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Editorial Domingo 16 de Enero de 2011

Haití y el horror

Luego de un año del terremoto que sacudió a Haití, uno de los países más pobres del planeta, todo continúa igual. La gente vive en medio del horror.

Redacción

Por Redacción

El 12 de enero se cumplió un año del terremoto que castigó a Haití, con saldo de 300.000 muertos y una enorme destrucción, la cual es muchísimo más importante considerando la pobreza que existe allí, al punto de ser considerado uno de los países más pobres de todo el mundo. Pasaron doce meses y la gente continúa sumida entre la tragedia y el horror, pues la ayuda y asistencia de los damnificados ha sido mínima, enfrentándose la emergencia pero no la reconstrucción.
Esos 38 segundos en que toda la isla de Haití tembló como nunca, la economía -aunque escasa de por sí- quedó afectada en un 70%, lo cual resultó un verdadero mazazo.
Además del propio Gobierno haitiano, cuyas posibilidades son pequeñas, el mundo entero se conmovió frente a la magnitud de la tragedia. Hubo promesas y también ayuda, pero todo se fue diluyendo en la emergencia, que correspondía en un principio para asistir a los heridos, a los hambrientos, a los desprotegidos, pero todo fue quedando ahí. Todo fue cayendo en el olvido, y ahora, a un año de distancia, la gente sigue desamparada como siempre, al punto que Haití parece un lugar olvidado por el mundo.
Para tener una idea de la magnitud del fenómeno, recordemos que se derrumbaron el Palacio Presidencial, las sedes de todos los ministerios, la mitad de las escuelas, casi todos los hospitales, gran parte de los supermercados y unas 250.000 viviendas, aunque todo eso fue poco ante el saldo de 300.000 muertos, 4.000 mutilados y 500.000 desplazados. Hoy, casi todo continúa igual, y si antes los haitianos vivían en la pobreza, ahora se encuentran mucho peor, pues ni siquiera la esperanza les ha quedado.
Haití no puede hacer nada, así de simple. Sin embargo es todo un desafío para la comunidad internacional, la cual en marzo del año pasado resolvió entregar 10.000 millones de dólares durante 10 años, de los cuales 5.000 millones debían hacerse llegar en los primeros tres años. Hasta ahora, transcurrido el primer año, apenas se hizo llegar el 10%, una insignificancia frente a la necesidad existente.
Hoy Haití es un país a la deriva, sin rumbo -un poco la síntesis de su historia-, donde incluso el propio Gobierno del presidente Preval carece no sólo de posibilidades, sino de autoridad, ya que en lugar de ponerse al frente de la reconstrucción, fue superado ampliamente por la situación, mostrándose timorato y dubitativo.
Como si la isla caribeña hubiese recibido aún poco castigo, enfrenta una epidemia de cólera que va provocando unas 40 muertes diarias, además de miles de afectados. Una enfermedad que, frente al escenario dejado por el terremoto, era previsible que ocurriera a modo de epidemia, y que pudo haberse evitado de haberse contado con una eficiente y firme acción de la comunidad internacional. Sin embargo, también aquí se falló en la emergencia.
Desde hace algo más de un año, medio millón de personas viven en campamentos totalmente improvisados, si es que en realidad a eso se lo puede llamar vivir. Se trata de asentamientos con plásticos, escombros y lonas, donde faltan alimentos, instalaciones sanitarias y asistencia de todo tipo, especialmente en materia de salud.
Si bien en Haití hay presencia de varios países, incluso de la Argentina, en realidad se ha hecho muy poco por la reconstrucción, pues todo continúa como entonces, es decir, como el día siguiente del terremoto. Es cierto, se ordenó a la gente y se asistió a los heridos, pero el hambre y la enfermedad se enseñorearon sobre los haitianos, y no justamente porque se encuentren desacostumbrados a ello, ya que son verdaderos expertos en convivir con la pobreza. Pero no como en la actualidad, cuando más de 1,3 millón de personas viven hacinados, en la mugre, con hambre, y para colmo de males, ahora teniendo que enfrentar un flagelo como el cólera.
Muchas veces, frente a situaciones como esta que vive Haití, nos preguntamos ¿cuánto se gasta anualmente en la fabricación de armamentos? y surgen entonces muchos interrogantes a los que cuesta encontrarle explicaciones, pues todo queda remitido a la necedad humana, que encuentra además una muestra clara de la misma en la destrucción de nuestro propio planeta con un recalentamiento global para el cual se ha hecho muy poco por tratar de evitarlo.
Pero bueno, es el mundo que tenemos, y al cual todos tenemos la obligación de contribuir a mejorarlo.







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