionaria. La presidente fue la "mediadora" y se volcó en favor del ministro, aunque no viendo los resultados que están a la vista de todo el mundo: una inflación prácticamente descontrolada, que ahora se encuentra en el orden del 40% y que, según se anticipa, puede trepar 10 puntos más en los próximos meses, cerrando un año realmente complicado.

Debe recordarse que el ministro Kicillof, en declaraciones públicas no muy alejadas en el tiempo, sostuvo que la emisión monetaria no era inflacionaria, responsabilizando en cambio a los empresarios por los aumentos de precios y sacando el programa "precios cuidados" para tratar de controlar los excesos, lo cual fue, a luces vistas, otro sonoro fracaso.

Y puntualizaciones de esta clase pueden seguir formulándose, como por ejemplo, el sube y baja de las tasas de interés, que desde su despacho del Central, en su momento Fábrega manejó con criterio para tratar de controlar el alza del dólar blue o paralelo, entre las muchas variantes que existen del mismo. En este caso también debió confrontar con Kicillof, sostenedor de la teoría que el dólar marginal no debe ser controlado por el gobierno, debiendo alcanzar por lo tanto el valor que la gente quiera. Otro fracaso a la vista, pues la carencia de dólares es cada vez mayor, con un impacto muy fuerte en la producción y en las exportaciones, provocándose una recesión importante, con pérdida de empleos.

Como puede verse, aún con los resultados a la vista, la presidenta Fernández tomó su opción por el ministro Kicillof, quedando en claro cuál será el rumbo que mantendrá hasta diciembre de 2015 cuando concluya su mandato. Y a la par, además, sosteniendo el enfrentamiento con todos los que se le crucen, ubicando como enemigos a Estados Unidos, los empresarios, los bancos y los productores agropecuarios en la primera fila. Esos serán, al parecer, los blancos elegidos para cargarles las culpas de los desaciertos del gobierno de aquí al final, aunque en realidad, tamaña fabulación no la asimilan siquiera los kirchneristas del entorno más cercano del poder.  

Al frente del BC quedó ahora el economista ultra cristinista Alejandro Vanoli, quien estaba al frente de la Comisión de Valores, y si por antecedentes debemos guiarnos, sus acciones serán sólo respuestas a los pedidos de la presidente Fernández y del ministro Kicillof, tras haber caído la última barrera que oponía alguna resistencia a estos manejos. Suponer que con estas herramientas en sus manos y libre funcionamiento de aquí a diciembre, no es descabellado predecir un resultado nefasto. 

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