Por REDACCION
Existe una pregunta que es común en toda la Argentina, no solo en nuestra ciudad, respecto a las razones que provocan que el tránsito resulte tan difícil y lleno de complicaciones, que lo convierten en un riesgo no solo para quienes participan directamente del mismo, sino también para terceros, es decir, los peatones. Una de las respuestas, o al menos buena parte de la explicación, fue desarrollada en una nota publicada días atrás por este Diario, en cuanto al gran crecimiento que han venido teniendo la cantidad de vehículos, siendo el ejemplo de Rafaela muy gráfico y elocuente en tal sentido, ya que sólo desde 2010 hasta mediados del mes de mayo del presente 2017 la cantidad de vehículos aumentó nada menos que en 23.000 unidades, que se agregaron a los existentes en la circulación por nuestras calles, las que siguen siendo las mismas que cuando en la ciudad había muchísimo menos cantidad de vehículos, lo cual constituye entonces la complicada perspectiva en las zonas del micro y macro centro, no tanto en los barrios donde se pudieron hacer obras de ampliación, nuevas avenidas y calles, mayores espacios que fueron facilitando la descongestión del tránsito. Lo cual, por supuesto, no es posible en la zona céntrica, donde todo sigue igual que entonces, cuando los autos y motos era escasos.
Seguramente la alta cantidad de unidades en circulación no es el único motivo, sumándose otros varios para complicar la movilización, pero sí importante. Es que la mayor densidad provoca que el permanente apuro que tienen muchos conductores, haga que se reiteren las anormalidades por parte de transgresores constantes, como ser por ejemplo los excesos de velocidad, el no respeto de los semáforos, el adelantamiento por la derecha o los estacionamientos en zonas no permitidas, incluso la circulación a contramano, mezclándose así infracciones leves con aquellas mucho más graves, haciendo que el peligro se incremente notablemente.
Existen determinadas calles y avenidas en las que en horarios pico, como son por caso los horarios de apertura y cierre comercial, o bien los ingresos y salidas de establecimientos educativos, que de no ser por la presencia de guardas municipales la circulación sería un verdadero caos. Debe destacarse, en tal sentido, que la participación municipal en el escenario no se limita sólo a esa presencia, sino también se realizan constantes operativos de control y de alcoholemia, campañas de educación, como aquellas que estuvieron destinadas al uso del cinturón los automovilistas -que tuvo excelente respuesta- como la del uso del caso los motociclistas -en este caso con menor resultado, en especial los fines de semana en que se flexibilizan los controles-, además de la mayor instalación de núcleos de semáforos, reductores de velocidad, mayor señalización y reordenamiento de la circulación en determinadas arterias, como así también el control desde el centro de monitoreo a través de las cámaras instaladas en diversos lugares de la ciudad, especialmente los accesos.
Sin embargo, con todo lo puntualizado y los aportes que se tratan de acumular merced a los especialistas en materia de tránsito, los resultados no tienen los efectos deseados, volviéndose entonces al punto de partida, ya que el escenario céntrico sin posibilidad de variantes, sigue siendo el mismo de siempre, y también, por el elevado nivel de anormalidades que provocan los transgresores de las más elementales normas que rigen el tránsito, las que sumadas y por el efecto negativo que tienen, repercuten en que la mayoría resulte perjudicada. Un auto estacionado en doble fila, por ejemplo, produce un efecto dominó en todo el resto que está movilizándose por esa arteria.
Esta situación, que consignamos afecta a nuestra ciudad, tal como decimos al inicio es extendida a todo el país, lo cual se destaca en la aludida nota publicada recientemente. Es que en la misma se puntualiza que el parque automotor viene creciendo en cifras realmente importantes, al punto de ser la Argentina la de mayor promedio de Latinoamérica en la relación vehículos por habitantes a razón de 3,8%. Si retrocedemos en el tiempo, tenemos que en 1966 el parque automotor era de 1,7 millón de unidades mientras que ahora es de 12,5 millones. Rafaela en tanto, en 2010 tenía 61.000 unidades, en tanto hoy son 84.000 las que circulan en nuestras calles.
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